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Bélgica fracasa de nuevo en la formación de un Gobierno

Los partidos intentan evitar nuevas elecciones después de tres meses de parálisis

El rey Alberto de Bélgica ha aceptado la dimisión de Eilo di Rupo, el socialista francófono encargado de llevar las conversaciones para formar un nuevo Gobierno en el país, tres meses después de las últimas elecciones. El monarca ha pedido ahora a los portavoces de ambas cámaras, la alta y la baja, que medien entre los partidos para reiniciar los contactos.

Di Rupo había estado intentando encontrar un punto medio entre las demandas soberanistas de los políticos flamencos , y las preocupaciones de sus homólogos francófonos, recelosos ante las consecuencias que para su región -Valonia, mucho más pobre- pudiera tener una mayor autonomía de Flandes. El dirigente del Partido Socialista de valonia era el segundo político al que el Rey había encargado la tarea de forjar un pacto de gobierno, después del fracaso de Bart De Wever, líder del partido separatista flamenco N-VA, que fue el auténtico vencedor de las elecciones de junio en número de escaños.

Más información
Nueva crisis política en Bélgica con la dimisión del Gobierno

Bélgica vive en la indefinición política más absoluta desde que en abril dimitió el Gobierno del flamenco Ives Leterme al encontrarse su coalición al borde del colapso, pero sus crisis es de orígenes mucho más profundos. El país lleva tres años sin contar con un Gobierno estable, en parte por las tensiones entre flamencos y valones por los derechos lingüísticos y políticos de los francófonos en las comunas del distrito neerlandófono de Bruselas-Hal-Vilvorde (BHV), que agrupa Bruselas, de amplia mayoría francófona, y una parte de su periferia situada en Flandes.que se iniciaron hace casi tres años.

Según la legislación vigente desde 1960, más de 100.000 francófonos que viven en 35 comunas de la provincia del Brabante flamenco pueden votar las listas electorales francófonas y acudir a los tribunales de justicia empleando su propia lengua. En seis de estas comunas en las que la población es mayoritariamente francófona, los ciudadanos pueden ejercitar otros derechos y recibir servicios públicos en francés.

Después de este nuevo fracaso en las negociaciones, la amenaza de elecciones sobrevuela el país en un momento en el que los ciudadanos se consideran más despegados que nunca de sus representantes pero en el que, al mismo tiempo, los mercados exigen gran estabilidad, un bien escaso en la política de la pequeña nación europea.

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