Todo se juega sobre el carácter
Liquidadas las ideologías, fumigados los programas, quedan los rostros, los gestos, las frases y, sobre todo, el carácter. La política vive ya en la esfera teatral, donde vence la intensidad de una actuación, la pasión con que el actor sabe asumir su papel y llega a encarnar y transmitir sobre las tablas los sentimientos y las ideas que cruzan por la mente del personaje. Las crónicas del relevo que se ha producido esta semana en el número 10 de Downing Street nos llevan todas al mismo punto. Convertida la política en espectáculo son los mejores actores quienes alcanzan el triunfo. Ahora se ha ido uno de ellos, quizás el mejor de toda una época, lo cual no significa que haya sido ni el mejor primer ministro de su país ni siquiera de los mejores. El mejor actor sí, y además un hombre seducido por su propia retórica, según feliz expresión de David Runciman en el Financial Times.
Y ello explica que los analistas se esmeren en estudiar el carácter de quien le sucede. Gordon Brown aparece como un personaje tan complejo como Blair, pero quizás más frágil y autoritario y menos brillante y arriesgado. Runciman cree que sus rivales jugarán a fondo con su instinto conservador para hacerle caer. Le ha costado mucho llegar y ha sido mediante un pulso con quien fue su socio y compañero en la aventura del New Labour y ha terminado siendo su rival y finalmente víctima. Su vértigo ante la hipótesis de una inmediata derrota le puede llevar a cometer errores. David Cameron, el líder tory, estará muy atento.
También las próximas elecciones españolas pueden jugarse sobre el carácter de los candidatos. El Partido Popular intentará incluso que se juegue sobre el carácter de un solo candidato, el incumbente, como se dice en inglés. Ofrecerá casi sin dudas un tándem, que se vislumbra desde ayer por la tarde, formado por Rajoy y Rato, lo que significa un equipo bien trabado y un excelente candidato de repuesto para el caso de derrota, y dibujará enfrente la personificación de la ligereza y de la inseguridad en el presidente del Gobierno. Nadie hablará del carácter de los dos primeros, pero ellos intentarán que todos hablen de la escasa personalidad del segundo. Este movimiento en el tablero, una jugada táctica inteligente, exige una respuesta que esté a la altura. Si se produce la comentaremos. Si no, también.
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