El presidente Zelaya mantiene el pulso con el Ejército y el Parlamento en Honduras
Un grupo de diputados busca una fórmula para poder inhabilitar al mandatario.- Las tropas aún están desplegadas como medida de precaución
Si esto de Honduras es un golpe de Estado, es un golpe bien raro. El presidente Manuel Zelaya seguía este viernes en la Casa Presidencial, arropado por un reducido grupo de leales vestidos con camisetas rojas, pero cada vez más solo, abandonado ya por el Parlamento, la Corte Suprema, el Tribunal Supremo Electoral y hasta su propio partido. Por su parte, el jefe del Estado Mayor, el general Romeo Vásquez, también seguía en su puesto de mando, negándose a acatar su destitución, anunciada por el presidente el miércoles. Y, en medio, como siempre, los ciudadanos, que observan perplejos cómo los soldados siguen patrullando las calles de Tegucigalpa, pero sin saber por orden de quién ni para qué. Unas calles, eso sí, que lucían este viernes más vacías de lo habitual. Nadie sabe si despidiendo a un golpe que no fue o esperando a uno que todavía no ha llegado.
La Casa Presidencial está en la avenida Juan Pablo II. La puerta está custodiada por un discreto retén militar. Uno de los oficiales franquea la entrada al periodista sin demasiados requisitos. Incluso acepta de buen humor una ligera consulta. ¿Ustedes están aquí para proteger al presidente o para impedir que salga? "Nosotros estamos aquí cumpliendo órdenes". ¿Del presidente Zelaya o del general Vásquez? "De la autoridad, siempre de la autoridad". ¿Pero quién es la autoridad en estos momentos...? El militar se sonríe, baja la voz y en tono de guasa responde: "Si usted consigue enterarse, no se olvide de decírmelo".
Pese a la tensión que seguía respirándose en el ambiente y, sobre todo, en los distintos canales de televisión -cada uno jalando fuerte hacia el lado de sus intereses-, la de este viernes fue una jornada tranquila comparada con la del jueves. Hasta el propio general Vásquez reconoció que la situación llegó a estar tan tensa ese día que "pudo desembocar en violencia, con heridos y muertos". Todo empezó a descontrolarse cuando el presidente Zelaya anunció la destitución del general y éste no aceptó. El motivo del desencuentro fue la pretensión del presidente de convocar, para el domingo, un referéndum para preguntar a la ciudadanía si están de acuerdo en reformar la Constitución. Según la oposición, el único interés de Zelaya es abrir la puerta a la reelección para perpetuarse en el poder a la manera de su principal aliado en la zona, el presidente venezolano Hugo Chávez.
Lo cierto es que, cuando el presidente le pidió al general que le ayudara con la organización del referéndum, éste se negó alegando que el Parlamento acababa de aprobar una ley que prohíbe expresamente la celebración de consultas populares 180 días antes o después de las elecciones generales -y las elecciones presidenciales y legislativas están previstas para el próximo mes de noviembre-. El presidente Manuel Zelaya destituyó entonces al general y éste volvió a decir que no, que seguiría en su puesto. A partir de ahí se desembocaron los acontecimientos.
Lo más curioso -al menos observado desde la distancia- es que en ese momento todos los protagonistas empezaron a actuar con los papeles cambiados. La Corte Suprema, el Tribunal Supremo Electoral y hasta el Parlamento no cerraron filas en torno al presidente democráticamente elegido, sino que, por el contrario, arroparon al general insurrecto. Incluso un grupo de parlamentarios está valorando la posibilidad de inhabilitar al presidente. A Zelaya, por tanto, no le quedaba otra opción que huir hacia atrás o hacia delante. Y, de acuerdo con su carácter, decidió atacar. El presidente llamó a los suyos y se dirigió en caravana hasta una base militar donde estaban custodiadas las urnas electorales para quitárselas a los militares. Y éstos, por orden no se sabe de quién, empezaron a patrullar las calles para evitar que los partidarios del presidente cometieran tropelías. La sangre, afortunadamente, no llegó al río.
Así las cosas, Honduras se encontraba en el limbo. Recuperándose del susto del jueves y pendiente de lo que pueda suceder el domingo, porque el presidente Zelaya mantiene su convocatoria para el referéndum del domingo. Ante la negativa del Ejército, será la policía quien vele por el desarrollo de las votaciones. Desde sus respectivos despachos, el presidente y el general se dirigieron a la población. Los dos hablaron de respeto y pronunciaron muchas veces la palabra "patria".
Pero los ciudadanos, a pesar de los mensajes de uno y otro, siguieron encerrados en sus casas, abastecidos de comida y de gasolina, sin abrir sus negocios ni sacar a sus críos a la calle. Tal vez presintiendo, como advertía la letra de aquella vieja canción, que el abuso de esa palabra no es presagio de nada bueno: "Cada vez que dicen patria, pienso en el pueblo y me pongo a temblar".
La UE pide que se respete la democracia
La comisaria europea de Asuntos Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, pidió hoy que todas las partes implicadas en la crisis de Honduras mantengan la calma y aseguren el respeto del orden democrático del país y el Estado de derecho.
Ferrero-Waldner manifestó en un comunicado su "profunda preocupación" por la crisis política hondureña, causada por la disputa en torno a una consulta sobre la reforma de la Constitución para permitir la reelección del presidente.
"Estamos siguiendo de cerca la situación", afirmó la comisaria, quien pidió que todas las partes "mantengan la calma y respeten el Estado de derecho y el orden democrático del país".
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