_
_
_
_
_

María Ressa, premio Nobel de la Paz: “Las grandes tecnológicas son como las compañías tabacaleras. Saben que lo que hacen es dañino”

La periodista, galardonada en 2021, es una mujer valiente perseguida en Filipinas por sus trabajos de investigación. Un documental producido por George Clooney reivindica su figura

Maria Ressa retratada durante el HAY Festival de Cartagena de Indias, el pasado fin de semana.Foto: Daniel Mordzinski | Vídeo: PBS
Guillermo Altares

Sin perder la sonrisa, sin alzar la voz, sin mostrar una excesiva preocupación, la periodista filipina Maria Ressa, de 59 años, explica que, pese a haber sido galardonada con el premio Nobel de la Paz en 2021, pese a haber sido designada persona del año por la revista Time en 2018, se arriesga a pasar el resto de su vida en la cárcel. Durante varias décadas fue reportera de la CNN en Asia, pero la llegada al poder del presidente Rodrigo Duterte la convirtió en un referente mundial de la libertad de expresión.

Aunque el 18 de enero pasado logró una victoria judicial al ser absuelta de evasión fiscal, todavía se enfrenta a otras denuncias que, según varias organizaciones de derechos humanos, también están motivadas políticamente. Su futuro judicial es una incógnita desde la llegada a la presidencia de Bongbong Marcos, hijo del dictador Ferdinand Marcos, por el que su familia se exilió en EEUU. La clave, según Ressa, está en que le importa bastante más la opinión internacional que a Duterte. Y ahora mismo, ella es una figura de relevancia internacional, defendida por la abogada estrella Amal Clooney.

Desde el medio que fundó y dirige, Rappler —principal diario digital de Filipinas—, lanzó una serie de investigaciones sobre las violaciones de derechos humanos ordenadas por Duterte, que promovió una campaña de asesinatos de la policía contra cualquiera que consumiese o trapichease con drogas (y que ha provocado 27.000 muertos según Amnistía Internacional, 6.000 según la policía filipina). Su relación con el expresidente se puede resumir en una secuencia del documental Ausencia de verdad, dirigido por Ramona Díaz y que puede verse en Filmin, cuando Duterte le espeta en una entrevista: “Usted se cree que por ser periodista no puede ser asesinada”.

Si quieres apoyar la elaboración de periodismo de calidad, suscríbete.
Suscríbete

Antes de ganar el Nobel ya hubiese podido exiliarse—tiene nacionalidad estadounidense—, pero ha decidido quedarse en su país y continuar una lucha que cree que va más allá de Filipinas. Considera que la enorme difusión de noticias falsas, gracias a las redes sociales y las grandes compañías tecnológicas, pone en peligro la democracia global. Y está convencida de que esas multimillonarias compañías son conscientes de lo que pasa, pero no mueven un dedo para evitarla.

En España, acaba de salir su libro Cómo luchar contra un dictador (Península, traducción de Juanjo Estrella), un ensayo en el que relata a la vez su combate contra los abusos de Duterte y contra las noticias falsas. Esta entrevista tuvo lugar el fin de semana pasado en Cartagena de Indias (Colombia), durante el Hay Festival.

Pregunta. ¿Tiene la esperanza de que alguna vez acaben sus problemas con la justicia en Filipinas?

Respuesta. No lo sé. Creo que al nuevo presidente, Marcos junior, le importa mucho más lo que piensa la comunidad internacional que a Duterte. Y aunque hay problemas con la independencia judicial, no digo que seamos Rusia o Irán. Creo que seguimos siendo una democracia, por eso es muy importante no rendirse.

“Esta generación está creciendo sin confianza, que es un pegamento muy importante en la sociedad”

P. Pero, pese a su reciente victoria judicial, ¿se siente todavía en peligro?

R. Sin duda. El viejo peligro sigue ahí. Ahora mismo, además, el objetivo de las operaciones de desinformación ya no es que creas en algo, sino que desconfíes de todo. Esta generación está creciendo sin confianza, que es un pegamento muy importante en la sociedad. Es el pegamento que nos mantiene unidos.

P. ¿De dónde saca tanta fuerza? ¿no se cansa de luchar?

R. No creo que me canse. Ya soy bastante mayor, voy a cumplir 60 años. He trabajado y vivido en zonas de conflicto. Ahora mismo, siento que es uno de esos momentos en los que tengo que luchar por lo que creo. Es fácil decir que crees en la ética, que defiendes unos principios, que crees en el periodismo cuando nadie te ataca. Pero si alguien te ataca, y te rindes, significa que renuncias a aquello en lo que crees. Eso es una parte. Otra parte es que creo que podemos ganar, si me rindo ayudaré a que perdamos. Y además está mi equipo.

