La teoría no siempre vale para Argentina
En teoría, Argentina está en una posición privilegiada para hacer frente a la crisis económica mundial. Tras un crecimiento en torno al 9% anual durante cinco años consecutivos, una posible desaceleración, por fuerte que sea y salvo catástrofe, dejará en cualquier caso un crecimiento muy por encima de la media de la región. Además, los precios internacionales de materias primas como soja o carne, de los que Argentina es uno de los mayores exportadores mundiales, son cada vez mayores y garantizan una entrada de miles de millones de dólares en las arcas argentinas, lo que otorga un amplio margen a las autoridades para capear las dificultades que puedan sobrevenir.
Pero sucede que la negativa del Gobierno de los Kirchner a reconocer lo que comenzó siendo una tendencia inflacionista ha derivado en un grave problema económico, que a su vez ha influido decisivamente en el apoyo de las ciudades a los productores agropecuarios en el mayor conflicto político vivido en el país desde la catástrofe económica e institucional de 2001-2002, cuando el PIB nacional se hundió 25 puntos en un año y en una sola semana hubo cinco presidentes del país. Mientras la inflación real supera ya el 30% anual, los organismos gubernamentales la siguen situando en torno al 8%, falseando de esta manera otros guarismos con los que se mide la situación económica real del país, como el número de pobres o el desempleo.
La pérdida estrepitosa de poder adquisitivo ha provocado un descenso del consumo que vuelve a ser negado por el Gobierno.
Los argentinos se refugian cada vez más en el dólar, mientras el Banco Central se ve obligado a vender cada vez más divisas estadounidenses para lograr que la moneda nacional siga baja y poder de esta manera fomentar las exportaciones... para recaudar más a través de las polémicas retenciones origen de la huelga del campo.
Esta incertidumbre, y la inseguridad jurídica que denuncian las empresas extranjeras afincadas en Argentina, unida a la crisis mundial, ha provocado una ausencia alarmante de inversión foránea en el país, que ve cómo la inmensa mayoría de estas inversiones va a parar a Brasil, Chile e incluso Perú.
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