Lula advierte de que las acusaciones de corrupción intentan evitar su reelección
Primera intervención del mandatario brasileño sobre las denuncias de Jefferson en el Parlamento
Por primera vez desde que el diputado y presidente del Partido del Trabajo de Brasil (PTB), Roberto Jefferson, lanzó sus acusaciones sobre presuntas corrupciones en el seno del Gobierno brasileño y del Partido de los Trabajadores (PT), el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, se pronunció el martes públicamente sobre el asunto. Lo hizo en la localidad de Luziánia, en Goiás, con motivo del Congreso de Cooperativas de Agricultura Familiar. "Pensaron que mi Gobierno iba a ser un fracaso y ahora empiezan a temer mi reelección", argumentó al intentar explicar las denuncias contra su partido.
Visiblemente emocionado y tras haber recordado que proviene de una familia humilde en la que sus padres eran analfabetos, afirmó con énfasis: "Nadie en este país tiene más autoridad moral y ética que yo para hacer lo que hay que hacer". Y añadió: "A tener vergüenza en la cara se aprende sólo en casa", y afirmó que a él se lo había enseñado su familia.
Aunque Roberto Jefferson exculpó a Lula en sus acusaciones de corrupción, una parte de la oposición se pregunta cómo no podía saber lo que hacía su brazo derecho, José Dirceu, a quien acaba de retirar del Gobierno y de quien se afirmaba que "no daba un paso sin que lo supiera el presidente".
El presidente animó el martes a la prensa a continuar investigando la corrupción, pero le recordó también que ningún otro Gobierno en este país había hecho ni un 20% de lo que lleva hecho ya el suyo contra la corrupción tras haber detenido a 1.290 personas. Fue duro cuando afirmó: "No se puede jugar con la corrupción, ni mucho menos con el nombre de las personas". Quiso recordar que el ex presidente Fernando Collor fue elegido gracias a la promesa de luchar contra la corrupción y acabó teniendo que dimitir después de un juicio político en el Parlamento.
Para Lula, corresponde al Parlamento investigar a fondo si las acusaciones de Jefferson tienen o no fundamento, ya que el Gobierno no puede convertirse en un fiscalizador. "Todo puede y debe ser investigado", dijo Lula, "pero sin bravatas". Y mandó un mensaje a diputados y senadores al exigirles que "no paralicen los trabajos del Congreso", aunque creen todas las Comisiones de Investigación que quieran.
Y es que la preocupación del presidente es que el Parlamento pueda engolfarse en sus investigaciones sobre la corrupción, en la que, según Jefferson, están involucrados unos 100 diputados de los partidos aliados del Gobierno, y no quede tiempo para aprobar leyes importantes que están en compás de espera y que tropiezan con numerosas dificultades antes de ser aprobadas.
Lula sabe que le queda poco tiempo para rehacerse del terremoto político que sacudido a su Gobierno y su partido y que le ha obligado a tener que prescindir de un colaborador como Dirceu, que le ayudó a ganar las elecciones y que actuaba como una especie de primer ministro. Al mismo tiempo, entiende que la oposición quiera que el escándalo acabe desgastándole al máximo antes de las elecciones del año próximo, en las que aspira a ser reelegido.
Lula tiene prisa para que todo vuelva a la normalidad lo más rápidamente posible, algo que por el momento parece fácil.
Por otra parte, la Coordinadora de los Movimientos Sociales (CMS), formada por unas 40 instituciones —entre ellas, la poderosa asociación de los sindicatos (CUT) y el Movimiento de los Sin Tierra (MST)—, hicieron pública ayer una Carta al pueblo de Brasil, contra la corrupción y en defensa del Gobierno de Lula.
En ella, afirman que "las élites del país han iniciado una campaña para desmoralizar al Gobierno de Lula" y piden que se movilice la calle "con manifestaciones y protestas" para "impedir la deslegitimación del actual Gobierno, legítimamente elegido".
La carta pide que se investiguen todas las acusaciones de presunta corrupción y que se castigue a los culpables, pero exige al mismo tiempo al Ejecutivo un cambio radical en el modelo de política económica, a la vez que claman "contra el monopolio de los medios de comunicación, garantizando su democratización", incluso a través "del fortalecimiento de las redes públicas y comunitarias".
En la Carta al pueblo de Brasil, los movimientos sociales hacen suya la tesis del Partido de los Trabajadores en el sentido de que Brasil está ante el peligro de un golpe blanco, deseado por las clases superiores, para hacer fracasar al primer Gobierno presidido por un hijo del pueblo sin estudios y primer gabinete de izquierdas de la historia de este país.
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