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Reportaje:

Los monjes tienen éxito donde falla la Junta Militar birmana

Miles de damnificados del ciclón Nargis acuden a los monjes en busca de consuelo y suministros, ante la poca ayuda del Gobierno y las restricciones a los esfuerzos internacionales

Un grupo de monjes budistas recorre las calles de Yangón
Un grupo de monjes budistas recorre las calles de YangónAP

Chapotean por horas a lo largo de ríos desbordados, o llevan en sus espaldas a sus familiares enfermos en medio del barro y la lluvia. Viajan kilómetros para llegar a la única fuente de ayuda en la que pueden confiar: los monjes budistas.

En una clínica improvisada en Kun Wan, en el delta de Irrawaddy al sur de Yangón, centenares de pobladores damnificados por el ciclón Nargis llegan cada día en busca de la ayuda que no han recibido del Gobierno o de las organizaciones internacionales, según informa The New York Times.

Desde que el Nargis asolara esta zona costera del país, los birmanos se han estado acercando cada vez más a los monjes, y alienándose en la misma medida de la junta gobernante, una mala señal para un Gobierno que contrarrestó violentamente la protesta de miles de monjes que tomaron las calles el pasado septiembre para llamar la atención de los generales para que mejoren las pobres condiciones de los birmanos.

El ciclón del 3 de mayo dejó más de 134.000 muertos o desaparecidos mientras unos 2,4 millones de personas lo perdieron prácticamente todo. Esta semana, algunos de ellos que habían conseguido refugiarse en los monasterios o se habían asentado en los caminos fueron desplazados otra vez, por orden de la Junta Militar, que quiere que no sigan avergonzando su gestión del desastre y les ha obligado a volver a sus pueblos "para que los reconstruyan". Ayer, miembros de Naciones Unidas pudieron comprobar que los refugiados también estaban siendo expulsados de los campos manejados por el Gobierno.

Los supervivientes han perdido sus casas y se hallan expuestos a los elementos de la naturaleza, mientras la ayuda exterior llega a cuenta gotas debido a las restricciones impuestas por los militares, casi un mes después del desastre.

En una escena que no se ve de parte de la junta gobernante, una caravana de camiones con suministros, liderada por monjes budistas, pasó por los pueblos destruidos en el delta y decenas de niños hambrientos y madres damnificadas se inclinaban a modo de súplica y respeto. "Cuando veo a esa gente, quiero llorar", afirma Sitagu Sayadaw, quien, con sus 71 años, es uno de los monjes más respetados de Myanmar. Pueblo tras pueblo, es claro quien está ganando el corazón de la gente. Hubo monjes que murieron durante la tormenta, y ahora, otros consuelan a los supervivientes compartiendo lo poco que tienen, cuenta el Times.

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Con lágrimas en los ojos, Thi Dar, de 45 años, junta sus manos en respeto y se inclina ante el primer monje que ve en la clínica en este pueblo y le cuenta su historia. Los ocho miembros de su familia murieron durante el ciclón. Ya no tiene a nadie y piensa en suicidarse. Hace unos días, llegó la noticia a su devastado pueblo que un monje había abierto una clínica a pocos kilómetros río arriba, por lo que esta semana se levantó temprano y fue hasta allí en el primer bote.

"En toda mi vida nunca he visto un hospital", cuenta, "por eso vine hasta donde estaba el monje. No sé donde está la oficina del Gobierno. No puedo comprar nada en el mercado porque perdí todo en el ciclón".

Nay Lin, un médico voluntario en la clínica, uno de los seis refugios de emergencia instalados en el delta, afirma que los pacientes sufren de infecciones, dolores abdominales y vómitos. También necesitan consuelo debido a los traumas, la ansiedad y la depresión por sus pérdidas, familiares y materiales.

Mientras llueven las críticas en contra del Gobierno por obstruir los esfuerzos de ayuda humanitaria, los monasterios budistas, tradicionales centros de autoridad moral en la mayoría de los pueblos, se han erigido como la única institución en donde la gente puede pedir ayuda. Los pocos monasterios que han quedado en pie están a rebosar. La gente que puede ayudar recurre a ellos con donaciones o como voluntarios.

Camiones con arroz, judías, cebollas, ropa, lonas y utensilios de cocina, donados de todas partes del país, llegan al Centro Internacional de Misionarios Budistas en Yangón cada mañana. Cada día, poco después del amanecer, una caravana de camiones o barcazas en el río Yangón parte hacia el delta, con ayuda y voluntarios.

"El papel de los monjes es ahora más importante que nunca", afirma Ar Sein, un monje de 46 años de That Kyar en el delta. "En tiempos de inmenso sufrimiento como estos, la gente no tiene donde acudir excepto a los monjes".

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