El Ejército colombiano detiene a Don Diego, el 'narco' más poderoso
El 'capo' figuraba en la lista de los 10 delincuentes más buscados por el FBI
Diego Montoya, Don Diego, el narcotraficante más poderoso del país, el más importante jefe del temido Cartel del Norte del Valle, ha sido capturado hoy por un comando especial del Ejército, apoyado por la fiscalía.
El operativo se desarrolló en una hacienda del llamado cañón de las garrapatas, un santuario de 20.000 hectáreas al noreste del departamento suroccidental del Valle.
El zar de la droga estaba con su madre, un tío y tres personas más; trató de huir pero fue encontrado en camiseta y ropa interior, escondido en un matorral. El Ejército logró eludir los anillos de seguridad del capo llegando al lugar en helicóptero y actuando rápidamente.
Según el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, el éxito del operativo, llamado Simeón, "una minuciosa labor de inteligencia" apoyada por varios informantes, permitió ubicar al hombre responsable del envío del 70% de la cocaína que sale de Colombia rumbo a EE UU y Europa.
Don Diego ha sido trasladado, en medio de estrictas medidas de seguridad, a Bogotá. En camiseta, con la cabeza gacha, se bajó del avión militar que lo condujo desde la ciudad de Cali. "Nada", fue lo único que respondió cuando los periodistas le preguntaron si quería decir algo.
Don Diego fue incluido en mayo de 2004 en la lista del FBI de los 10 hombres más buscados del mundo, junto al terrorista Osama Bin Laden. EE UU ofrecía cinco millones de dólares como recompensa por informaciones que llevaran a su escondite.
El operativo significa un éxito para el Ejército, cuestionado por el hecho de que este capo de capos había logrado infiltrarse en varias de sus estructuras. Por eso, Don Diego lograba eludir una y otra vez los cercos. La grave infiltración implica a oficiales y ex oficiales que formaron una red de protección al servicio del narcotraficante y ahora se preparaban para una acción relámpago con el objetivo de sacar de una cárcel de máxima seguridad a uno de los hermanos del mafioso, capturado a comienzos de este año.
Según el ministro, la detención de los implicados, que cortó de tajo la información que llegaba al narcotraficante sobre los movimientos del Ejército, fue vital para la operación.
Don Diego, de 49 años, empezó su actividad delictiva en los años noventa, al lado, entre otros, de Juan Carlos Ramírez, Chupeta, detenido el 20 de agosto pasado en Brasil. Las autoridades estadounidenses le acusan de haber enviado más de 1.000 toneladas de cocaína a su país desde puertos de Ecuador y México; también le imputan delitos de lavado de dinero. En Colombia afronta cargos por homicidio —más de 1.500 crímenes—, fraude, apoyo a los paramilitares y masacres. Se le vincula con la muerte, en 1991, de más de 100 campesinos en Trujillo, su pueblo natal.
Libró también una sangrienta guerra contra su gran enemigo, Wilber Varela Jabón, que en cuatro años dejó centenares de muertos. Don Diego ganó el pulso y se convirtió así en el capo de capos. Contra otro de sus enemigos poderosos, el comandante del frente occidental de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Pablo Catatumbo, también ha peleado en una batalla interminable, plagada de muertos.
Compra de un frente
Cuando fue incluido en la lista de los 10 más buscados por la justicia estadounidense, Don Diego intentó comprar un frente paramilitar para ampararse en la Ley de Justicia y Paz —que iniciaba el proceso de desmovilización de los paras—, como hicieron otros mafiosos.
Varias veces intentó acercarse al Gobierno de Álvaro Uribe para negociar con la justicia. En una de esas ocasiones utilizó de intermediaria a la Iglesia. Como moneda de cambio, ofreció desvelar las rutas de la cocaína que nutren a las FARC, la guerrilla más poderosa del país. Pero estos acercamientos tampoco prosperaron.
"Es un gran golpe que muestra que vamos en la dirección correcta" , dijo ayer el vicepresidente colombiano, Francisco Santos. El Gobierno espera ahora el fallo de la Corte Suprema de Justicia para extraditarlo a EE UU.
'Cocaína cero' con más cultivos
Algunos califican de desconcertante la política antidroga del Gobierno de Evo Morales: por una parte, admite el aumento de cocales —a los que no garantiza un destino legal— y, por otra, asegura una situación de cocaína cero mediante el control social de los propios productores de la hoja. Esta política tiene su corolario en la reacción de las autoridades gubernamentales ante los preocupantes informes emitidos por organismos internacionales.
El viceministro de Defensa Social y ex dirigente cocalero, Felipe Cáceres, resta importancia al incremento del 8% de los cultivos de coca, que considera "insignificante", pero señala como un acto hostil al Gobierno boliviano la anunciada decisión de Estados Unidos, su mayor aliado económico en la lucha contra el narcotráfico, de reducir el apoyo financiero en 2008. "Cualquier reducción lastima un poco el espíritu de cooperación entre países productores y consumidores", declaró a la prensa local el viceministro Cáceres.
El presidente boliviano ha pedido a la comunidad internacional que "tome en cuenta esta forma de cómo participar en la lucha contra el narcotráfico, respetando los derechos humanos, respetando la hoja de coca, pero también apostando por el desarrollo integral sostenible, planteándonos cómo industrializar la hoja de coca con fines benéficos para la humanidad, no para envenenar a nadie".
Por otra parte, la cooperación internacional en proyectos de desarrollo sostenible ha afrontado problemas en la región de Yungas, en La Paz, ante la presión de los sindicatos cocaleros para ampliar el cultivo de la hoja en detrimento de otros productos agrícolas
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.