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LA CASA DE ENFRENTE
Columna
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Soy un hombre profundamente enamorado

Sánchez responde al ataque con lo personal, con lo íntimo y con lo más vulnerable que tiene, que es su fragilidad como varón

Pedro Sanchez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con su mujer, Begoña Gómez, el pasado mes de julio.Ricardo Rubio (Europa Press/Getty Images)
Nuria Labari

“Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también”. Este extracto es, desde mi punto de vista, lo mejor de la carta del presidente. Cada una de las palabras cuidadosamente elegidas dan como resultado un artefacto político perfecto. Tiene el ritmo de Taylor Swift y el impacto de un tsunami. Es tan bueno que merece un análisis a conciencia.

Lo primero es el rubor. Pedro Sánchez aclara, antes que nada, que no siente vergüenza. Y al hacerlo se nos presenta no solo como un hombre (recordando que los políticos son personas) sino como un hombre nuevo. Porque Sánchez se anuncia como un varón capaz de hablar de sus sentimientos pública y políticamente, algo insólito en la tradición española.

Aunque la palabra mágica no es “enamorado”, sino el adverbio que la acompaña.

Es su forma de amarla “profundamente” la que le permite subrayar que no habla desde la institución familiar sino desde la fragilidad de su cuerpo amante. Un cuerpo revolucionario dado que los territorios políticos de lo masculino han sido hasta ayer mismo la lucha, la competitividad y el éxito, todos ellos transitados antes por el presidente. Sin embargo, con este inesperado plot twist, el presidente anuncia que, en adelante, pasa de la política de siempre, de la masculinidad de siempre y de los machos de siempre, esos que intentan echarle del Gobierno y que atacan día sí y día también a su mujer, aunque no solo a ella.

De modo que ante lo que es un ataque político, público e institucional él responde con lo personal, con lo íntimo y con lo más vulnerable que tiene, que es su fragilidad como varón. Y es justamente en esa oposición entre lo privado y lo público donde establece las nuevas reglas del juego. Una partida que solo puede ganar, dado que toda su machirula oposición (cuyos valores encarnan con ímpetu distintas mujeres del PP y Vox) no es capaz de jugar esta partida y menos aún de ganarla. Porque lo de ser “un hombre profundamente enamorado” es una postura no solo radical, sino también coherente con lo que Sánchez lleva haciendo toda su legislatura, que es básicamente empatizar con unos y con otros: nacionalistas, prófugos y demás familia. Así que su profundo amor es la expresión radical del huracán empático que ha desplegado en toda su trayectoria y que promete arrasar los viejos cimientos sobre los que la derecha se tambalea.

Por si fuera poco, el profundamente enamorado de su mujer “vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también”. El presidente del Gobierno, ese que maneja el legislativo y el ejecutivo, la persona con más armas para defender a una mujer de una campaña de desprestigio, “vive con impotencia”. Y su impotencia despierta la empatía de todas las mujeres a las que la derecha ataca y desprestigia día sí y día también. Lo dicho: lo íntimo es político. Me ha dado mucha ternura Borja Sémper reclamando una “declaración institucional”. Pobre. Sánchez ha venido a servir coño a la derecha española y allí no saben ni lo que es servir ni que cualquier género puede hacerlo. Definitivamente, están perdidos. Profundamente.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.
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