P. ¿Cree que el premio Nobel de la Paz le protege?

R. Cuando me lo comunicaron, pensé ¡Dios mío! Pero también me di cuenta de que podría traerme bastantes problemas. Cuando Time me nombró persona del año, inmediatamente pensé que el Gobierno iba a lanzar una ofensiva contra mí. Pero ahora soy consciente de que nos protege. Eso no quiere decir que no pueda pasar el resto de mi vida en la cárcel porque nadie sabe lo que va a ocurrir con los otros casos. Pero tengo esperanza.

P. ¿Cree que estamos viviendo un momento de retroceso de la democracia global?

R. No sé si regresión es la forma adecuada de verlo. Es como si el progreso nos hubiese enviado al pasado, como en la película Regreso al futuro. La tecnología ha permitido el ascenso de líderes autoritarios, que han sido democráticamente elegidos. Y eso se ha producido porque el ecosistema informativo está totalmente corrompido. Un estudio del MIT de 2018 sostiene que las mentiras se distribuyen en la web seis veces más rápido que las informaciones verdaderas. Y otro estudio demostraba que los algoritmos de YouTube impulsaban las teorías de la conspiración más delirantes. Todo eso les ha dado muchísimo poder, en el mundo real, pero también en el digital. Las grandes compañías tecnológicas han contribuido a la radicalización y a la polarización. Y han tenido un impacto directo en nuestra sociedad.

P. ¿Algún ejemplo concreto?

R. Rusia ha llevado a cabo enormes operaciones de desinformación, utilizaron la misma narrativa para justificar la invasión de Crimea y de Ucrania, ocho años más tarde. Marcos hizo lo mismo en Filipinas y logró pasar de ser un paria a convertirse en un héroe. En 2014 comenzaron muchas operaciones de desinformación y se produjo un efecto dominó: influyeron en Filipinas, en el Brexit, en la crisis de Cataluña, en la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Y los bots rusos estuvieron presentes en todos los casos. Hasta ahora podíamos tener diferentes puntos de vista políticos, pero había un acuerdo general sobre los hechos. Pero con el nuevo diseño de los algoritmos de las compañías tecnológicas aumentó muchísimo la polarización.

Facebook, por ejemplo, utiliza la inteligencia artificial para crear un clon de cada uno de nosotros

P. Usted ha dicho que los usuarios somos como perros de Pavlov para las grandes tecnológicas. ¿Por qué?

R. Porque experimentan con nosotros. Utilizan lo que saben de nosotros para manipularnos. Cada una de esas compañías maneja muchísimos datos de nosotros. Facebook, por ejemplo, utiliza la inteligencia artificial para crear un clon de cada uno de nosotros. Ellos lo llaman un modelo. Y va mucho más allá de la publicidad; es microtargetting [mercadotecnia focalizada] porque está a disposición de cualquiera que esté dispuesto a pagar por ello. Puede ser una marca comercial, un gobierno, cualquiera que quiera aprovecharse de tus puntos flacos para hacerte llegar un mensaje. Es como si fueras al psicólogo y le contaras tus miedos más profundos, tus secretos. Y él saliese de la consulta y vendiese toda esa información íntima al mejor postor. El experimento de los perros de Pavlov consistía en darles de comer a la vez que se hacía sonar una campana. Y luego quitaban la comida, pero seguían haciendo sonar la campana y los perros salivaban igual. Conocen nuestros puntos débiles. ¿El miedo a la inmigración es tu punto débil? Pues lo explotarán.

P. ¿Por qué cree que esos líderes autoritarios le tienen tanto miedo a las mujeres y al feminismo? Para Bolsonaro o Trump es casi una obsesión.

R. No lo sé, pero los ataques online representan un retroceso de siglos en el trato a las mujeres. ¿Por qué las mujeres? No sé me ocurre ningún dictador que haya sido mujer. En cualquier caso, estamos viviendo una explosión del sexismo y la misoginia de una forma que no se conocía hace mucho tiempo. Es algo que nunca había vivido. Y todo esto se debe a una manipulación de los datos. Y no atacan solo a las periodistas. Mire lo ocurrido con la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, cuando decidió dimitir.

