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Angela Saini, ensayista: “Esa imagen prehistórica del hombre de caza y la mujer con los niños nunca existió”

El discurso de esta divulgadora científica disecciona con una infrecuente naturalidad los orígenes nada naturales del patriarcado. Sostiene que es una creación del Estado, que se filtró a la familia y que hoy define hasta las relaciones entre suegras y nueras

Angela Saini escritora
Angela Saini en su casa con vistas a Manhattan, Nueva York, este 1 de febrero de 2024.Pascal Perich
María Antonia Sánchez-Vallejo

Angela Saini (Londres, 1980) es una reconocida divulgadora científica especializada en desmontar tópicos. Con la claridad y concisión propios del periodismo —trabajó en la BBC antes de dedicarse de lleno a la escritura—, arroja luz sobre conceptos supuestamente inmutables y los clichés que transmiten, como demuestra en su última obra con una optimista y hasta provocadora revisión del patriarcado: El patriarcado. Los orígenes de la dominación masculina (Kairós). Afirma que la cuestión del poder ejercido por los varones, que abordó hace cerca de 40 años la historiadora Gerda Lerner en su obra La creación del patriarcado (1986), necesitaba una actualización. “Hemos aprendido mucho desde entonces en arqueología, en ciencia, en antropología...”, sostiene la divulgadora.

Saini, que además es ingeniera por la Universidad de Oxford, disecciona la interacción entre la ciencia y la sociedad, y sus efectos en los grupos marginales. Dos de sus libros han llamado especialmente la atención por abordar fenómenos tan polémicos como poliédricos: el racismo en Superior: el retorno del racismo científico (2019), editorial Círculo de Tiza —seleccionado como uno de los 10 mejores libros del año por la reconocida revista científica Nature y por Financial Times—, donde recuerda la discriminación que sufrió de niña por el color de su piel (es de origen indio), y las mentiras y los prejuicios científicos del sexismo en Inferior. Cómo la ciencia infravalora a la mujer y cómo las investigaciones reescriben la historia, de 2017 y traducido a 14 idiomas.

Saini recibió a este diario a principios de febrero en su apartamento de Nueva York, un lugar acogedor que, dice, no lo parecía en absoluto cuando llegó, en plena pandemia, y que se alza como una atalaya sobre Manhattan y tiene espectaculares vistas. La charla es refrescante y a la vez intensa, un caleidoscopio de ideas en las que conviven la ciencia y la conciencia social. Al término relata cuánto echa de menos los restaurantes indios de Londres, pese a la amplia oferta neoyorquina, y su sensación de extrañeza, como europea, en el Nuevo Mundo.

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Pregunta. ¿El patriarcado ha sido siempre el mismo o se ha reinventado a lo largo de los años?

Respuesta. Lo que imaginamos que fue un gran acontecimiento en el pasado, que controla todas nuestras vidas de forma homogénea, en realidad ha ocurrido de formas muy diferentes en distintas partes del mundo. Todavía hay muchos lugares en los que no existe el patriarcado, sino sociedades matrilineales en las que la autoridad tiende a compartirse.

P. ¿Hay una cartografía global?

R. Lo que parece enorme y a veces indestructible es en realidad sólo un producto de elecciones y acciones y de colonización de ideas y exportación de ideologías, del mismo modo que la democracia o la idea del Estado o el capitalismo o el comunismo se han difundido y generalizado. Eso no significa que ninguna de ellas sea natural. Si fuera inevitable, estaría en todas partes. Creo que hay ciertas circunstancias que lo provocan, algunas más cruciales que otras.

P. ¿Cuáles son esos determinantes?

R. En las sociedades patrilineales es más fácil avanzar hacia el patriarcado por las condiciones que crean redes de hombres emparentados entre sí. El surgimiento del Estado fue crucial porque los primeros Estados estaban muy preocupados por la población. Por tanto, debe interesarse por la familia, es decir, por la reproducción y la defensa. Esas preocupaciones se convirtieron en los ejes del Estado patriarcal moderno, alentando a las mujeres a tener tantos hijos como fuera posible.

P. ¿A los hombres les exigía algo?

R. Por supuesto, que estén disponibles para luchar y defender al Estado y dar su vida si es necesario. Así que el patriarcado exige mucho de hombres y mujeres. Y eso es tan cierto hoy como lo era hace 2.000 años.

P. ¿Es más un sistema económico, cultural, social, político…?

R. Es un todo, del mismo modo que otros sistemas políticos se convierten también en sociales y culturales. De la misma manera que el capitalismo a veces puede estar ligado a nuestras ideas de individualismo, crecimiento y productividad, creo que el patriarcado es lo mismo. Es un sistema impuesto desde arriba.

