Íñigo Errejón o cómo declararse víctima de los abusos sexuales cometidos
El político no pide perdón y no se pregunta cómo reparar el daño que ha causado a las personas a las que se lo ha infligido
Iñigo Errejón ha dimitido después de una acusación anónima de violencia machista que, según cuentan en Más Madrid, él mismo ha confirmado. Lo insólito es que, después de reconocer que las acusaciones sobre vejaciones sexuales que circulan de forma anónima sobre él en redes, ha publicado una carta donde explica que él es, en realidad, la primera víctima de los abusos sexuales que cometió. En concreto se declara víctima de la política, del patriarcado, del neoliberalismo y de su propia persona. Merece la pena analizar por qué.
Según Errejón, en el mundo de la política existe una forma de comportarse que “se emancipa a menudo de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros”. Eso quiere decir que Errejón, como político que es, nunca dirá me pasé, te falté al respeto, abusé de ti o te violé. En su lugar, y tal y como explica su carta, dirá “me emancipé de los cuidados sexoafectivos…”. Una emancipación de la que tampoco es responsable dado que, según explica, esta emancipación genera “una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica”. Es decir, que él no es solo víctima de la política sino también del patriarcado. Según sus cálculos, si fuera la mitad de hombre que es, su subjetividad sería la mitad de tóxica.
Así, como víctima de la política y del patriarcado, Errejón no entiende qué responsabilidad puede tener sobre sus agresiones cuando se educó en una cultura machista y eligió dedicarse a la política. No es culpable de nada pues estaba destinado a emanciparse de las necesidades de las mujeres con las que mantiene relaciones sexoafectivas. El razonamiento es tan agresivo y manipulador que da miedo pensar hasta dónde puede llegar su “emancipación”. De hecho, escribe con tan mala conciencia sobre sus acciones que atribuye todas sus conductas moralmente reprobables a instancias abstractas. Cuando en realidad el patriarcado nunca ha violado a nadie, quienes violan son los violadores. Y por supuesto ninguna estructura social (por injusta que sea) exime a los individuos de sus responsabilidades morales y legales.
Pero Errejón ha pensado también en esto. Por eso aclara que, en primer lugar, él es víctima de sí mismo, en concreto de la contradicción que existe entre “el personaje y la persona. Entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de una formación que defiende un mundo nuevo”. Lo peor del caso es que su personaje era mucho mejor que la persona que hemos conocido. Porque mientras su personaje defendía todo lo que está bien, su persona eligió hacer lo que de sobra sabía que está mal. Aunque no fue su culpa sino de “una forma de vida neoliberal”. Casi dan ganas de decirle que siga dedicándose a la política pero abandone su vida personal, que dimita de las relaciones personales por el bien de todas las mujeres de cuyas necesidades se pudiera emancipar en el futuro.
Finalmente, como víctima declarada, Errejón exige una reparación. “Necesito abandonar la política institucional, sus exigencias y sus ritmos”. No pide perdón y no se pregunta cómo reparar el daño que ha causado a las personas a las que se lo ha infligido. Se va porque se merece un descanso. Solo cabe añadir una palabra a su relato: socorro.
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