P. ¿Hasta qué punto podemos fiarnos de las grandes tecnológicas?

R. En un momento de mi vida, me fié de ellas. Ahora es imposible. Los medios de comunicación tenemos que buscar un balance entre los beneficios y el servicio público. Nos dirigimos a las grandes tecnológicas ya en 2016 y les dijimos todos los problemas que encontrábamos. Y se negaron a verlos. La mayoría de esas plataformas esconden las noticias. En 2018, Mark Zuckerberg manifestó que Facebook se iba a centrar sobre todo en la familia y en los amigos y relegó las noticias a un segundo plano. Algunos medios padecieron una caída de su tráfico en un 60%. Y fue una decisión unilateral. Cuando solo te centras en familia y amigos, y no en información contrastada, las noticias falsas se propagan mucho más. Están protegiendo sus beneficios, no al público. En cambio, son muy buenos protegiendo a los anunciantes. Un cliente puede decir que no quiere aparecer junto a tal noticia y no aparecerá. Pero rechazan proteger a los usuarios, tampoco quieren proteger los hechos. Y no hacen ninguna distinción entre mentiras y hechos.

Maria Ressa retratada durante el HAY Festival de Cartagena de Indias, el fin de semana pasado.
Maria Ressa retratada durante el HAY Festival de Cartagena de Indias, el fin de semana pasado.Daniel Mordzinski

P. ¿Qué ha cambiado en el mundo de las noticias falsas, porque desde Mesopotamia o la antigua Roma los dictadores han utilizado las noticias falsas? ¿es solo la tecnología?

R. Sí. Es exponencial. Es algo que no hemos visto en la historia. Hay gente que piensa que es una cuestión de libertad de expresión, pero no es así. Elon Musk tiene una aproximación libertaria a la libertad de expresión, pero está claro cuando la desinformación es utilizada para la guerra o por motivos políticos, cuando nos tratan como perros de Pavlov y cambian nuestro comportamiento. Nuestras emociones son la puerta de entrada para que actuemos de forma irracional. El 6 de enero en Washington y el 8 de enero en Brasilia son ejemplos claros. También ha habido una violencia tremenda en Myanmar, en Sri Lanka, en la India, en Pakistán y en gran parte ha sido impulsada desde las redes. Me hice periodista por el poder de la información y porque creo que tenemos una misión de proteger el interés público. Cuando se corrompe el debate público de la forma en que lo han hecho las redes sociales, eso tiene un impacto en toda la sociedad. Las grandes tecnológicas son como las grandes compañías tabaqueras. Saben que lo que hacen es dañino, pero han ganado miles de millones de dólares.

P. Ahora sabemos que ocurrió lo mismo con las grandes compañías petroleras, que eran conscientes de que los combustibles fósiles provocaban el cambio climático.

R. Exactamente. Parece un chiste. Eso demuestra hasta qué punto nuestro mundo está roto. De nuevo, las tabaqueras son un ejemplo perfecto. Se tardó mucho tiempo en vencerlas, mucha gente murió. Solo espero que la democracia resista. Pero estamos contemplando una subida de la ultraderecha en todas partes, mezclada con la religión. Que es otro problema.

P. Puede parecer una paradoja pero ¿resulta más complejo luchar contra líderes autocráticos que han sido elegidos democráticamente como en el caso de Duterte o Bolsonaro porque han logrado un apoyo de la mayoría?

R. Sí, pero hay que preguntarse en qué condiciones se produjeron esas votaciones, porque antes de ir a las urnas se vivió una intensa manipulación informativa. ¿Cómo se puede considerar que unas elecciones han sido justas si las condiciones en las que han producido no lo son? Numerosos estudios demuestran que mucha gente no vota pensando en lo que cree, sino en lo que siente. Estados Unidos es un ejemplo perfecto. Trump contra Hillary Clinton. Pero luego supimos lo que había hecho Cambridge Analytica [la consultora británica que recopiló millones de datos de Facebook sin permiso de los usuarios para propaganda política], la desinformación rusa… ¿Se puede defender que en estas elecciones hubo fraude, no en las urnas, pero sí en las mentes de la gente? Sin duda. Creo que la democracia funciona si tenemos información veraz, si se puede escuchar a todas las partes, si podemos decidir de forma independiente. Pero ¿qué ocurre si no somos independientes, si cada uno de nosotros hemos sido manipulados? ¿Podemos considerar que son elecciones justas y libres?

Apúntate aquí a la newsletter semanal de Ideas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_