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Reportaje:

La matanza que pudo ser

La policía consigue evitar una masacre similar a la de la Universidad Virginia Tech al detener en Miami al joven Calin Chi Wong, que planeaba emularla

El surcoreano Cho Seng Hui, de 23 años, mató el 16 de abril de 2007 a 32 estudiantes y profesores de la Universidad Virginia Tech, en EE UU, antes de suicidarse. El chino Calin Chi Wong, de 20, pensaba hacer lo mismo en Miami, una ciudad en la que el índice de asesinatos y robos a mano armada ha aumentado a niveles que no se conocían desde la época del Miami Vice con la droga.

Wong fue detenido dos veces; la primera quedó libre bajo fianza, pese a tener un arsenal de armas en su casa y la segunda, ya con cargos federales, por hacer hasta 20 amenazas por Internet en un solo año. Ayer debía comparecer ante el juez.

Wong se trasladó en diciembre pasado desde Oregón a Homestead, una zona al sur de Miami, camino de los cayos, donde su familia tiene un restaurante, China King. El joven, con el seudónimo Thehumanabc, hizo amenazas en el sitio AR15.com de aficionados a las armas de fuego como éstas: "Hace aproximadamente un año aquel joven llamado Cho disparó en la Universidad Virginia Tech porque nadie le creía. Yo estoy a punto de hacer lo mismo. Me parece que no tengo otra opción que repetirlo..." "Estoy a punto. No parecerá una amenaza, pero otros no querrán que ocurra de nuevo. Nunca se deben burlar de las personas que son diferentes a los demás".

Uno de los usuarios de AR15.com le respondió: "Te voy a denunciar a las autoridades de tu zona y te voy a bloquear. Por favor, no me contactes de nuevo". No era la primera vez que alguien le bloqueaba por sus negocios ilegales de compra-venta de armas. Él mismo incluso había denunciado una estafa de 800 dólares al intentar comprar un arma por Internet.

Cuando la policía de Homestead entró en su casa, en el mismo salón encontraron una armería completa: cuatro fusiles AK-47, dos rifles de francotirador, siete pistolas semiautomáticas y más de 5.000 balas de distinto calibre. Las había para penetrar chalecos antibalas y hasta para derribar aviones o inmovilizar carros de combate.

Wong se defendió argumentando que estaba haciendo negocio con ellas, lo mismo que pensaban sus padres. Al día siguiente de ser arrestado salió bajo fianza de 7.500 dólares. La policía empezó a investigar si había comprado las armas ilegalmente o si las vendía sin licencia, incluso a través de la Red. Todo iba a quedar en un asunto menor de fraude mercantil. "Lamentablemente, según la ley vigente, un ciudadano puede tener todas las armas que quiera", reconoció uno de los policías.

Pero Wong fue detenido de nuevo, esta vez por detectives federales, a instancias de la fiscalía de Miami, por sus amenazas en Internet. La policía de Oregón había enviado por fax todos los detalles. Sus padres dijeron desconocer sus intenciones.

Lo sorprendente, una vez más, es que distintos estamentos se han empezado a lamentar ya de que al joven no se le habían hecho exámenes psicológicos. En su caso, aunque tuvieran que detenerlo dos veces, al menos no se ha criticado a la policía por llegar tarde a una matanza.

El mismo día de la segunda detención de Wong, el Gobierno de Florida reconoció que, tras varios años de descenso de la criminalidad, en 2007 aumentaron los asesinatos con armas de fuego un 11,5% y los robos a mano armada, un 25%. Sólo bajaron los asaltos sexuales, un 3,1%. El uso de armas es cada vez más indiscriminado por la facilidad para hacerse con ellas.

El actor Charlton Heston, fallecido el domingo, ya no se enteró por su enfermedad de la masacre de Cho. Hace años que no presidía la Asociación Nacional del Rifle (NRA), pero la poderosa organización y los fabricantes de armas siguen su negocio. En Miami, tras ser asesinados dos policías a finales de 2007 con AK-47, antes de plantear la prohibición de vender estas armas ya de guerra —ni siquiera de caza— incluso se pensó en armar aún más a los policías. La Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense, hecha cuando la vida era muy distinta y mucho más dura en los comienzos de Estados Unidos, permite el uso de armas de una forma tan laxa que sólo se entiende su mantenimiento por las presiones del establishment armamentístico.

Mientras en todo el mundo hace mucho tiempo que se encontró la receta para evitar tamañas tragedias —no vender armas como tila en los herbolarios—, la escalada armamentística continúa en Estados Unidos.

Cincuenta senadores, la NRA y el Gobierno de George W. Bush estudian anular la restricción de llevar armas cargadas a los Parques Nacionales. Y en Miami, se plantean dejar a todo el que vaya a su trabajo portar armas en los coches.

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