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Lula no sabe qué hacer con 760.440 regalos

La legislación brasileña obliga a los presidentes salientes a ocuparse de todos los obsequios recibidos durante su mandato

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, que el día 1 de enero, después de ocho años en el Gobierno, pasará el mando a la reciente vencedora en las elecciones, Dilma Rousseff, tendrá que llevarse a su casa nada más ni nada menos que 760.440 regalos. Son todos los obsequios recibidos durante su mandato. Algunos proceden de reyes y otros de simple campesinos. Pero da lo mismo: lo importante es que no sabe en dónde va a meterlos.

Una ley del 30 de diciembre de 1991 promulgada por el entonces presidente de la República, Fernando Collor, especifica que todo aquello que el presidente recibe en el periodo en el que ejerce la Jefatura del Estado pasa a ser de su propiedad. Tiene que llevárselo con él a su casa cuando abandona el cargo y puede dejarlo en herencia a sus descendientes. En caso de venta de algunos de esos objetos, tendrá preferencia de compra el Estado.

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Un equipo trabaja ya en el Palacio del Planalto, en Brasilia, embalando ese más de medio millón de objetos, entre los que figuran 80.000 cuadros. Los regalos van desde espadas de oro rojo con incrustaciones de rubíes, esmeraldas y diamantes, regalo del rey de Arabia Saudita, Abdullah Bin Abdulaziz Al-Saud, hasta simples utensilios de cocina como dos batidoras que recibió ayer mismo de dos personas anónimas. Lula ha sido el presidente que más regalos ha recibido en la historia de la República. Del Rey de Españase llevará un vaso de cristal precioso para conservar compota. Además, a Lula le pertenecen también 642.977 documentos entre cartas, filmes, fotos, mensajes etc.

Avalancha de regalos y de gastos

Lula y su esposa Marisa están preocupados porque no saben en dónde colocar toda la avalancha de objetos. La ley que permite a los ex presidentes llevarse los regalos puede tener un cierto valor material, pero supone también un engorro y muchos gastos. Todo el traslado de los objetos tiene que ser a su cargo y para clasificar, guardar deshacerse de la ingente cantidad de material va necesitar personal y pagar gastos de alquiler incompatibles con el discreto sueldo de ex presidente. Por ello, probablemente va a necesitar de la ayuda de amigos o de algún mecenas.

Sus asesores han calculado que necesitarán no menos de 11 camiones para cargar el material. Por el momento están pensando en alquilar un gran almacén para depositarlo todo.

La casa particular de Lula es un piso en la pequeña ciudad de San Bernardo do Campo, en el interior del Estado de Sâo Paulo, que justamente fue asaltada por una banda de ladrones dos días atrás. En el piso no había nadie, pero los ladrones se llevaron joyas, relojes, teléfonos y dinero.

Además, Lula no quiere seguir viviendo en la pequeña localidad en donde ha tenido hasta ahora su residencia. Prefiere trasladarse a Sâo Paulo, la capital económica y financiera del país, ya que su intención es la de viajar mucho tanto dentro de Brasil como en el exterior y necesita estar cerca de un aeropuerto internacional. Aunque su futuro político es aún uno de los misterios mejor guardados del país, lo único seguro es que va a crear una fundación para idear proyectos de ayuda a los países menos desarrollados, para lo que ha empezado ya a pedir ayuda económica internacional. "Lo único seguro", ha dicho su esposa Marisa, "es que Lula no va a pasar el día sentado en un sillón de la sala de estar". Y añadió bromeando: "Porque además no habría quién lo soportara. Él necesita estar siempre moviéndose. No es hombre de despacho".

Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, ayer en Brasilia.
Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, ayer en Brasilia.EFE

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