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Los errores nucleares de Florida

En la central de Turkey Point, cercana a Miami y causante del último gran apagón, también duermen los empleados

Un apagón monumental en el sur de Florida (EE UU) dejó el pasado 26 de febrero sin luz durante unas horas a casi cuatro millones de personas. En determinados momentos se rozó el pánico ante el temor, ya habitual en Estados Unidos, a un nuevo ataque terrorista. Gente encerrada en los ascensores, luces de emergencia en los hospitales o un repentino caos de tráfico no tenían una justificación a primera vista en un primer mundo que vive en plena crisis económica, aunque no tan fulminante.

La falta de explicaciones iniciales de la Florida Power Light (FPL), la única compañía de electricidad que abastece el Estado, obligó incluso a las autoridades a comparecer rápidamente ante los medios de comunicación para tranquilizar a la población y decir que no había existido ningún ataque, que se trataba de un fallo técnico o humano.

Todo el mundo pareció respirar y no le dio importancia al dato: "Los sistemas de seguridad han funcionado y ante el problema se han apagado los dos reactores nucleares de la central de Turkey Point". Y se apagó todo.

Alguien recordó que entre los objetivos de Fidel Castro en caso de guerra con Estados Unidos siempre figuró atacar esta central, a apenas 120 millas de La Habana.

No se detectaron fugas —oficialmente—. Pero el peligro existe y muchos se han enterado, con motivo del apagón, de que tienen energía nuclear al borde de su urbanización.

La central de Turkey Point, una del casi centenar existente en Estados Unidos, ocupa 13 kilómetros cuadrados, apenas 40 al sur de Miami, y a sólo tres al este de Homestead, el último municipio del Condado Miami Dade en zona continental antes de los cayos. Está casi pegada a la base aérea militar y al circuito automovilístico donde se disputan pruebas de la fórmula Indy y Nascar a velocidades "casi nucleares".

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La central, que tardó varios días en recuperarse del apagón, se encuentra situada al borde del mar; limita al norte con el parque nacional Biscayne y al sur, con el Ocean Reef Club, una de las urbanizaciones más lujosas de la zona. Paraíso de los submarinistas, tiene incluso aeropuerto privado. Es la parte norte de Cayo Largo, el primero de los que siguen hacia el suroeste: Tavernier, Islamorada y Maratón, hasta el último, Key West, el Cayo Hueso para los cubanos, a sólo 90 millas de la isla.

La FPL tardó demasiado tiempo en aclarar lo sucedido en febrero y las críticas se sucedieron, pero nadie se volvió a acordar de los reactores nucleares. Incluso las razones completas del apagón y sus consecuencias nunca quedaron del todo claras. Aún no se ha conocido el informe oficial, para cuya redacción se necesitaban dos meses como mínimo. Al cabo de cuatro días, se echó la culpa a un ingeniero no identificado, que supuestamente estaba averiguando por qué funcionaba mal un interruptor en la subestación de West Dade, mucho más al norte. Durante su trabajo desactivó dos niveles de protección, pero sólo tenía autorización para hacerlo en uno. Cuando pidió a otro centro, según dijo la FPL, que probaran lo que había hecho, se produjo un cortocircuito. Con esta versión se confirmarían las primeras informaciones de que se había declarado un incendio. Hubo una caída de voltaje instantánea que se propagó rápidamente por la red, hizo caer 29 líneas de transmisión, 38 subestaciones más, cinco plantas eléctricas y los dos reactores nucleares de Turkey Point.

Dawn Shirrefs, representante para el sur de Florida de la Clean Water Action, declaró entonces: "La idea de que resulta tan fácil desconectar niveles de protección de nuestros reactores nucleares es algo que asusta".

Menos de un mes y medio después, el 10 de abril, la Comisión Reguladora Nuclear (NRC) propuso multar con 130.000 dólares a la FPL porque varios guardias de seguridad privados se quedaron dormidos mientras trabajaban. "En varias ocasiones entre 2004 y 2006 desatendieron sus deberes voluntariamente o vigilaron para que otros pudieran desatenderlos", decía eufemísticamente la carta de la comisión de la NRC a la FPL. No era la primera vez que sucedía algo parecido en Estados Unidos. En la central de Pilgrim, en Plymount Rock (Massachusetts), ocurrió otro problema de "sueño vigilante" en octubre de 2004.

A primeros de año, la FPL pagó ya 208.000 dólares de multa —78.000 más—, esa vez porque los guardias habían quitado los percutores a sus armas. Siempre la importancia de las armas, pero sin cuestionar la seguridad que ofrecen dos reactores nucleares a merced de ingenieros que se saltan los controles o con empleados dormidos que, si difícilmente pueden vigilar fallos internos de la central, mucho menos lo harán ante hipotéticos atentados.

La FPL, pese a sus errores, solicitó en octubre de 2007 permiso para incorporar dos reactores más a la central de Turkey Point. La compañía eléctrica, que tiene el monopolio en Florida, ha sido durísimamente criticada siempre que se producen destrozos por huracanes o simples tormentas tropicales.

Con los desastres naturales se pone en evidencia la endémica falta de infraestructuras, incluida la negativa a invertir en soterrar las líneas eléctricas por mucho que exista problema de inundaciones. El derribo de líneas provoca los subsiguientes retrasos en las reparaciones, pero el recibo de la luz y las molestias siempre han ido en aumento. No ha habido huracanes desde 2005, cuando el Katrina y el Wilma azotaron el sur de Florida. Pero, según la Comisión de Servicio Público (PSC), aunque en 2007 hubo menos apagones que en 2006 (secuelas de 2005), la fiabilidad del sistema eléctrico es aun peor que hace tres años. Nuclearmente hablando.

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