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Trabajar cansa
Columna
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El encanto estival de la eterna Euskadi élfica

Hay vídeos de bofetadas en la parte vieja de San Sebastián, y se ha liado en las fiestas de los pueblos, como cuando en esos mismos bares antes apaleaban a ertzainas de paisano, y Otegi está escandalizado

Arnaldo Otegi
El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi en el Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal el 22 de junio.Unanue (Europa Press)
Íñigo Domínguez

No ha tenido mucho eco, porque es verano y sobre todo porque el País Vasco ha dejado de interesarnos, pero un político vasco ha hecho unas enérgicas declaraciones tras algunos episodios de violencia: acusó a otros de “autoritarios” y “sectarios”, de que “no admiten a nadie que no piense como ellos” e “imponer concepciones que el resto no comparte”. En fin, nada que nadie humano no haya pensado hasta que ETA dejó de asesinar. Lo novedoso es que alguien empiece a pensarlo ahora. ¿Y quién es? Pues es Arnaldo Otegi. Pobre, estrenar conceptos morales a su edad debe de ser perturbador. Se debe a que a EH Bildu le han salido en su órbita unos más ceporros, y más jóvenes, que ellos. Se llaman Gazte Koordinadora Sozialista (GKS) y ya han llegado a las manos. Hay vídeos de bofetadas en la calle, y en las fiestas de los pueblos, como cuando en esos mismos bares antes apaleaban a ertzainas de paisano, y Otegi está escandalizado.

Lo que pasa en el País Vasco, y que ha dejado de interesarnos, son los líos entre esta gente. Mientras no maten ni vulneren la ley, como si se proporcionan placer con un ladrillo. En la prensa catalana tampoco logras pasar del segundo párrafo de graves análisis políticos, porque es caer en el capítulo 327 de Melrose Place. Descubres que este y el otro ahora se odian, una nueva escisión en la facción de la corriente de un grupúsculo, y siempre en una deriva infinita hacia la pureza. El héroe de hoy es el apestado de mañana porque alguien más radical, más fanático, le convierte en un facha.

Lo que pasa en el País Vasco es que esos veteranos que han calentado la cabeza a los chavales durante años con que la utopía justifica todo, ahora ven cómo sus hijos les acusan de venderse al sistema. Hasta han salido los otros partidos a pedirles que hagan el favor y dejen de pelearse, y se nota que lo están gozando: nunca creyeron ver a estos individuos envenenados por su propia medicina. El comunicado de los disidentes contra EH Bildu (“el principal partido de la clase media”) era conmovedor. Se saltaban las lágrimas ante la “campaña de agresión” que están soportando: los excluyen de espacios públicos, “estrategias para destruir moralmente (y a veces físicamente) a nuestros militantes”, acoso laboral, despidos por razones ideológicas, “humillación y discriminación de estudiantes” y hasta “amenazas de muerte”. ¿De Otegi y sus colegas? No puede ser, debe tratarse de un error. “Si siguen los ataques, hacemos a EH Bildu y Sortu responsables del escenario que se puede generar durante el verano”, concluían amenazantes. Han tenido buenos maestros, y quizá no ven la hora de hacer todo eso ellos.

Intuía que la colosal resaca del terrorismo y las zonas pantanosas que ha dejado, no siempre visibles, son material formidable para una novela negra vasca, pero ya estoy seguro tras leer una estupenda, Tierra de furtivos (Destino), de Óscar Beltrán de Otálora, periodista de El Correo y uno de los mejores conocedores de los años oscuros. Transcurre ahora, porque ahora mismo pasan cosas, y los personajes de aquellos años siguen con sus vidas, los buenos y los malos. Es ficción, pero muchas cosas son de verdad. Y cuesta distinguirlas. El libro cuenta que un etarra, reciclado en profesor y aburrido de la vida burguesa, pasa a la clandestinidad para retomar la lucha armada. Se despide de los alumnos con un mensaje… en élfico. Sigue habiendo gente en Euskadi que se siente élfica (aunque vaya siempre en chándal). ¿Dirían que este personaje es real o inventado?

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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