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Intervención aliada en Libia

Un ataque aéreo de la coalición mata a siete civiles en Libia

El jefe militar de los rebeldes se desplaza hasta el frente por primera vez

Tan enorme poder de fuego causa la muerte de civiles por precisos que sean los misiles de los países occidentales. Siete miembros de una familia, tres de ellos niñas y otros adolescentes, fallecieron el miércoles después de que un caza de la coalición lanzara un misil contra un camión conducido por soldados libios en las cercanías de Brega, 235 kilómetros al suroeste de Bengasi. La munición que transportaba explotó entre dos viviendas y la metralla causó estragos. Además, el vicario apostólico, Innocenzo Martinelli, denunció que otros ocho civiles habían muerto en un bombardeo aliado a Sirte, la ciudad natal del dictador, que también mató a 40 soldados.

Es un suma y sigue a las víctimas que causa el bombardeo indiscriminado y diario de las tropas de Muamar el Gadafi contra Misrata. E imposible saber con exactitud -lo impide el régimen al controlar todos los movimientos de los periodistas- si alguien pereció ayer en la capital.

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Las imágenes de víctimas inocentes de los bombardeos de la coalición internacional podrían ser una carta a favor de un régimen que comienza a ofrecer notorios síntomas de fractura interna. No ha podido mostrarlas a las audiencias del mundo árabe, siempre muy atentas a las muertes de civiles cuando caen bajo las bombas de los países que colonizaron Oriente Próximo y el Magreb (Reino Unido, Francia e Italia) o que ejercen ahora indudable influencia (Estados Unidos).

Pero por mucho que el déspota y su camarilla se sientan aislados y al borde de la derrota, sus soldados continuaban ayer atacando zonas urbanas de Libia occidental, mientras que el frente oriental seguía estancado en Brega, aunque por primera vez aparecía en el frente Abdelfatah Yunis, jefe militar de los rebeldes, con armamento más pesado que el empleado hasta la fecha.

En Misrata, 200 kilómetros al oeste de la capital, los tanques provocaron grandes destrozos, y los uniformados se dieron a la destrucción de comercios, viviendas y al pillaje, según relataban testigos citados por varias agencias. Sin embargo, la novedad más relevante se produjo en Trípoli. Es muy difícil que un alzamiento, si eso fue lo ocurrido ayer, pueda sostenerse porque la represión en varias ciudades que rodean Trípoli ha sido brutal.

Vecinos citados por Reuters aseguraron que tiroteos prolongados se desataron antes del amanecer cerca de Bab el Azizia, base militar y hogar del dictador, que apostó francotiradores en escuelas de la ciudad, tal como hicieron sus esbirros en Bengasi hace 12 días. Otros residentes hablaban de grandes charcos de sangre en las calles y de detenciones masivas de jóvenes, especialmente en el suburbio de Tajura, uno de los más combativos contra el tirano y donde ya fue aplastada la revuelta semanas atrás. Los sublevados sabían desde el primer día de la revuelta que defenestrar a Gadafi sería un camino de espinas. Pero siempre afirmaban sus portavoces que el sátrapa tenía los días contados. Esa confianza crece a medida que Cirenaica, el oriente, se siente libre, y más aún cuando observan las defecciones en el entorno del dictador. No obstante, brotan ciertos temores.

Entre los portavoces del Consejo Nacional, el Gobierno de la oposición, se aprecia preocupación por las declaraciones de funcionarios occidentales sobre la presencia de elementos de Al Qaeda en el campo de batalla. Resultaría sorprendente que algunos simpatizantes de la organización terrorista no estuvieran combatiendo contra las tropas de Gadafi, por minoritarios que sean, como es inverosímil que agentes de los servicios de espionaje de un sinfín de países no hayan entrado en Libia. Con la frontera de Egipto abierta de par en par, y habiendo sido un país herméticamente cerrado durante años, Libia es un territorio virgen y apetitoso para los espías.

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