El duque de York equipara la corrupción en Francia con la de Kirguizistán
El hijo de la reina Isabel II evoca con añoranza los enfrentamientos con Rusia en el siglo XIX por el petróleo del Cáucaso y critica "la imbecilidad" de la Fiscalía Anticorrupción británica
La legendaria tendencia a la controversia de algunos miembros de la familia real británica queda de manifiesto en el relato de un almuerzo del Príncipe Andrés, duque de York, con hombres de negocios y diplomáticos de varios países en Kirguizistán, en el que el hijo de la reina Isabel II y cuarto en la línea de sucesión al trono equipara los niveles de corrupción de Kirguizistán con los de Francia, evoca con añoranza los enfrentamientos con Rusia en el siglo XIX por el petróleo del Cáucaso, critica "la imbecilidad" de la Fiscalía Británica Anticorrupción por empeñarse en investigar los supuestos sobornos en los que se apoyan multimillonarios contratos de ventas de armas de Reino Unido a Arabia Saudí y llega a decir que si los norteamericanos no hacen más negocios en esa parte del mundo es porque no tienen el nivel de conocimiento de geografía del que disfrutan los británicos.
De la comida, en realidad un desayuno tardío que duró más de dos horas a pesar de que en principio estaba previsto que durara una hora escasa, da testimonio un divertido memorando confidencial [ID 175722] probablemente escrito por la propia embajadora de Estados Unidos, Tatiana Gfoeller, que asistió el 29 de octubre de 2008 a ese encuentro, organizado por la representación británica en un hotel de Bishkek, la capital de esa ex república soviética de Asia Central.
El texto, que a pesar de su ironía nunca llega a traspasar las fronteras de lo políticamente correcto para no ofender a un miembro tan destacado de la familia real británica, subraya la sorpresa de la embajadora estadounidense por haber sido invitada a un almuerzo en el que ella es "el único participante que no era un ciudadano británico o ligado a la Commonwealth". "La ausencia de sus colegas francés y alemán era notable", destaca el texto. Notable, pero no sorprendente, a la luz de la obsesión antifrancesa que acabaría destilando el príncipe.
Las discusiones arrancaron con un debate sobre cuestiones jurídicas relacionadas con las explotaciones mineras y petroleras que llevó al príncipe a "reaccionar con profundo fervor patriótico" cuando algunos participantes explicaron que algunos empresarios locales se sintieron "injustamente" llevados a firmar contratos poco favorables con compañías occidentales. "Un contrato es un contrato. Y hay que aceptar tanto lo bueno como lo malo", saltó el duque, que hasta entonces había intentado mostrarse comprensivo con los puntos de vista locales.
Los empresarios sacaron luego a colación el "lamentablemente alto nivel de corrupción de la economía kirguiza". Aunque todos tuvieron la prudencia de asegurar que nunca habían pagado un soborno, uno de ellos admitió que "a veces es una tentación horrorosa". "En un inaudito despliegue de franqueza si se tiene en cuenta que el almuerzo era en público, en un hotel, todos los hombres de negocios corearon que en Kirguizistán no se hace nada sin que el hijo del presidente Bakiyev, Maxim, se lleve 'su tajada'.
El príncipe Andrés se sumó al asunto con entusiasmo, diciendo que no paraba de oír el nombre de Maxim 'una y otra vez' siempre que hablaba de negocios en ese país. Envalentonado, un hombre de negocios dijo que hacer negocios aquí es 'como hacer negocios en Yukon' en el siglo XIX, es decir, que sólo aquellos dispuestos a participar en las corruptas prácticas locales son capaces de hacer dinero. Todos sus colegas se declararon sinceramente de acuerdo y uno de ellos apuntó: 'Aquí no ha cambiado nada. Antes oías el nombre del hijo de Akayev. Ahora es el nombre del hijo de Bakiyev'. En ese momento el duque de York empezó a reír a carcajadas diciendo: 'Todo eso suena exactamente igual que Francia'", detalla el texto.
