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Andrea Marcolongo, filóloga: “Todo lo que estamos viviendo ya ha sido vivido”

La escritora italiana, afincada en París, es un fenómeno internacional. Conocedora de la Grecia y la Roma antigua, en su último libro enseña a resistir

Andrea Marcolongo
La escritora Andrea Marcolongo, en Île Saint-Louis, la pequeña isla de París donde vive, el pasado jueves.Samuel Aranda
Marc Bassets

Hay un hilo que conecta a los guerreros y navegantes de la mitología antigua con el vetusto salón de la Escuela Militar de París donde conversamos con la filóloga clásica y escritora Andrea Marcolongo (Milán, 36 años). El hilo es la guerra y toda la épica que a veces la rodea. Y es también la propia Marcolongo, miembro de los Escritores de la Marina, selecto club al que ella pertenece, junto a otros como Arturo Pérez-Reverte, y que tiene su sede en este complejo de edificios frente a la Torre Eiffel edificado en el siglo XVIII bajo Luis XV. Estos escritores ostentan el título de capitán de fragata.

En libros como La lengua de los dioses o El arte de resistir. Lo que la Eneida nos enseña sobre cómo superar una crisis, que Taurus acaba de publicar en español traducido por Juan Rabasseda Gascón y Teófilo de Lozoya, la capitana Marcolongo despliega una mezcla rara de erudición y pasión por la Antigüedad (y humor). Y lo proyecta en el presente y hacia el futuro. Sus libros son un fenómeno internacional. Se siente en casa tanto en la Grecia y la Roma antiguas como en Francia, donde vive, y España, que conoce bien. He aquí una intelectual europea.

Escuchándola en la Escuela Militar de París, algo queda claro: estas lenguas —el griego y el latín— están bien vivas. Y aquellos mitos nos ayudan a vivir. A resistir.

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PREGUNTA. “La mirada antigua orienta mi vida y mis decisiones”, ha escrito usted. ¿Se ve distinto el mundo desde esa posición?

RESPUESTA. No lo sé, porque para mí es lo normal. Los antiguos —los griegos— fueron los primeros en investigar el mundo interior: lo que sentimos, cuánto sufrimos, cómo somos. Desde el año 2500 antes de Cristo hasta hoy, todo ha cambiado: la tecnología, la religión, el clima. Pero la naturaleza humana, no. No creo que lo que sentimos sea tan distinto de lo que sentían los griegos.

P. ¿Sin esta mirada, usted no sería quién es ni vería el mundo así?

R. Así es. No es que consulte a Homero antes de tomar cada decisión. Pero siempre, cuando vivo momentos intensos, no obligatoriamente negativos, me refiero a los antiguos. ¿Qué habría hecho Platón?

P. ¿Le dan respuestas?

R. A veces funciona, y muy bien. La respuesta está en los libros: basta con abrirlos. Para mí, el mundo antiguo es como la inteligencia artificial, pero sin ser artificial.

P. ¿En qué sentido?

R. No sé bien cómo funciona la inteligencia artificial, pero vamos a internet, hacemos una pregunta y hay un algoritmo que nos contesta. Cuando yo tengo una incertidumbre, basta con abrir los textos clásicos: todo lo que estamos viviendo, lo que vamos a vivir y lo que hemos vivido ya está escrito y ya ha sido vivido. Esto es tranquilizador: saber que no soy la primera ni la última. Alguien ya ha vivido, alguien ya ha probado la vida.

P. ¿Qué tenían los Antiguos para haber podido decirlo todo?

R. Esta es la pregunta que me hacía yo cuando tenía 15 años y decidí estudiar griego y latín. Estamos hablando de un lugar muy limitado: unas islas cerca de Atenas. Y en un espacio temporal muy limitado: la época clásica no dura más que un siglo. ¿Eran extraterrestres? Yo creo que había una visión del mundo muy humana. Un sistema político en el que hombre democrático estaba en el centro. Un sistema filosófico: la pregunta no era solo si hay dios o no, o qué pasará después de la muerte, sino: ‘Empecemos a vivir aquí, a dar un sentido a esta vida’. Era un mundo nada dogmático: había varias respuestas para la misma pregunta, no verdades absolutas. Y había un idioma, el griego antiguo, gramaticalmente hecho para pensar y poco útil para hacer negocios. El griego tiene muchos substantivos abstractos y da la posibilidad de formar nuevas palabras para expresar nuevas ideas. Además, había mucho menos miedo de la muerte.

P. ¿Qué es el heroísmo hoy?

R. Para mí hoy el heroísmo es asumir el riesgo de elegir la propia vida. En la Grecia antigua no existía esta obsesión por el éxito. El heroísmo no significaba llegar el primero, ni ganar. No era importante ser rey o el último de los marineros. Lo importante era ser fiel a sí mismo.