P. Luego es un sistema de control…

R. Ese es probablemente el argumento principal de mi libro, que aunque imaginamos que el patriarcado comenzó en la familia, la evidencia histórica sugiere que comenzó con el Estado y luego se filtró a la familia. Y, por supuesto, cuando se trata de un sistema que se impone de arriba abajo, va a afectar a las relaciones sociales y culturales.

P. ¿Cómo o por qué se mantienen esas pocas sociedades matrilineales que existen?

R. La gran pregunta es por qué no. Deberíamos esperar que hubiera una enorme variación social en la forma de vida de los seres humanos, somos capaces de vivir de muchas maneras diferentes. Lo más extraño de que el patriarcado esté tan extendido es que un sistema tan injusto se haya convertido en algo tan común, tan habitual. Que lo tratemos como algo inevitable. Psicológicamente, seguimos comportándonos como si fuera una norma.

“Esa imagen del hombre saliendo a cazar y la mujer con los niños nunca existió. No hay evidencias de esa hipótesis”

P. Líderes fuertes como Donald Trump, Vladímir Putin o Narendra Modi… ¿están dando forma a un nuevo tipo de patriarcado?

R. Creo que sí. La gente que habla del patriarcado como algo tradicional o como un retorno a algo, asume que hay una forma original de dominación masculina, y nunca la hubo. Los talibanes no están resucitando algo que existiera en el pasado de Afganistán. Están recreando a su manera el patriarcado para el siglo XXI, utilizando la religión de forma selectiva. Lo mismo ocurre con Putin, con Trump… cuando Trump habla de hacer América grande de nuevo, o Putin constantemente invocando la idea de Rusia. No son ideas antiguas. Son bastante recientes.

P. Dice que no hay una historia definitiva del patriarcado, ni un relato único, que su narrativa se ha ido transformando con el tiempo. ¿Cuál es la dominante hoy?

R. Creo que varía. Está muy extendida la opinión de que el patriarcado siempre ha estado ahí, que la dominación masculina es intrínseca biológicamente, que la diferencia de tamaño medio entre sexos es lo que estableció el desequilibrio de poder entre hombres y mujeres desde el principio. Cuando pensamos en la Edad de Piedra, imaginamos la familia nuclear, el hombre saliendo a cazar y la mujer con los niños. Eso nunca fue cierto. No tenemos pruebas que apoyen esta hipótesis de división del trabajo. Pero tomamos nuestras ideas modernas sobre la familia o sobre el género, y las proyectamos en el pasado. Y asumimos que las cosas debieron ser aún peores, cuando en realidad las pruebas no dicen nada parecido.

P. ¿Quiere decir que antes se vivía mejor?

R. Todo el mundo tiene que trabajar, no se puede sobrevivir con ese tipo de división del trabajo tan especializada. Cuanto más nos remontamos en el tiempo, más pruebas vemos de que la gente vivía de forma muy igualitaria, de que las mujeres y los hombres hacían prácticamente el mismo trabajo, que es lo que cabría esperar, sobre todo en las sociedades de subsistencia, porque en estas todo el mundo tiene que poder hacerlo todo, niños incluidos.

P. Luego la igualdad es posible…

R. Sí, claro que es posible. Hay sociedades más igualitarias, y menos igualitarias. También vemos sociedades más igualitarias en la historia. Hay una variedad muy grande. Y la razón por la que creo que este libro es optimista es porque quiero recordar a la gente que todo es posible. La idea de que el patriarcado es inevitable es autodestructiva y contrafactual.

P. ¿Qué importancia tienen movimientos como el MeToo para abrir grietas en el sistema?

R. Son cruciales. A lo largo de mi carrera como escritora, he visto la enorme diferencia que han supuesto. Recuerdo cuando intentaba escribir Inferior, antes de 2017 [cuando eclosionó el MeToo] y los editores no querían saber nada. Era muy difícil vender la idea del sexismo en las ciencias que había dado lugar a estos mitos de hoy sobre los hombres y las mujeres. Cuando salió el libro, se estaba produciendo el MeToo. Las mujeres científicas convirtieron el libro en un éxito, porque llevaban mucho tiempo diciendo: mira la discriminación y los abusos a los que nos enfrentamos.

P. Pero Hollywood dio el primer paso…

R. Sólo ahora empezamos a ver los niveles de acoso sexual dentro del mundo académico. Y no sólo ahí, por supuesto, es Holly­wood, son los espacios corporativos. Es la política. Está en todas partes. Ahora veo a una generación de jóvenes que no van a tolerar las cosas que mi generación tuvo que tolerar, sienten que tienen voz.