En la actualidad, Maxim Bakiyev, de 33 años, se encuentra en el Reino Unido intentando conseguir asilo político. Su padre fue depuesto de la presidencia de Kirguizistán tras los violentos incidentes que sacudieron la capital en abril. Maxim, que también huyó del país, fue detenido el 13 de junio nada más aterrizar en un avión privado en el aeropuerto de Farnborough, en Reino Unido, a instancias de Interpol. Gran Bretaña ha de decidir si le extradita a Kirguizistán o le concede el asilo.
La cultura de la corrupción
Cuando todos los comensales coincidieron en que la mejor manera de incrementar las inversiones en Kirguizistán sería mejorar la seguridad jurídica de los contratos, alguien comentó que eso no era necesario para atraer inversores rusos, kazakos o chinos, por lo que los kirguizios no se molestarían en hacer ningún cambio. "Volviendo a su tema favorito", explica el cable norteamericano, "el príncipe Andrés bromeó: '¡Tampoco les hará falta cambiar nada para atraer a los franceses!' Y añadió que es muy difícil ayudar desde fuera a acabar con la cultura de la corrupción. 'Son ellos mismos los que tienen que cambiar. De la misma forma que uno mismo se ha de curar la anorexia. Nadie lo puede hacer por ti', dijo", señala el documento.
Los comentarios del duque de York quizás llaman aún más la atención ahora, después de que su ex mujer, Sarah Ferguson, que ha batallado toda su vida con problemas de sobrepeso, cayera en mayo pasado en una trampa que le tendió un periodista del tabloide londinense News of The World. Haciéndose pasar por un empresario indio interesado en conseguir una entrevista personal con el duque de York con vistas a invertir en Reino Unido, el periodista logró filmar a la ex mujer de Andrés comprometiéndose a conseguirle esa cifra si le pagaba a ella medio millón de libras (590.000 euros). Lo que los británicos llaman sobornos ilegales cuando ocurre en otros países se transforma en comisiones legales de intermediario cuando son sus ciudadanos y su territorio los afectados...
Después de sus descalificaciones a Francia, el duque de York siguió navegando por aguas procelosas cuando, estando la conversación centrada en cuestiones relacionadas con los países de la región, se dirigió a la embajadora Tatiana Gfoeller y, según la versión estadounidense, "espetó con crudeza que 'el Reino Unido, Europa Occidental y, por extensión, también vosotros, americanos', estábamos en el momento culminante de otro episodio de el Gran Juego", como se conoce a la rivalidad que enfrentó el Imperio Británico y al Imperio Ruso por el control de Asia Central a lo largo del siglo XIX. "Más animado que nunca, proclamó, gallito: '¡Y esta vez queremos ganar!'. Sin llevarle la contraria, la embajadora le recordó suavemente que Estados Unidos no ve su presencia en esta región como una continuación del Gran Juego. Apoyamos la independencia y soberanía de Kirguizistán pero también damos la bienvenida a sus buenas relaciones con sus vecinos, incluida Rusia", precisa el documento.
Tras explicar algunas conversaciones con dirigentes de la región que apuntaban a la desconfianza que generan tanto Rusia como China, el duque de York empezó a hablar de sus tareas de promoción de los intereses económicos británicos. Fue en ese marco en el que empezó a criticar "a los investigadores británicos contra la corrupción por cometer 'la imbecilidad' de casi echar a pique los acuerdos de Al Yamama con Arabia Saudita", explica el cable. "Y empezó a meterse con 'esos (palabrota) periodistas, especialmente del Guardian, que meten las narices por todas partes' y (seguramente) hacen más difíciles los negocios para los hombres de negocios británicos. La concurrencia casi empezó a aplaudir", ironiza el cable.
En el comentario final, la embajadora Gfoeller explica que, cuando uno de los presentes se sorprendió de que Estados Unidos no tuviera en la zona más inversiones que Gran Bretaña a pesar de tener un potencial mucho mayor, el duque saltó: "No me sorprende. Los americanos no saben geografía. Nunca han sabido. ¡En el Reino Unido tenemos a los mejores profesores de geografía del mundo!".
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