Geert Wilders, líder del populismo xenófobo de Holanda, queda fuera del futuro pacto gubernamental
Arrancan las negociaciones para formar una coalición de centro izquierda
Geert Wilders, líder populista xenófobo holandés, se ha quedado fuera de juego en su carrera hacia el poder. A pesar de haber obtenido 24 escaños (en un Parlamento de 150) en las elecciones del pasado junio, ha sido apartado de las negociaciones para formar la próxima coalición gubernamental. Él lo ha calificado de "escándalo y fraude a la democracia", pero los liberales de derecha, vencedores de los comicios, van a pactar con sus competidores directos, la socialdemocracia. También se sentarán a la mesa los liberales de izquierda y los Verdes.
Entre todos, tratarán de formar un gabinete de centro izquierda que presenta un problema añadido a este tipo de acuerdos dispares: sólo lo apoya un 8% de los votantes liberales de derecha. De todos modos, Mark Rutte, líder del grupo, asegura ver "posibilidades de acuerdo a pesar de nuestras evidentes diferencias".
Rutte hubiera preferido pactar con Wilders y con la democracia cristiana, gran derrotada en las generales. Esta última, sin embargo, ponía como condición que primero acercaran posiciones ambos líderes. Los democristianos han salido muy quemados de las elecciones, y preferían no verse convertidos en la facilitadores de un acuerdo con el Partido de la Libertad, del líder xenófobo. Al final, han dado tantas largas, que Rutte se ha visto obligado a explorar una coalición con la ideología en segundo plano. A partir de ahora, los recortes financieros, los impuestos y los límites que deberán imponerse al Estado de bienestar para paliar la crisis dominarán la agenda.
Como es habitual en esta fase de la formación de Gobierno en Holanda, la reina Beatriz ha nombrado un "informador". En este caso han sido dos, el liberal de derecha Uri Rosenthal, y el socialdemócrata Jacques Wallage. Su labor consistirá en mediar entre los cuatro partidos en liza para cerrar el trato lo antes posible. Si el intento fallara, Rutte deberá mirar de nuevo a su derecha y tratar de recuperar el diálogo con la democracia cristiana. El mayor problema es que contar con Wilders en el Ejecutivo podría dañar la imagen exterior de Holanda. Y ningún partido político quiere contribuir a ello.
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