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Un todoterreno de la diplomacia

Negroponte ha desarrollado su carrera en destinos tan complicados como Vietnam, Filipinas e Irak

"Es un hombre de gran experiencia y habilidad. Por eso me siento muy a gusto al pedirle que cumpla con esta difícil tarea. No tengo ninguna duda de que estará a la altura". Estas palabras del presidente George W. Bush, sirvieron como espaldarazo al nombramiento de John Negroponte como embajador en Irak en abril de 2004. Desde ese difícil puesto -representar aun país ocupante- Negroponte ha tenido que afrontar durante nueve meses la fuerte resistencia de los insurgentes y el reto de la celebración de las primeras elecciones. Su nuevo desafío no es menor: coordinar todas las agencias de inteligencia, salpicadas por los errores estrepitosos que posibilitaron el 11-S.

En Irak Negroponte (Londres, 1939) sustituyó al administrador civil, Paul Bremer, aunque con un protagonismo mucho menor. El país árabe no fue su primer destino de riesgo. El veterano diplomático de 65 años jugó un papel muy controvertido como embajador en Honduras durante la época sandinista, ayudando a canalizar parte de la ayuda de EE UU a la contra nicaragüense, lo que al principio arrojó bastantes dudas sobre su posterior designación en la ONU.

Diplomado de Yale, como Bush, Negroponte empezó a destacar como diplomático cuando estuvo destinado a Saigón. Aprendió a hablar vietnamita tan rápidamente que Henry Kissinger le incluyó en la delegación estadounidense en las conversaciones de paz de París. Esto no le impidió abandonar el equipo del secretario de Estado en 1973 al estimar que se habían hecho demasiadas concesiones a Hanoi. Fue embajador en México (1989) y Manila (1993).

Tras negociar la retirada de las tropas EE UU de Panamá en 1997, Negroponte se retiró de la diplomacia en una empresa editorial antes de volver al servicio activo para representar a su país ante Naciones Unidas, puesto que ocupó hasta abril de 2004. Ahora cambiará de aires otra vez y se mudará del suntuoso palacio de Husein que ocupaba en la actualidad a un frío despacho en la ciudad de Washington.

John Negroponte, en una imagen de archivo.
John Negroponte, en una imagen de archivo.REUTERS

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