Auge y caída de ETA
ETA surgió en 1958 como un pequeño grupo de jóvenes nacionalistas vascos influenciados por ideas marxistas. Pero durante la década de los sesenta se convirtió en una organización terrorista. Su primera víctima mortal data de 1960. Fue una niña de dos años, fallecida a consecuencia de una bomba incendiaria en San Sebastián. Desde entonces, ETA ha asesinado a 857 personas. El 95% de ellas tras el final de la dictadura franquista en 1975 y un 74% desde que los ciudadanos vascoespañoles, con un nivel de vida notablemente superior al del conjunto de los españoles, aprobasen en referéndum un Estatuto de autogobierno, eligiesen por primera vez su propio Parlamento y contasen con un Gobierno autónomo en 1980. Entre aquellas victimas mortales, la categoría específica más numerosa es la de civiles, seguidos de miembros de las fuerzas de seguridad y de militares.
El objetivo de ETA es imponer por medios violentos un Estado vasco independiente que, quieran o no sus habitantes, incluya cuatro provincias españolas y tres departamentos franceses. Un nuevo Estado construido sobre una identidad colectiva excluyente, donde el euskera, lengua vernácula, sea el único idioma oficial. No es por accidente que la mitad de los pistoleros de ETA procedan de Guipúzcoa, la provincia vasca en que los rasgos primordiales de la cultura tradicional y las creencias del nacionalismo étnico se encuentran más extendidos. Pese a que, demográficamente, ese territorio apenas supone un 25% de lo que para los terroristas es su población de referencia. Sin embargo, la sociedad vasca es cultural, lingüística, social y políticamente plural. Incluso el nacionalismo vasco es minoritario en el conjunto de territorios sobre los que ETA ambiciona instaurar un nuevo Estado.
El santuario y la base de ETA han estado siempre en Francia. En distintos periodos de su historia se ha beneficiado de de ligámenes con autoridades argelinas, cubanas, nicaragüenses o, más recientemente, venezolanas. Ha obtenido dividendos de empresas localizadas en México o donaciones de descendientes de vascos establecidos en otros países americanos. Así complementaba el dinero conseguido mediante la extorsión masiva a empresarios y profesionales vascos. Ha mantenido estrechas relaciones con otras organizaciones terroristas como el IRA norirlandés, el FLNC corso o antes el FPLP palestino. También tuvo conexión con la red de terrorismo internacional promovida por la Unión Soviética y sus aliados en los años setenta y ochenta, cuyo principal urdidor fue Carlos. Además, ETA ha instruido en tácticas de atentados terroristas a las FARC colombianas.
La decadencia de ETA se inició en 1981, cuando una de las dos facciones en que estaba dividida abandonó las armas y aceptó medidas de reinserción social. La que continuó con las siglas y la estrategia se recuperó en parte entre 1983 y 1987, mientras los GAL atentaban contra miembros y simpatizantes de ETA. Sus actos de violencia repuntaron asimismo el año previo a los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo Universal de Sevilla en 1992, para nunca más volver a esos mismos niveles. Una respuesta policial y judicial tan crecientemente eficaz como preventiva, así como leyes que ponían fin a la impunidad en que se desenvolvía el entorno cómplice de los terroristas, explican esa evolución. Al igual que la reacción de la sociedad vasca, a partir de mediados los noventa. Un sondeo de la Universidad del País Vasco en mayo de 2010 mostró que sólo el 2,7% de los vascos apoya o justifica a ETA.
El menoscabo de ETA pudo haber sido mucho más rápido si la cooperación francesa se hubiese iniciado antes y con mayor determinación. También de no haber tardado tanto el Partido Nacionalista Vasco en llamar por su nombre a los terroristas. Todavía en 1998 formalizó una alianza con entidades nacionalistas pero no demócratas, frente a las fuerzas vascas demócratas pero no nacionalistas. Desde el Gobierno Vasco, que controlaron casi tres décadas, los nacionalistas moderados destacaron más bien por su inacción respecto a ETA y a la socialización de sectores de la juventud vasca en el separatismo violento. También menospreciaron a las víctimas de ETA. Conductas que contrastan con la política constitucionalista desarrollada a partir de 2009, desde aquel mismo Ejecutivo autónomo, por el Partido Socialista de Euskadi, en pacto con el Partido Popular del País Vasco.
En su decadencia, ETA ha anunciado algunas treguas, siempre falaces, intentando desunir a los partidos democráticos, reorganizarse y lograr concesiones gubernamentales a cambio de dejar de matar. Ello ha retardado su caída, pero no la ha revertido. Herri Batasuna y sus intercambiables denominaciones posteriores, pese a haber accedido a instituciones representativas locales, autonómicas y nacionales, nunca dejaron de estar subordinadas a la organización terrorista. Su ilegalización, avalada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ha hecho que el separatismo vasco radical empiece a cuestionarse la violencia. Con un entorno social desmovilizado, sin expectativas políticas para los líderes ni de amnistía para sus presos, ETA está fracasada. Aunque aún pueda matar, ha sido derrotada por la Constitución, el Estado de derecho y la sociedad civil propios de una democracia liberal.
Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos. Autor de Patriotas de la muerte. Por qué han militado en ETA y cuándo abandonan (Taurus)
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