No nos equivoquemos, es Cheney
El excelente Washington Post lo ha desarrollado en una serie de reportajes. Dick Cheney, el vicepresidente de Bush, es quien realmente manda. Su objetivo mayor, ensanchar cuanto más mejor los poderes del presidente. Que son luego sus poderes de Darth Vader en la sombra. Cuando se acerca el final de esta presidencia catastrófica (faltan todavía 18 meses) va quedando todo más claro. Pero Cheney tenía también su Cheney: se llama Lewis Libby, alias Scooter, y tuvo que dimitir, comparecer a juicio y recibir una condena de 30 meses por mentir a la policía y a los jueces en el famoso caso de la agente de la CIA Valerie Plame, cuya identidad desveló por venganza la Casa Blanca, en flagrante transgresión de la ley. Bush le ha conmutado la pena, que es una forma de conmutársela al vicepresidente y a sí mismo. Era el primer neocon que iba a ingresar en prisión. No es extraño que la imagen del presidente esté bajo mínimos. Ni que la imagen de Estados Unidos en el mundo ande por los suelos, según una encuesta del Pew Research Center. Sobre todo esto versa la columna que sale hoy en las páginas de Internacional y que he titulado “El pollo descabezado”. Esta nota sirve, principalmente, para que los lectores puedan contar con los enlaces de los documentos que cito. Gracias por leerme.
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