Editoriales conjuntos
No me gustan. Los editoriales me gustan cada uno con su propia voz. Aunque luego las voces formen un coro. El texto unánime sufre en su credibilidad y en las marcas que deja sobre el territorio de los lectores. Los de dentro y los de fuera. Los de la unanimidad y los otros. No me voy a referir ahora al contenido, lo haré más adelante. Igual estoy de acuerdo. Pero no es el caso al menos en dos frases que no firmaría. La que lo encabeza: la dignidad de Cataluña. Sólo conozco la dignidad de los ciudadanos de cualquier país en general y naturalmente la dignidad de los catalanes en particular. Y luego la frase final, por razones más complejas que más abajo explicaré.
Regresemos al gesto unánime, antítesis de la expresión plural y variada, de la deliberación libre y racional de la que deben seguirse posiciones y decisiones. El periodismo no puede sentirse cómodo en este campo de juego en el que se convierte en puro instrumento de otros. Se dirá que ya lo es en muchas otras ocasiones: razón de más. Que los medios sean agentes políticos no significa que los periodistas aceptemos sumisamente que se nos convierta en instrumentos políticos.
Vamos ahora a las rayas marcadas sobre el territorio. “La práctica totalidad de los diarios cuya línea se determina en Catalunya”. ¿Por qué no ‘todos’? ¿Habrá algún periódico cuya línea se determine en Cataluña que no haya firmado el editorial? Pues sí: hay un editor en Barcelona que determina la línea de uno de los periódicos que se editan en Madrid, un periódico que milita contra el Estatut, algo que curiosamente es compatible con mantener la propiedad de un periódico que no tiene suficiente con este Estatut. Los otros periódicos y editores 'cuya línea...' quedan fuera, separados, segregados.
La frase final: “Si es necesario, la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable”. No está en el plano del análisis ni de la valoración. Más allá de la toma de posición, entra directamente en el terreno puro de la acción política. Como un partido. O mejor, una coalición de periódicos que mima a una coalición de partidos.
La advertencia es clara: en 1906 todos los partidos catalanes, desde los carlistas hasta los republicanos federales, se unieron en un potente movimiento que primero se movilizó en la calle y luego se presentó a las elecciones generales de 1907, obteniendo 41 de los 46 escaños catalanes. La Solidaritat Catalana surgió frente a la Ley de Jurisdicciones, que sometía los delitos de opinión a consejos de guerra formados por militares. El catalanismo de principios del siglo XX buscaba la unidad en un movimiento que quería modernizar y democratizar España.
Por tanto, ni la cruz ni la raya. Pero el resto, el fondo, podría llevar mi firma. Aunque hay que decir que los editoriales conjuntos son, ante todo, cuestión de formas.
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