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Emma Dabiri, socióloga: “El peinado es un buen indicador del clima político”

La académica irlandesa, autora de un ‘best seller’ sobre el cabello, dice que la vuelta al pelo afro es un gran éxito reciente contra el racismo imperante

La socióloga Emma Dabiri, en un hotel de Londres (Reino Unido), el martes pasado.
La socióloga Emma Dabiri, en un hotel de Londres (Reino Unido), el martes pasado.Ione Saizar
Rafa de Miguel

Emma Dabiri llega a la recepción del hotel St. Pancras, en Londres, con una sonrisa que desarma y borra de un plumazo los minutos de retraso. Es increíblemente guapa, y lo sabe, pero, como ella misma ha contado, su belleza no fue suficiente para que aquella niña negra, surgida de una pareja mixta, encontrara en el Dublín donde nació y creció la seguridad y las respuestas a sus temores y dudas. De piel clara, heredó sin embargo un pelo afro con el que, como muchas otras mujeres negras, nunca tuvo claro qué hacer. Hasta que decidió que era hermoso, y que la historia del peinado africano era también la historia de una liberación y una conquista.

No me toques el pelo, de la editorial Capitán Swing, ha sido un éxito de ventas en todo el mundo. A través de la historia del peinado africano, del estigma sufrido por millones de mujeres y fomentado por un racismo de siglos, Dabiri, escritora, académica especializada en estudios africanos y documentalista prestigiosa en la BBC, ahonda en la raza, el racismo y las vías para alejar la condescendencia y buscar la cooperación entre diferentes luchas contra la misma injusticia.

PREGUNTA. ¿Por qué el pelo?

RESPUESTA. Por muchas razones. Pero hay una especialmente simple: la cultura creativa y rica o el lenguaje visual que hay detrás de los diferentes estilos capilares negros. Creo que mucha gente que está fuera de la comunidad negra no es consciente de esto. Quería explorar ese factor creativo y artístico. En la tradición europea no se contempla el peinado como una forma de arte, pero sí lo es en la cultura negra. Quería darle el valor y reconocimiento que le corresponde.

P. Pero buscaba algo más que hablar de una expresión artística.

R. Claro, porque la textura capilar, la cultura en torno al modo en que se esculpe el cabello, el modo en que se percibe el pelo de los negros desde el exterior, son normalmente muy buenos indicadores del clima político, de la visión que existe sobre la gente negra, del tipo de trato que recibe en una sociedad y en un tiempo concreto.

P. Niña negra y que crece en Irlanda. Como se ve también en niñas de Reino Unido o de Estados Unidos. El pelo condiciona.

R. En la época en la que yo crecí, la decisión convencional si tenías una textura de cabello como la mía, muy afro, era la de alisarlo a través de procesos químicos. Existía una idea no expresada en voz alta, pero claramente explícita, de que este tipo de pelo debías ocultarlo o disimularlo. No te planteabas siquiera la idea de mostrar tu pelo al natural, tal y como te crece.

P. Algo ha cambiado.

R. Este movimiento a favor del cabello natural, que yo sitúo alrededor de 2010 en Estados Unidos, se extendió luego por el resto del mundo. Cada vez son más las personas negras que rechazan esa inferioridad que derivaba del modo en que percibían su pelo.

P. Es llamativo que las diferencias surjan entre la propia comunidad negra.

R. Muchas veces pienso que el estigma sigue existiendo. Y entre los propios negros. Porque el pelo que se considera propio de la raza negra tiene texturas diferentes. Si uno observa la población negra de Estados Unidos o del Caribe, entiende que la historia ha creado muchas mezclas de raza. Por eso, entre los propios negros hay diferentes tipos de pelo. Es mi caso. Soy hija de una pareja mixta, pero mi cabello responde al lado africano de mi herencia. Y entre estas texturas diferentes hay una jerarquía según la cual el pelo que refleja más una herencia europea siempre será visto como más atractivo, más bonito y que brinda más posibilidades de avanzar.

P. ¿Le irrita?

R. Claro que me irrita, demuestra lo enraizadas que están este tipo de cosas. Muestra lo complicado que resulta transformar este pensamiento. Son corrientes internas que, pese al elevado nivel de conversación y debate público que tenemos, no son realmente abordadas. Por eso yo quería resaltar todos estos matices, que siguen existiendo. Y por eso exhibo un estilo de pelo afro cuando salgo en televisión o participo en actos públicos. Porque todavía resulta extraño que personas que tienen el mismo tipo de pelo lo lleven de modo natural en público.

P. Forma parte de una nueva generación de escritoras que se aleja del discurso identitario actual y mira hacia atrás, hacia los movimientos radicales del siglo pasado.

R. Porque necesitas unir la línea de puntos, conectar las cosas. Uno puede ver cómo se intenta, en muchas de las luchas actuales, en muchas de las formas de opresión, que las personas que las protagonizan o las sufren se acaben enfrentando entre ellas. Se busca evitar a toda costa que se unan, que formen una coalición capaz de crear movimientos de masas con el poder real para cambiar las cosas. Muchas de las políticas de identidad actuales que se generan en las redes sociales están muy alejadas de las políticas de identidad que surgieron durante la década de los sesenta del siglo pasado. Trabajaban entonces para forjar coaliciones. Se organizaban basándose en su identidad, pero luego el movimiento Black Power colaboraba con las mujeres negras o con el feminismo. No se concentraban en sí mismos de un modo miope. En el contexto de las redes sociales desaparecen este tipo de movimientos radicales. Se reduce a un facsímil donde la gente cada vez es más pequeña, atomizada, dividida infinitamente en grupos más y más pequeños.

P. Y más enfadada.

R. Fíjese en Twitter, donde escandalizar tiene recompensa. Cuanto más reduccionista y emotivo sea tu contenido, más respuestas logras entre los que están de acuerdo contigo o los que están en tu contra. Se convierte en un espacio primario donde surgen conversaciones que requerirían complejidad, matices, generosidad y entendimiento. Y lo que surge es división y escándalo. Es un desastre.

P. Prefiere hablar de coalición que de alianza en la lucha contra el racismo.

R. Ese discurso de la alianza [entre blancos y negros] que proliferó después del asesinato de George Floyd me resultaba bastante condescendiente, como persona negra. Cuanto más leía al respecto, más oía hablar del aliado (blanco) y la víctima (negra). Un relato que enfatizaba la idea de un salvador blanco, una idea de la que debemos alejarnos antes que estimularla. Volvemos a lo anterior, a unir las diferentes luchas. Para que aquellos que han sido educados como blancos entiendan que, a pesar de no sufrir en sus carnes el racismo, sí sufren una reducción de sus oportunidades vitales por culpa de las desigualdades que perpetúa el capitalismo. Me gusta citar al poeta Fred Moten cuando dice aquello de que “no necesito tu ayuda, necesito que te des cuenta de que esta mierda también te está matando a ti, aunque lo haga de un modo más lento”.

P. Y, curiosamente, sugiere que no perdamos tiempo con las llamadas microagresiones: esos chistes, estereotipos, comentarios sesgados en los que ni pensamos al hacerlos.

R. Existen, están ahí, y las he sufrido toda mi vida. Pero si existen es porque son el síntoma de un problema estructural mayor. Si nos concentramos mucho en ellas, ocupamos toda la banda ancha y nos distraemos a la hora de buscar soluciones frente al sistema que las origina. Muchas conversaciones en torno a ellas surgen, además, en las redes sociales, donde todo es emotivo. Generan división y nos fuerzan a dar constantes círculos en torno a ellas.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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