La tragedia de la escuela de Beslán, vista por los rehenes
Varias de las personas secuestradas en el colegio de Osetia del Norte relataron su experiencia a periódicos rusos
Irina, rehén
"Desperté debajo de los escombros, estaba cubierta en arena y no podía ver nada. Entonces nos llevaron al comedor, nos dieron agua. Empezaron las explosiones. Saltamos por la ventana y nos llevaron al hospital".
Marina Kozyreva, secuestrada junto a su hija en la escuela de Beslán
"Pusieron un enorme artefacto explosivo en el medio -de unos 50 centímetros por 50 centímetros, controlado por un mecanismo detonador. Uno de los terroristas lo oprimía con el pie. Cuando se cansaba, apilaba libros encima".
"Ellos estaban preparados para morir, en especial al segundo y tercer día, porque los hombres armados decían que nadie podría entrar a la escuela y que a la gente del exterior no le importábamos".
Oleg Tideyev, padre de uno de los niños secuestrados
"Vi a uno de los pistoleros caer herido desde una ventana. Milicianos evacuaban a los niños cera de ahí. Cuando vieron al pistolero, lo acribillaron en segundos. No tuve tiempo de darme cuenta de lo que estaba ocurriendo. Para ser honesto, ni por un segundo pensé: estoy viendo la muerte de un ser humano. Sentí como que aplastaban a una serpiente venenosa".
Marat Khamayev, estudiante de 15 años
"Uno de los pistoleros leía constantemente el Corán. Yo conté exactamente 23 hombres armados. El líder estaba todo el tiempo en el techo, con un rifle de francotirador. Nos dimos cuenta de que era el jefe porque los otros iban a pedirle consejo".
"A los pupilos de más edad se les forzó a cargas escritorios para hacer barricadas en las ventanas. Cuando el asalto empezó, uno de los bandidos gritó: 'yo los voy a salvar'. Todo el mundo empezó a correr hacia él y en ese momento hizo explotar una bomba que llevaba encima, matando a muchos".
Diana Gadzhinova, rehén de 14 años
"Había bombas colgando de cuerdas que habían amarrado de las cestas de baloncesto, a lo largo del gimnasio. Esas bombas empezaron a estallar una tras otra, acercándose más y más a donde estábamos".
Santa Zangiyeva, rehén de 15 años
"Yo no me sentía bien porque el aire estaba muy viciado. Me desmayé varias veces. Mi madre le pidió que me llevara al corredor por unos momentos para respirar aire fresco. Para mi sorpresa, aceptó. En el corredor estuve a punto de vomitar, mis piernas me fallaron, entonces me senté en un saco que había tirado en el piso. Él me dijo: 'no te sientes en ese, que tiene minas. Siéntate en este otro'".
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