"Somos madres desesperadas"
Las prostitutas de la ciudad boliviana de El Alto, en huelga de hambre por el acoso de los vecinos, negocian con el Gobierno una mejora de sus condiciones
Las prostitutas de la ciudad boliviana de El Alto están dispuestas a cambiar de profesión si el Gobierno les da la oportunidad; de lo contrario, reanudarán esta semana su actividad en las calles, pero sin los preceptivos controles médicos semanales, en respuesta al hostigamiento de los grupos de vecinos que en los últimos días han destruido sus locales y a lo que consideran falta de protección de sus derechos ciudadanos.
La presidenta de un colectivo que agrupa a unas 500 meretrices de El Alto, Lilia Cortés, advirtió que, si no se alcanzan acuerdos con las autoridades esta semana, la negativa a someterse a controles sanitarios se extenderá a otras ciudades. "Ya tenemos el apoyo de las compañeras de Cochabamba", asegura Cortés.
Las prostitutas de la ciudad dormitorio de El Alto, la tercera más poblada del país, comenzaron la pasada semana una exhaustiva huelga de hambre; en señal de protesta, algunas incluso se cosieron los labios y otras escribieron con su sangre los lemas de su demanda, después de que un grupo enardecido de madres, estudiantes, dirigentes vecinales y habitantes de la ciudad incendiaran y destruyeran decenas de bares, cantinas y prostíbulos para mostrar a las autoridades que la población está cansada de la inseguridad ciudadana, la delincuencia y el alcoholismo.
Por el momento, la huelga de hambre de las prostitutas ha sido suspendida momentáneamente ante la posibilidad de un acuerdo en las reuniones mantenidas con el alcalde, Fanor Nava, y los dirigentes de las Juntas Vecinales y la Central Obrera Regional.
A la audiencia pública del pasado viernes no asistieron los parlamentarios, por lo que ha sido aplazada para el martes. "Estamos dispuestas al cambio, si nos dan esa oportunidad", declaró Cortés en una entrevista telefónica. "Nosotras también somos madres y madres desesperadas, porque nos están negando nuestro derecho al trabajo y a ganarnos la vida; somos parte de la sociedad y tenemos derechos", recuerda con énfasis.
Después, en tono conciliador pero con voz aún bronca, añade: "Si no quieren prostitutas, que nos capaciten, que el Gobierno mantenga a nuestros hijos mientras nosotras estudiamos y después que el mismo Gobierno nos garantice fuentes de trabajo".
En respuesta a la consigna gubernamental Bolivia cambia, Evo cumple que se difunde por todos los medios de comunicación, la presidenta de las meretrices de todo el país, Yuli Pérez, ha reiterado la voluntad de cambio y de superación del colectivo.
"Tenemos los mismos derechos que los demás ciudadanos, pero no hemos tenido las mismas oportunidades. Que nos den esta oportunidad y ya veremos el cambio", dijo. Aclaró, además, que la meta son carreras de nivel superior y no oficios.
"Lo que queremos es que nos digan dónde trabajar. Estamos dispuestas, pero, eso sí, que no nos dejen en la pampa sin servicios de agua potable y electricidad, porque no lo aceptamos", matiza Cortés.
Uno de los puntos del proyecto de acuerdo es instalar prostíbulos en una zona específica de El Alto, una ciudad de 864.000 habitantes que se extiende en una vasta altiplanicie y en la que más de la mitad de la población no tiene acceso directo a los servicios básicos (luz, agua y alcantarillado).
La viceministra de Género, Evelyn Agreda, aseguró que el Gobierno está trabajando para generar empleos como solución al problema de las prostitutas, "temática que debe reducirse, pues no se trata de mantener o aumentar". Las aristas más espinosas del asunto quedan en manos de las alcaldías, encargadas de aplicar regulaciones específicas, como las sanitarias.
Según un estudio sobre este colectivo, a las 500 afiliadas de El Alto se suman otras tantas "independientes" que trabajan en salas de masaje, en las calles y alojamientos. La edad oscila entre los 13 y los 45 años y provienen de todas las regiones, urbanas y rurales.
Las más jóvenes pueden lograr ingresos entre 420 y 560 euros al mes. Las mayores tienen menos ingresos y no siempre eligen al cliente. El estudio menciona que muchas son víctimas de sus proxenetas, que las encierran y las obligan a cumplir con una cuota determinada. Los precios más bajos suelen alcanzar entre cinco y diez bolivianos (de medio a un euro), lo que obliga a las mayores a trabajar con mayor número de clientes.
Algunas mujeres optaron por esta actividad, básicamente nocturna, para poder atender a sus hijos, ayudarlos en sus deberes escolares y dejarlos dormidos antes de salir a trabajar. Entre ellas, hay casos de madres que han logrado financiar los estudios universitarios de sus hijos, según el estudio.
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