P. Cuando hablamos de empoderamiento femenino, ¿de qué hablamos? ¿De autosuficiencia económica, de autoestima, de vindicación del género?

R. Cada persona tiene su propia idea de lo que significa el feminismo y la igualdad de género. Para mí, la igualdad de género es una sociedad en la que nadie se siente vulnerable y todos se sienten seguros. A veces las ideas sobre la libertad o la liberación no siempre reconocen el hecho de que ser libre en sí mismo no es suficiente. Somos criaturas sociales. Dependemos de sistemas en los que apoyarnos. Y si no existen, nos vemos atrapados en situaciones indeseables: las mujeres en matrimonios terribles o en situaciones de abuso, o en malos trabajos en los que son acosadas, porque no tienen otra opción. Así que una sociedad solidaria, una sociedad más igualitaria, es aquella que siempre te da otra opción.

P. El mito de la superwoman, de la mujer perfecta las 24 horas del día… ¿es una trampa tendida por el patriarcado o por nosotras mismas?

R. Formamos parte de este sistema patriarcal. También interiorizamos estas cosas, se perpetúan durante generaciones, así que cuando hablamos de patriarcado, no me refiero sólo a que los hombres digan a las mujeres lo que tienen que hacer. Es un sistema en el que crecemos y vemos que, vale, de acuerdo, si sigo estas reglas, eso funcionará para mí. Si no las sigo, las cosas serán un poco más difíciles. Y esa es la forma perniciosa en que se extienden ideologías como esta.

“La fluidez sexual o diversidad de género no solo habla de minorías sexuales, sino de todos y cada uno de nosotros”

P. Nadie dijo que la libertad fuera fácil.

R. Por eso exploro en el libro, y creo que es bastante incómodo enfrentarse a cuestiones así, las formas en que tomamos decisiones o nos comportamos perjudicando a otras mujeres. Por ejemplo, el fenómeno de las suegras en las familias patriarcales tradicionales, increíblemente abusivas y controladoras con sus nueras, porque les ha pasado a ellas y esa es su única fuente de poder. “Soportaré esto como nuera, porque luego obtendré ese poder como suegra”. A todo el mundo le importa el estatus, y esto es un factor a la hora de pensar en la perpetuación de los desequilibrios de poder.

P. La diversidad o fluidez de géneros es mainstream. ¿Puede socavar el patriarcado, al abrir una brecha en la dicotomía hombre-mujer?

R. Sí, desde luego. Creo que parte del mecanismo de control patriarcal es colocar a la gente en estos dos rígidos compartimentos y ser muy prescriptivo sobre cómo debe comportarse. Decir que los hombres sólo pueden comportarse así, las mujeres asá. Por eso, cuando hablamos de fluidez sexual o diversidad de género, no se trata sólo de una cuestión de minorías sexuales, sino de todos y cada uno de nosotros. Porque cuando abrimos nuestra mente sobre lo que significa ser hombre o mujer o lo que significa ser humano, estamos socavando fundamentalmente ese sistema patriarcal.

P. ¿Cuántas generaciones deben pasar para alcanzar la plena igualdad?

R. Podríamos hacerlo en esta misma generación, si queremos. Pero creo que aún no estamos en esa fase en la que la gente está totalmente preparada para aceptar lo que significaría realmente la igualdad de género, que supondría cuestionarlo todo. Significa cuestionar el capitalismo. Significa cuestionar el funcionamiento del Estado, y eso lleva tiempo. Es importante recordar que en el último siglo hemos hecho avances increíbles. En la mayoría de los países, las mujeres han pasado de ser propiedad de sus maridos a ser individuos, con derecho al divorcio, a no ser violadas en el matrimonio... Y eso no ha sucedido a través de la revolución, sino de la reforma. Así que las cosas pueden suceder. Y 100 años no es mucho tiempo. Así que soy muy optimista y tengo esperanzas.

P. Algunos estudios muestran sin embargo que los más jóvenes experimentan la igualdad de género como un agravio, cuando no como una amenaza.

R. Lo que me hace dudar es si, como feministas, hemos hecho un buen trabajo vendiendo la igualdad de género tanto a hombres como a mujeres. Cada vez más en todo el mundo, los hombres de la generación Z se están alejando de la igualdad de género al mismo tiempo que sus coetáneas están cada vez más a favor. Y creo que es porque se tiene la sensación de que la igualdad de género es solo para las mujeres, pero no: es para todos. Podríamos hacer un mejor trabajo vendiéndolo y presentándolo de una manera convincente a ambos sexos.

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