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punto de observacion
Columna
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¿Va a permitir la UE que las grandes tecnológicas actúen a su antojo?

La Ley de Servicios Digitales es el primer asalto de una amenaza interna e impredecible

Soledad Gallego-Díaz
UE grandes tecnológicas
Nicolás Aznárez

Muchos de los pensadores e intelectuales que pueden considerarse referencia del liberalismo político y económico en el pasado siglo XX estarían horrorizados con las consecuencias de los primeros días del segundo mandato de Donald Trump como presidente y con la irrupción en el escenario político de un personaje como Elon Musk, un multimillonario sudafricano, un valido que maneja a su antojo la Administración del Estado, sin más mandato ni respaldo que el abrazo de su amigo. Europa observa y, esperemos, se prepara para la avalancha que se acerca.

Ya no se trata de una crisis de la socialdemocracia, como se comentaba hasta hace poco, sino de una crisis del liberalismo, o más claramente una crisis del orden internacional basado en reglas. Una crisis muy virulenta. Un eurodiputado de derechas como Esteban González Pons, que actuó de portavoz del PP en Bruselas, calificó a Trump de “macho alfa al mando de una manada de gorilas”, y llamó la atención sobre algo particularmente acertado: el poder de Trump se fundamenta en crear un caos circundante. Es a ese caos intencionado a lo que Europa tendrá que hacer frente, y de nada servirán las serviles alabanzas a Trump de Isabel Díaz Ayuso o Esperanza Aguirre. Alberto Núñez Feijóo debería darse prisa en escuchar a González Pons, si quiere que se le oiga en Bruselas, porque, de momento, la única voz española que suena en la Unión es la de Pedro Sánchez, con un discurso fuertemente europeísta y un papel cada día más interesante.

Se supone que Estados Unidos es un país con una fuerte tradición liberal, incluso que ese es uno de sus legados políticos más importantes. Al fin y al cabo, su Constitución recogió muy pronto los principios básicos de ese liberalismo: los derechos civiles, la tolerancia de las diferencias políticas, la creencia en la dignidad e integridad de la personalidad humana, la aceptación de la diversidad y del compromiso. Cuesta pensar que todo eso se puede borrar de un plumazo sin que provoque un fuerte movimiento de resistencia. Ya hay algunos ejemplos, insuficientes pero esperanzadores: algunos tribunales federales se han negado a que se suprima el derecho a la nacionalidad de los nacidos en suelo de Estados Unidos, ha habido funcionarios que se han negado a permitir que los empleados de Musk accedieran a información confidencial, aun a costa de ser despedidos, y se sabe de rectores de universidades que comienzan a organizarse para mantener a aquellos estudiantes que van a ver suprimidas sus becas, obtenidas en desaparecidos fondos en defensa de la diversidad. (¿No debería la UE ofrecer rápidamente refugio a tanto talento?).

A la espera de que esa ansiada reacción estadounidense coja fuerza, importa mucho lo que ocurra en Europa en los próximos meses. Importa lo que ocurra el próximo día 23 en Alemania: saber hasta dónde llega la ola de la ultraderecha (AfD) en la que se refugian los nostálgicos del nazismo; cuál es el nivel de apoyo que mantiene la socialdemocracia y si el candidato de la CDU ha aprendido la lección que le dio su partido recientemente y no aceptará nunca más el apoyo, ni tan siquiera indirecto, de la AfD.

Importa saber cómo reaccionará la Comisión Europea si el próximo día 15 Elon Musk no facilita la información complementaria sobre su plataforma X (antes Twitter) que se le ha exigido. “Estamos adoptando medidas adicionales para arrojar luz sobre el cumplimiento de los sistemas de recomendación de X con las obligaciones en virtud de la Ley de Servicios Digitales (DSA)”, dijo la vicepresidenta ejecutiva encargada de Soberanía Tecnológica, Seguridad y Democracia, Henna Virkkunen. Y si Mark Zuckerberg ha recibido el mensaje de la Comisión: “Tomamos nota del anuncio de Meta en relación con sus prácticas de moderación de contenidos en EE UU. No tenemos comentarios al respecto. Pero recordamos que en la UE se aplica la Ley de Servicios Digitales”, es decir, no se pueden suprimir esas prácticas, dijo a Efe el portavoz de la Comisión Europea de soberanía tecnológica, Thomas Regnier.

Importa saber hasta qué punto Donald Trump presionará a Europa y con qué instrumentos para que las grandes multinacionales tecnológicas de sus amigos se comporten a su antojo en la Unión y hasta dónde la UE estará dispuesta a hacer respetar con rigor sus propias leyes. La amenaza al orden internacional liberal que se presentaba hasta hace poco como no occidental (China y Rusia) ha pasado a tener otro protagonista, inesperado, Estados Unidos. Ahora no es una amenaza externa, sino interna e impredecible

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