_
_
_
_
La punta de la lengua
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

“Traer causa”

A veces, algunos sesudos profesionales parecen adolescentes: necesitan su propio vocabulario

La mano de un juez.
La mano de un juez.Chris Collins (GETTY IMAGES)
Álex Grijelmo

La locución “traer causa” empieza a aparecer con frecuencia en los preámbulos de las leyes, cada vez peor escritos.

Por ejemplo, el Real Decreto 424/2017 de 28 de abril señala en su primer párrafo que esa norma “trae causa de la propia Ley 27/2013, de 27 de diciembre”. Quienquiera que haya redactado eso difícilmente dirá en su casa “el que te hayas manchado los zapatos trae causa de que había barro”, pero sí acudirá quizás a esa expresión cuando necesite encampanarse para marcar su pertenencia profesional, o cuando espere que el pueblo al que van dirigidas las leyes se empequeñezca ante unos términos que le suenan tan ajenos.

A veces, algunos sesudos profesionales parecen adolescentes: necesitan su propio vocabulario. Cada generación de jóvenes crea un ramillete de palabras identitarias (a menudo opacas a la comprensión de los adultos) a fin de retratar su propio mundo. No sé si los redactores de leyes, resoluciones y sentencias imitan esa técnica para sentir así la eterna juventud.

La reciente reforma del Código Penal contra el maltrato de los animales (Ley Orgánica 3/2023, del 28 de marzo pasado) señala en su preámbulo: “El proyecto de ley del que trae causa la presente ley cumple con los principios de necesidad, eficacia, proporcionalidad, seguridad jurídica, transparencia, y eficiencia”. Bueno, a lo mejor cumple todo eso; pero su transparencia lingüística deja mucho que desear.

Por su parte, la resolución adoptada el 13 de abril por el Centro de Investigación Biomédica en Red señala en su cláusula primera que una convocatoria suya “trae causa” de la constitución de ese organismo. Reproduzco el párrafo con la previa sugerencia a los lectores de que respiren hondo antes de empezar:

“El objeto general del presente convenio es establecer el marco de colaboración científica dentro del cual se van a desarrollar las relaciones entre el ­CIBER y la Fundación Instituto de Investigación Marqués de Valdecilla, en concreto, a través del Grupo Enfermedades Esqueléticas, Metabólicas y Ambientales (iESQUEMA) perteneciente a dicha institución, para regular las relaciones jurídicas y la realización de cuantas actividades vinculadas a los programas científico-técnicos de las partes se consideren de interés mutuo, y afecten a objetivos a desarrollar conjuntamente por las instituciones firmantes, incluyendo derechos propiedad intelectual e industrial y difusión, entre otras y cuyo límite viene determinado por la convocatoria de la que trae causa la constitución del Consorcio, así como por lo establecido en los Estatutos del CIBER”.

Quisiera ofrecer una traducción de ese fárrago, pero necesitaría para ello haberlo entendido. (Después de todo, lo de “trae causa” no era lo peor).

La expresión “traer causa” es un calco del inglés to bring cause. La podemos hallar muy ocasionalmente en textos legales españoles desde el siglo XIX (el código civil de 1889 la recogía dos veces), conjugada siempre en presente. Pero su uso está aumentando ahora de forma exponencial en el lenguaje legislativo, y se introduce ya en el periodístico pese a ser ajena al español común y pese a no figurar por tanto en los diccionarios, incluidos los jurídicos que he consultado. Nuestro idioma ofrece alternativas más inteligibles como “a causa de”, “es causado por”, “se origina en”, “se deriva de”, “se basa en”, “proveniente de”, “como consecuencia de”, “se debe a” y similares. Así pues, encontraría opciones suficientes quien estuviese tentado de afirmar que esta locución la escriben algunos porque trae causa de su mala cabeza.

Apúntate aquí al boletín semanal de Ideas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_