Bush creará una comisión independiente sobre la ausencia de armas prohibidas en Irak
La Casa Blanca teme una comisión en campaña electoral e intenta limitar a la CIA su tarea
Bajo la presión de republicanos y demócratas del Congreso, que coinciden con el ex inspector de armas David Kay en que en Irak no había armas de destrucción masiva, el presidente George W. Bush se inclina a aceptar una investigación independiente sobre el proceso que llevó a su Administración a utilizar el argumento del arsenal del régimen de Sadam Husein como la principal justificación para ir a la guerra.
Hasta ahora, el presidente se había resistido a la investigación, que puede tener efectos masivos de destrucción sobre su campaña electoral, que concluye en noviembre.
Diversos medios de comunicación que citan fuentes del Congreso y de la Casa Blanca aseguran que Bush está revisando su negativa y que comunicará a corto plazo su rectificación. El viernes, el presidente dijo: "Quiero que los estadounidenses sepan que yo también deseo conocer los hechos". Las declaraciones de los congresistas que presiden los comités de inteligencia de la Cámara y del Senado —ambos republicanos—, después de las demoledoras explicaciones de Kay, son suficientemente explícitas como para que la Casa Blanca no pueda escapar de la presión.
Según The Washington Post, el vicepresidente, Dick Cheney, ha empezado ya a hablar con los congresistas para determinar qué tipo de comisión será la encargada de investigar. En un asunto cargado de dinamita por el año electoral, la Casa Blanca intentará orientar todo hacia los fallos de los servicios de espionaje y tratará de que la investigación no estudie la acusación de que el Gobierno utilizó, deformó o exageró los datos. El intento va a ser difícil, porque si la comisión es independiente de verdad, el control de los tiempos y la orientación de las conclusiones escaparán de las manos del equipo presidencial. La labor de Cheney es, precisamente, delimitar al máximo el papel y las competencias de la futura comisión para tratar de prevenir el daño político, pero puede ser ya tarde para eso. Como señaló el senador republicano John McCain, "tiene que haber una comisión independiente que investigue, y hasta que esto no ocurra la mayoría de los estadounidenses no estarán satisfechos". Y las ramificaciones son enormes, desde las presiones para que dimita el director de la CIA, George Tenet, hasta la sacudida que sufren algunos ejes de la doctrina estratégica de esta Administración. El propio David Kay, que, aparte de dar la clave de la magnitud del caso -"estábamos equivocados en casi todo"—, no ha querido hacer sangre al Gobierno, declaró ayer a la Fox: "Si no puedes basarte en información precisa y adecuada, creíble para nosotros y para otros países, no puedes tener una política de ataque preventivo".
Las repercusiones perjudiciales de la actuación del Gobierno de Bush —sin mencionar las objetivas de los muertos y heridos en la guerra y la posguerra de Irak— fueron destacadas ayer por numerosos políticos y expertos. En la CNN, el senador demócrata Joseph Biden dijo que lo ocurrido "daña la credibilidad de EE UU en todo el mundo". Su colega republicano Chuck Hagel insistió en que el problema no es únicamente el de los fallos del espionaje: "Lo que está en juego es nuestra credibilidad internacional y la confianza que tenemos en nuestro Gobierno y sus dirigentes".
Buena parte de los comentarios del gran debate nacional abierto advierten contra la tendencia a culpar a los servicios de información y justificar a los políticos e inciden en las consecuencias. Como escribe Jim Hoagland en The Washington Post, "hacer de la labor de la CIA el gran tema malamente puede convertirse en una victoria o una salida airosa para Bush. La doctrina del ataque preventivo sale malparada de este episodio, y el presidente aún tiene que explicar de forma convincente lo que creyó y cuándo lo creyó". El editorial de The New York Times concluye diciendo que "la gran pregunta no contestada es si todo fue producto de los responsables de los servicios de información o resultado de las presiones de arriba".
Para complicar más las cosas a Bush, la campaña electoral demócrata se basa en las incertidumbres de la economía —cada vez más lastrada por un gasto desenfrenado y los recortes de impuestos— y en la capacidad de liderazgo del presidente. John Kerry, el favorito por ahora —que votó a favor de la guerra— habla de las "promesas rotas sobre la participación internacional, el papel de la ONU y el uso de la fuerza como último recurso".
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