Educación sexual: contra la postura del misionero
“¿Qué hacemos para que los niños puedan amar a quienes quieran?”, se preguntaba Montero. Pues nada, ya lo van a hacer sin que ella se lo diga. Ya es un logro de toda la sociedad, y con una educación sexual nula
Una vez vino al colegio un cura desde un país exótico. Nos contó sus aventuras y lo maravilloso que era ser misionero, ayudar a quien lo necesita, y que si alguno de nosotros quería hacer lo mismo se apuntara no sé dónde. Muchos se emocionaron. Ya mayor, me di cuenta de lo miserable que era ese señor, ir a captar a unos críos crédulos y confiados con la esperanza de convencer a alguno. A lo mejor con buena intención, pero como adulto era muy consciente de su poder para moldear chavales a su conveniencia. “Hay algo terriblemente apasionante en ejercer una influencia”, decía Lord Henry en El retrato de Dorian Gray. Aunque viniera el mismo Buda a predicar a una guardería, le daría una patada en el culo.
No merece la pena volver sobre lo que dijo la ministra Irene Montero sobre la educación sexual de los niños. Era razonable, estaba muy claro ―lo ha reconocido hasta el portavoz de los obispos― y no dijo para nada eso que dicen que dijo. Ahora bien, Montero defiende que las clases sean “desde las edades más tempranas”, y la apoyaba en este periódico su rival Teresa Rodríguez, diciendo que a los nueve años. Bien, que cada uno lo haga como quiera, pero es que tiene que ser en el colegio, no en casa. Supongo que ellas se lo explicarán todo superbién a sus hijos, así que imagino que es porque no se fían de los demás padres. Ya, hay padres ineptos, aquí se reproduce cualquiera, pero entiendo que es por los que no piensan como ellas. Lo que no comprendo es por qué sí se fían de los profesores. Igual que hay padres cretinos, siempre ha habido malos profesores, y permítanme que desconfíe si encima se ponen a dar lecciones de vida. Prefiero que se queden en la hipotenusa y el endecasílabo.
Un buen profesor no te dice lo que piensa él, te da los instrumentos para pensar tú. Y, en el tema sexual, cada vez que últimamente me he topado con charlas de algún docente, casi siempre dice lo que piensa él. Me recuerdan al misionero ese. Y los niños salen con una empanada que no entienden nada, qué manía de acelerar la llegada a la vida adulta, de acabar con el misterio. Será casualidad, pero los que me he encontrado no suelen tener hijos, aunque les encanta aleccionar a los de los demás, como los curas. Si los tienes, respetas escrupulosamente la esfera de autoridad de los otros padres, no hay nada más delicado, hasta para darle un caramelo a un crío, no te digo si es para contarle cómo te haces una paja. Y casi mejor eso, que es algo útil, a los talleres que exploran las emociones, puede ser gente pesadísima. Hoy no hay término medio entre lo cursi y la pornografía.
Rodríguez, precisamente, argumentaba que estas clases son la única solución ante la avalancha imparable de porno, pues todos los niños tienen móvil desde la comunión. Se lo digo ya: confía demasiado en la teoría, ante un buen porno no tiene nada que hacer. Mejor dele una patada en el culo a su cuñado si le regala un móvil al niño con nueve años. “¿Qué hacemos para que los niños puedan amar a quienes quieran?”, se preguntaba Montero en el Congreso. Pues nada, ya lo van a hacer sin que ella se lo diga. Ya es un logro de toda la sociedad, y con una educación sexual nula. Me conformo con una escuela laica que enseñe el respeto y la tolerancia. Además, esto es un festival para la derecha porque cuando se ríe de la izquierda sobre sexo se le entiende mejor, mientras parte de la izquierda habla en chino. Aunque la derecha se equivoca de táctica: debería exigir las mismas horas de educación sexual que de matemáticas. Los chavales acabarían por odiarla y se pirarían las clases.
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