Al menos siete soldados de EE UU mueren tras ser atacados dos helicópteros en Afganistán
El Pentágono estrena sus bombas termobáricas en su ofensiva final contra los talibanes.- Más de 1.500 soldados luchan por segundo día consecutivo contra una bolsa de resistencia de los milicianos integrista y terroristas de Al Qaeda en una cordillera nevada
Al menos siete soldados de EE UU han muerto al ser atacados dos helicópteros del Ejército en Afganistán, según ha confirmado el Pentágono. Seis de ellos han fallecido al ser derribado el aparato MH-47 Chinookde transporte en el que viajaban. El otro aparato, también un Chinook ha podido retomar el vuelo, pero ha perdido a uno de sus tripulantes.
El departamento de Defensa, ha informado de que se han producido al menos otros 10 heridos. Además, el titular del Pentágono, Donald Rumsfeld, ha informado que con los de hoy, son nueve los soldados estadounidenses muertos desde que el sábado comenzara la ofensiva contra las fuerzas de Al Qaeda en la región de Gardez. Según las fuentes del Pentágono, varias decenas de soldados han resultado heridos y dos helicópteros han sido destruidos desde el fin de semana, cuando comenzó la mayor operación terrestre del conflicto afgano, en la que participan más de 1.000 soldados estadounidenses, que se enfrentan a una bolsa de combatientes talibanes fuertemente armados en la región montañosa del este de Afganistán.
Bombas termobáricas
Por otra parte, el Pentágono ha utilizado esta mañana, tal y como había anunciado, sus mortíferas bombas termobáricas en su ofensiva final contra los talibanes en Afganistán. Al menos dos de estos proyectiles extremadamente potentes (de unos 907 kilos de peso cada uno) han sido lanzados en las cuevas que, se supone, refugia a los últimos combatientes de la milicia integrista y cientos de miembros de Al Qaeda.
La nueva bomba está diseñada para golpear con eficacia en los complejos de cuevas afganos y tiene dos efectos: produce subidas descomunales de la temperatura y de la presión barométrica. El ingenio entra en las cavernas y explota en dos tiempos: una primera descarga disemina partículas explosivas en el aire, una fracción de segundo después, los componentes químicos desatan la explosión de las mismas, capaces de eliminar por completo el oxígeno del aire.
La bomba no deja a nadie con vida en el lugar, aunque no destruye la estructura del lugar sobre el que se lanza.
Mientras, más de 1.500 soldados, en su mayoría afganos con mandos de EE UU, Australia y Canadá, luchan sobre el terreno contra la bolsa de resistencia, compuesta por cientos de guerreros atrincherados en unas montañas nevadas de difícil acceso, según fuentes del Pentágono.
Ataque a un aeropuerto
"Los combates son intensos", según un portavoz del centro de operaciones estadounidense en Florida. Pese a que los primeros informes en la zona hablaban de hasta 5.000 rebeldes, el Pentágono ha reducido la cifra a varios centenares. Se trata de talibanes y miembros de la Al Qaeda, la red terrorista liderada por Osama Bin Laden, que se han reagrupado en la montañas tras las derrotas anteriores.
Al menos un soldado estadounidense y tres afganos han muerto hasta el momento en esta batalla, que se libra al norte de la ciudad de Gardez, en la provincia afgana de Paktia. Además, el Pentágono ha comunicado que se han producido varios heridos, aunque no ha detallado ni su número ni su gravedad.
Además, esta madrugada, las tropas estadounidenses estacionadas en el aeropuerto afgano de Khost (cerca del lugar de los combates) han sido atacadas con misiles y fuego de rifles, sin que se conozcan aún las consecuencias de esta acción, según fuentes oficiales.
Poco después, los aviones y helicópteros de combate estadounidenses han intensificado sus bombardeos en la zona, como apoyo a los soldados que luchan en tierra. En el primer día de combate fueron lanzados 270 misiles y bombas inteligentes guiadas por láser.
El ataque estadounidense comenzó en la mañana del sábado, tras varias semanas de preparación, según fuentes militares
Ataque nuclear contra Nueva York
Nueva York pudo ser destruida por una ataque nuclear un mes después de los atentados del 11 de septiembre, según la revista Time. Altos funcionarios gubernamentales fueron informados por un espía estadounidense de que un grupo terrorista tenía en su poder una bomba nuclear de 10 kilotones de potencia y que estaba intentado introducirla y hacerla estallar en la ciudad de los rascacielos.
La información fue ocultada al no poder comprobarse su veracidad para evitar que se desatase el pánico en Nueva York. De hecho, incluso el alcalde de la ciudad, Rudolph Giuliani, ha declarado no haber tenido noticia del posible ataque.
Una bomba de esa potencia explosionada en Manhattan podría matar a 100.000 personas, contaminar a 700.000 más con radiación y demoler cualquier estructura ubicada en un radio de 0,8 kilómetros, según la revista.
La información del espía coincidió con informes que indicaban que varios artefactos nucleares habían desaparecido de los arsenales rusos en la década de los 90; precisamente un general ruso especificó que habían perdido una bomba de 10 kilotones, según la revista.
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