El presidente de Pakistán dice que las operaciones serán "cortas" y "selectivas"
Musharraf espera que el próximo régimen afgano sea "amigo" de Islamabad.- Al menos un muerto y un centenar de heridos en una protesta en Quetta
El general Pervez Musharraf, presidente de Pakistán, ha declarado esta mañana que tiene "garantías" de que las operaciones militares de Estados Unidos en Afganistán serán "cortas", "selectivas" y evitarán dentro de lo posible "daños colaterales". El Gobierno de Islamabad mantiene un difícil equilibrio con su opinión pública ya que, al mismo tiempo que es el único país que sigue reconociendo a los talibán, se ha convertido en el principal aliado en la zona de EE UU.
En una rueda de prensa celebrada en el auditorio de la Biblioteca Nacional de Islamabad, Musharraf, que ha comparecido vestido de uniforme, ha señalado que van a seguir "buscando cualquier oportunidad para mantener las interacciones" necesarias con el fin de solucionar la crisis desencadenada tras los atentados del pasado 11 de septiembre contra Estados Unidos.
"Creo que los ataques pueden durar un día o dos más, a lo sumo", ha precisado Musharrar, quien ha recalcado que los objetivos de los ataques están muy claros y que, según las informaciones de que dispone, las acciones conjuntas de EEUU y el Reino Unido deberían ser breves.
El presidente paquistaní ha subrayado que la operación militar británico-estadounidense contra Afganistán "no ha partido en ningún caso" de territorio de Pakistán, aunque ha reiterado que desde el mismo 11 de septiembre puso a disposición de Estados Unidos el espacio aéreo nacional.
Musharraf ha recalcado que el objetivo de los ataques no es Afganistán, sino el terrorista saudí Osama Bin Laden -protegido de los talibán y acusado por EE UU de ser responsable de los atentados del 11 de septiembre- y su red terrorista, Al Qaeda (La Base). "Al Qaeda no es más que una rama del árbol del terrorismo; hay que ir a las raíces", ha dicho Musharraf en relación a la organización que dirige Bin Laden.
Ejecutivo multiétnico
Musharraf se ha referido también al futuro de Afganistán una vez que concluyan los ataques. En este sentido, ha subrayado que "todos debemos asegurar la unidad y la estabilidad de Afganistán; se debe promover un gobierno multiétnico, que refleje la realidad nacional afgana".
"Recomiendo que no se lleven acciones políticas ajenas al pueblo de Afganistán", ha manifestado el presidente paquistaní, en lo que ha parecido un aviso a la comunidad internacional para que no trate de imponer en el país un gobierno ajeno a la propia realidad afgana.
Musharraf ha comentado que ha estado en contacto con todos los líderes internacionales, en especial con el presidente estadounidense, George Bush, y con el primer ministro británico, Tony Blair, con quienes ha intercambiado puntos de vista sobre el futuro de Afganistán.
"Se debe comenzar lo antes posible a reconstruir el país para que los refugiados" afganos que se encuentran en Pakistán (entre 2,5 y 3 millones, aproximadamente) puedan regresar a su país cuando antes, ha dicho Musharraf.
Las palabras de Musharraf no son, sin embargo, compartidas por una buena parte de la población de Pakistán. Esta mañana más de 10.000 manifestantes han recorrido las calles en Quetta, al oeste del país, para protestar contra los ataques. Durante los disturbios, ha muerto al menos una persona y un centenar han resultado heridas.
Los manifestantes, en su mayoría de la etnia pastún, dominante entre los miembros del régimen afgano de los talibán, han tomado bajo su control algunos barrios de la ciudad, capital de la provincia de Beluchistán, tras levantar barricadas formadas por neumáticos en llamas.
Además, algunos vehículos y edificios han sido incendiados y la policía ha tenido que utilizar gases lacrimógenos para dispersar la muchedumbre.
Los incidentes han comenzado después de que los líderes religiosos de varias mezquitas de Quetta respondieran a los ataques sobre Afganistán declarando la guerra santa obligatoria contra los países occidentales.
En la ciudad se han producido al menos tres manifestaciones de estudiantes y de grupos radicales islámicos. El sentimiento antiamericano se ha transformado en antiextranjero. Cuando los violentos se han dirigido al hotel Serena, un establecimiento de lujo, la policía ha tenido que arrojar 20 granadas lacrimógenas para mantenerlos a distancia.
Sin embargo, no han podido evitar que los alborotadores saquearan las dependencias de la Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), e incendiaran las del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), además de dos salas de cine en las que se proyectaban películas estadounidenses.
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