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Obama y la corbata de Gibbs

El presidente estadounidense se despide de su portavoz, que deja el cargo para dedicarse a la reelección, en un acto lleno de complicidad y recuerdos

El hombre que estaba detrás de las bambalinas cuando Barack Obama pronunció en Boston su electrizante discurso en la convención demócrata de 2004, aquel en el que el mundo supo que acababa de nacer una nueva estrella en el firmamento político, vuelve a estar entre bastidores. Eso sí, primero se tomará unas deseadas y merecidas vacaciones. Puede que ser portavoz de la Casa Blanca sea uno de los trabajos más desafiantes, difíciles y estresantes, sino del mundo, al menos de Washington.

Robert Gibbs -a punto de cumplir 40 años- acaba una etapa de cara al público para empezar otra en las sombras del poder. Deja la sala de prensa de la Casa Blanca y su combate diario con los periodistas que siguen a Obama para pasar al sector privado y convertirse en asesor externo del presidente y su Administración con el objetivo último de lograr la reelección en 2012. El relevo frente a los incisivos corresponsales políticos de la Casa Blanca lo toma Jay Carney -45 años-, exportavoz del vicepresidente Joe Biden y periodista de profesión.

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"Su partida no es la más importante hoy", bromeó Obama al comparecer este viernes al lado de "su amigo" y "cercano colaborador". No era un día fácil en la Casa Blanca. La mañana había sido frenética tras conocerse que Hosni Mubarak se hacía a un lado y pasaba a ser historia en Egipto. La comparecencia que Obama tenía prevista se aplazaba y también se retrasaba la de Gibbs.

Finalmente, el presidente habló. Y antes de que lo hiciera su jefe de prensa, Obama salió unos minutos para agradecerle su trabajo y su esfuerzo en "los momentos extraordinarios que hemos vivido". "Ha sido un tremendo honor y privilegio trabajar con él", dijo el presidente. "Sin duda, Gibbs echará de menos los días aburridos como hoy" en la Casa Blanca, bromeó de nuevo Obama.

Como regalo de despedida, el amigo-presidente devolvió una corbata que tomó prestada de Gibbs hace ya siete años, cuando un día de finales de julio de 2004 se preparaba tras las cortinas de la convención de Boston para hacer su entrada y sorprender a propios y extraños con su verbo cargado de esperanza. Contó Obama que, de repente, a su asesor, David Axelrod, no le gustó ninguna de las corbatas que el candidato iba a lucir -"y todos sabemos el buen gusto que tiene David", rió-. Todas las miradas se dirigieron a Gibbs. Gustaba su corbata. El diligente Gibbs se la quitó y se la dio a su jefe. El presidente la lució entonces y nunca se la devolvió. Ahora se la ha entregado enmarcada, "sin firmar", por si quiere romper el cristal y "volver a usarla", dijo Obama. "Sé que Robert no ha dicho nada todos estos años pero en el fondo estaba resentido porque no se la hubiera devuelto".

Obama dejó el podio de la sala de prensa. Dejó a Gibbs con su regalo y frente a los periodistas. Parecía a punto de emocionarse. Pero abrió su carpeta e hizo su trabajo. Lo de siempre en la Casa Blanca: business as usual.

El presidente Obama entrega a Robert Gibbs la corbata que le prestó cuando era candidato.
El presidente Obama entrega a Robert Gibbs la corbata que le prestó cuando era candidato.AP

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