P. Hay distintos tipos de héroes.

R. Si pensamos en los héroes de Homero —Héctor, Aquiles—, son héroes con mucha hambre de vida. Héroes totales, irrefrenables, con una energía absoluta, hasta el punto de que les da igual vivir, morir. Lo que cuenta es la gloria, el relato que dejaremos en este mundo. Pensamos que son muy violentos, pero los héroes de Homero hacen solamente dos cosas: o se pelean o lloran. Lloran muchísimo. Lloran ríos y ríos de lágrimas. Para ellos, era un signo de heroísmo.

P. En El arte de resistir, su último libro publicado en español y dedicado al poema épico latino Eneida, de Virgilio, habla de un tipo de héroe muy distinto.

R. Sí. Eneas es tan diferente que yo me preguntaba: ¿es un héroe de verdad? No conozco a nadie que haya dicho: “Es mi héroe favorito”. O: “Quiero ser como él”. Tenemos la impresión de que es un poquito menos héroe. Parece más equilibrado, mesurado. Es diferente porque no es su destino lo que está en juego, sino el suyo, el de su padre, el de su hijo, el de su comunidad. Es un héroe social. La crisis que atraviesa no es su crisis personal, sino la de un pueblo entero. Es el héroe de la responsabilidad. Lo dice desde el principio: “A mí me gustaba mucho mi vida, mi casa, mi mujer, pero tengo que irme a refundar un país para mí y los demás”. Y lo hace.

P. El poema de Virgilio nos sirve para los tiempos de crisis.

R. Cuando todo va bien colectivamente, es normal y sano elegir quién ser en el catálogo de Homero: si uno quiere pasiones, Aquiles, y si quiere viajes con aventuras, Ulises. Pero cuando todo empieza a ir mal, la Eneida se convierte en el poema necesario, urgente: un manual para seguir en pie en medio de una tormenta, cómo llegar a ese momento histórico —la pandemia, la guerra— en el que el mundo de ayer ya no existe y el de mañana no ha llegado. Nos explica cómo seguir y dar un sentido a este tiempo de en medio. Y la respuesta es resistir.

P. ¿Resistir contra qué?

R. Contra la tentación de decir: no puedo más. Y, paradójicamente, Eneas es el único de los héroes que no resiste a la vida, a sus momentos malos. Los acepta o al menos sabe que no sirve de nada pelear contra un destino más grande que nosotros.

P. Un heroísmo tranquilo.

R. Digno.

P. ¿Es un ejemplo?

R. A veces utilizo la siguiente metáfora. Tomamos el avión para ir de vacaciones a Málaga, por ejemplo, no sabemos pilotarlo y vamos hablando tranquilamente con nuestra pareja del restaurante donde queremos cenar. Todo va bien. Pero cuando hay turbulencias o algo peor, entonces todo lo que necesitamos es que el piloto sea serio. El resto nos da completamente igual: que sea guapo, simpático, genial. Necesitamos únicamente que sea serio. Que sepa lo que hay que hacer. Ya está. Eneas es un ejemplo de heroísmo serio.

P. La palabra destino es clave. ¿Qué significa en la Eneida?

R. En la Eneida, el destino son simplemente las reglas del juego, como si fuera partido de fútbol: antes de empezar sabemos cuantos jugadores hará, sabemos que habrá un solo balón. En nuestra existencia, es la aceptación de las reglas del juego, que son, para empezar, dos: nacemos y morimos, y vida hay una sola. Parece una banalidad, pero yo me lo repito casi cada mañana. En la Eneida ya se sabe lo que va a pasar, como en la vida. Lo que interesa en la Eneida y en la vida es cómo vamos a jugar esta partida, sea cruzar el Mediterráneo para fundar Roma o una vida entera.

P. Otra palabra clave: piedad.

R. No es que Eneas sea particularmente religiosos, pero cree. Cree en algo. Me parece bellísimo esto: una gran parte de su fuerza viene de su capacidad de creer. Hemos perdido el sentimiento de lo sagrado. No creemos en nada absoluto. De un lado hay una sobreabundante de datos, inteligencia artificial, algoritmos, y del otro no creemos en nada o se desarrollan teorías de la conspiración. No hablo de cosas místicas, sino de reconocer que hay un sentido.

P. ¿En qué cree usted?

R. Creo muchísimo en la vida. Hay que celebrarla, como hace Eneas, que está en un viaje muy difícil y no sabe adónde ir, cómo empezar, pero sigue. En todas las batallas hay que creer en algo, al menos en la batalla misma. No se va a ningún lado sin creer en algo.

P. ¿Hay héroes hoy como los de la Antigüedad? ¿Quiénes serían?

R. Es difícil decirlo. Pero estoy segura de que hay héroes poco visibles. Pienso en quienes ayudan a los migrantes. Pienso en los profesores. Pienso, en general, en cualquier persona que decide vivir de verdad su propia vida, ser fiel a lo que quiere ser.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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