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Reportaje:

La ciudad de la desconfianza

La llamada a la paz del Papa no convence a los fieles de las tres religiones monoteístas de Jerusalén que conviven entre el recelo, pistolas y controles

Un joven colono judío con la pistola cargada y el dedo en el gatillo otea desde la azotea de su casa en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Debajo hay peregrinos españoles rebosantes de fe, devotas cristianas ortodoxas que lloran cuando besan la piedra de la unción de Jesús de Nazaret, mujeres israelíes con pelucas que oran con el rostro incrustado en la Torá, etíopes cristianos adoradores del emperador Haile Selassie, madres palestinas que miran al cielo y piden clemencia a Alá. Adoradores todos de sus dioses, que se cruzan en las callejuelas y se separan en los templos y que tienen visiones contrapuestas sobre la llegada de Benedicto XVI a Jerusalén , la ciudad que venera las tres religiones monoteístas.

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Juntos, pero divididos, aferrándose a su púlpito, desconfiando los unos de los otros, la llamada a la paz del Papa no acaba de convencerles mucho. Como a Bajshe, una mujer palestina de 75 años: "Lo del Papa está bien, pero Alá es Alá", dice. ¿Traerá la paz a Oriente Próximo? "No lo sé, pero la situación aquí es muy mala, los judíos nos disparan".

Al otro lado de la frontera invisible que divide a musulmanes y judíos en la Ciudad Vieja, Sara, una soldado israelí entre los 80.000 encargados de velar por la seguridad del Papa, frunce el ceño cuando se le pregunta por la visita. Como muchos judíos, no ve con buenos ojos que Benedicto XVI vaya a visitar el Muro de las Lamentaciones pertrechado con la cruz romana.

Junto al muro, Moses Tenza, barbudo pelirrojo y aspirante a rabino, de 23 años, es algo más conciliador, pero piensa que la receta para acabar con los conflictos en esta volátil región es más religión. "Todos somos pequeños en este mundo, sólo Dios es grande. No es importante creer en el Antiguo Testamento o el Nuevo, lo importante es creer". Tenza cree que es necesaria una alianza entre cristianos y judíos, pero a los musulmanes ni los cita. "A los judíos no nos gusta sentir que estamos luchando contra el Papa".

La alianza judeo-cristiana también ronda la cabeza de la católica María, una médica de León, miembro del Camino Neocatecumenal, que ha venido en peregrinaje con 2.000 jóvenes españoles. "Esto no es una guerra entre religiones, es una guerra política. Las tres religiones han convivido siempre aquí, ¿pero qué podemos hacer si los palestinos están gobernados por terroristas o afines?", pregunta.

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Kiko Argüello, fundador del Camino, no se pierde ningún viaje papal, y el viernes se reunirá con sus kikos, que este lunes amenizaban las largas colas ante los controles de seguridad israelíes de la Ciudad Vieja con cánticos y aleluyas. Dentro del Santo Sepulcro, decenas de neocatecumenistas polacos hacen oír su voz.

Fuera, en la fachada del Santo Sepulcro, descansaban tres cruces de tamaño calvario que dejan aparcadas los peregrinos después de transitar la Vía Dolorosa. Las autoridades calculan que la visita del Papa traerá 15.000 peregrinos a Tierra Santa, lo que además, estiman, reportará unos beneficios turísticos de 22,5 millones de dólares al Estado.

No lejos de allí, Bob Kunst, líder de un grupo de radicales judíos estadounidenses e israelíes, protesta con pancartas como "Fuera tus manos de Jerusalén". "¡No hay nada que negociar, ni Hoja de Ruta ni propuestas saudíes! Es un mensaje para la ONU, el Papa, la UE, Obama y Hillary Clinton. No podemos tener dos Estados". El grupo exige la devolución del candelabro y las escrituras judías que, según ellos, el Vaticano tiene en sus sótanos desde que se lo llevó el emperador Tito hace 2.000 años.

Kifa, un comerciante musulmán del zoco, se queja de que judíos y cristianos hagan frente común. "El Papa está más cerca de los judíos que de los musulmanes", aunque dice que, "en Jerusalén católicos y musulmanes nos llevamos bien". El 80% de los cristianos que viven en Israel son árabes y la mayoría viven sometidos a las mismas restricciones que los musulmanes palestinos. Tal vez por eso, Kifa se aferra a la esperanza. "Espero que traiga la paz. Cuando Juan Pablo II vino en 2000, poco después surgió la segunda Intifada, espero que esta vez sea distinto". Lo mismo que Rana, una dulce abuela palestina. ¿Habrá paz? "¡Inshallá!", dice sentada en el salón de su casa mirando a sus nietos.

El Papa ora en la Iglesia del Santo Sepulcro donde, según la tradición, Cristo fue enterrado
El Papa ora en la Iglesia del Santo Sepulcro donde, según la tradición, Cristo fue enterradoEFE

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