Los saharauis acampados afirman que lucharán hasta que consigan "vivir con dignidad"
Llega a El Aaiún el ministro del Interior de Marruecos para intentar desactivar la protesta
"Continuaremos nuestra lucha hasta la realización de nuestros legítimos derechos a vivir con dignidad en nuestra patria". Casi tres semanas después de haber plantado las primeras jaimas (tiendas nómadas) en el desierto miles de saharauis continúan su protesta colectiva, acampados a 13 kilómetros de El Aaiún, pese a la precariedad de sus condiciones de vida en el campamento.
El comité, integrado por su puñado de jóvenes, que coordina esta protesta emitió a mediados de semana su primer comunicado en el que pide además "a las conciencias del mundo ayuda para levantar el bloqueo militar y policial" alrededor del campamento en el que se concentran durante el día unos 20.000 saharauis -por la noche algunos regresan a sus casas- que reivindican mejoras sociales: pisos, trabajo o, por lo menos, el subsidio de paro.
El cerco empezó hace ya algo de dos más semanas no tanto con la llegada masiva de gendarmes, policías y unidades del Ejército, desde todo el sur de Marruecos, sino con la construcción, a unos 50 metros de las últimas jaimas, de un muro y de un pequeño foso alrededor del campamento que ya prácticamente sólo es accesible por una entrada.
Por ahí la Gendarmería sólo deja pasar, a veces a duras penas, a los saharauis. La entrada se puede cerrar durante horas y cuando está abierta los cacheos son frecuentes. Mucho antes de llegar allí, en el primer control de carretera, a tan sólo cuatro kilómetros de El Aaiún, los periodistas son devueltos a su hotel so pretexto de que necesitan una autorización de Rabat que en la capital no conceden. De ahí que el comunicado también denuncie el "bloqueo mediático".
El cerco ha provocado, según el comité, "falta de comida y agua potable, la propagación de enfermedades". Los allí acampados carecen de baños, medicamentos, luz eléctrica, mantas, colchones etcétera. "La basura está repartida en varios lugares cerca del campamento, y puede causar la propagación de enfermedades (...) y hasta una catástrofe humanitaria", sostiene el comité aunque no hay constancia de ello.
Negociaciones
Marruecos aprieta, pero no asfixia. Algún que otro camión cisterna llega y los que regresan al campamento, tras pernoctar en sus casas de El Aaiún, introducen consigo víveres. El objetivo de Rabat consiste, probablemente, en que el comité acceda a desmantelar las jaimas a cambio de poner en práctica las promesas que les hizo una delegación con la que negociaron encabezada por Ibrahim Boufous, director de Asuntos Generales en el Ministerio del Interior.
Este jueves llegó el propio ministro, Taieb Charkaokui, para tratar de desactivar la protesta. Todos ellos han tenido que desplazarse desde Rabat porque los jóvenes del comité rehúsan reunirse con el gobernador de El Aaiún, Mohamed Guilmouss, que a principios de mes, cuando apenas habían plantado un puñado de jaimas, les hizo, para que depusieran su actitud, varias promesas que no cumplió.
Tampoco debe de ser fácil negociar con ellos porque sus reivindicaciones son imprecisas. Tienen un marcado carácter social aunque cuando acusan a Marruecos de expoliar las riquezas del Sáhara adquieren tintes nacionalistas. Los eslóganes y símbolos del Polisario no afloran nunca.
La aparente vaguedad de sus exigencias contrasta con la buena organización del campamento de puertas para adentro donde una especie de policía se encarga de velar por el mantenimiento del orden.
El tono más duro el comunicado lo adopta para rebatir la versión oficial de la muerte, el pasado domingo, de un niño de 14 años a causa de los disparos de la Gendarmería marroquí a escasa distancia del campamento al que trataba de llegar para reunirse con su madre. Denuncia "el uso de munición de guerra contra civiles desarmados e inocentes".
El ministro-portavoz del Gobierno marroquí, Khalid Naciri, aseguró que desde el vehículo en el que viajaba el crío se efectuaron disparos contras las fuerzas del orden que, a su vez, abrieron fuego en legítima defensa, pero esta versión no ha sido recogida por la prensa española, según el ministro de Exteriores, Taieb Fassi-Fihri. "La corriente mediática española nos choca por su empeño en dañar más que en informar", afirmó.
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