Móviles que desunen
Sexta entrega del diario de la enviada especial de EL PAÍS a Bagdad
No hay iraquí que no tenga dos o tres móviles en el bolsillo. Eso, como mínimo. Incluso más, si tiene negocios en distintas regiones del país. Cierto que con las líneas terrestres destruidas por los bombardeos estadounidenses (y aún pendientes de arreglar), los iraquíes abrazaron esos aparatos con pasión. Pero disponer de varios no constituye ni una exhibición de posibles ni un signo de fetichismo. De alguna manera, las diversas compañías proveedoras de telefonía móvil reflejan la propia división de los iraquíes en comunidades. Es aquello de juntos, pero no revueltos.
Para empezar, las empresas que lograron las primeras concesiones para las regiones del sur, el centro-oeste y el Kurdistán, establecieron redes no sólo independientes sino incompatibles. Así, cuando las distintas zonas se abrieron a la competición, ya se había creado una práctica de sólo poder usar cada móvil para llamar a los de su misma compañía y región geográfica.
Encima, en vez de compartir las infraestructuras, cada una montó sus propios postes, lo que dificulta las conexiones. No es inalcanzable hablar con un móvil de otra compañía distinta a la de uno, pero sí más difícil. Lo que sigue siendo misión imposible es enganchar con los móviles kurdos desde números del resto del país. Es más fácil llamar a Madrid.
Como además las tarifas siempre son más baratas si se llama dentro de la misma compañía, muchos iraquíes optan por disponer de un número con cada una de ellas. En las tarjetas de visita, en lugar de los típicos "oficina, fax y casa", figuran Iraqna, Asiacell, etc. Es también una forma de asegurarse que están comunicados. Las redes fallan tan a menudo que cuando una no les da cobertura, pueden intentarlo con la otra. Siempre que enganchen, ya que una de las peculiaridades locales es que ni el tono de llamada, ni la grabación de desconectado o fuera de cobertura, significan nada. Aún así, mi jefe siempre consigue localizarme.
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