_
_
_
_
La punta de la lengua
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Debate semántico

“Derogar” tiene una sola acepción: “Dejar sin efecto una norma vigente”. A ver qué parte de esa definición ofrece dudas

Álex Grijelmo
La vicepresidenta Yolanda Díaz atiende el 2 de noviembre a la prensa en el Senado.
La vicepresidenta Yolanda Díaz atiende el 2 de noviembre a la prensa en el Senado.Kiko Huesca (EFE)

Un debate semántico se puede producir cuando una palabra ofrece distintos significados. Eso ocurre por ejemplo con el vocablo “político”, que tiene 12 acepciones. Para unos, los dirigentes del procés fueron condenados por su actividad y su intención política, por “poner las urnas”; y merecen por tanto la condición de “presos políticos”. Para otros, obraron sin los votos populares suficientes, incumplieron el Estatuto de Cataluña y la Constitución, y además malversaron fondos (usaron dinero que los Presupuestos destinaban a otros objetivos), asuntos que no tienen que ver con ideas políticas sino con hechos ilegales; por tanto, se trata de “políticos presos”.

Este debate semántico con “político” se produce en función de que consideremos tal palabra como sustantivo (políticos presos) o como adjetivo (presos políticos). Pero las dos opciones tienen validez, porque contribuyen a expresar las enfrentadas ideas de quienes las utilizan. Yo no hablaría nunca de “presos políticos” en el caso del procés, porque mi punto de vista lo impide. Sin embargo, la expresión me permite entender lo que piensan aquellos cuyas ideas no comparto. Que para eso sirve la lengua.

Habrá debate semántico en esta palabra, pero en cada uno de esos dos usos se entiende a la perfección lo que se quiere defender.

En tiempos más recientes, distintos políticos de la izquierda manifestaron su compromiso con “derogar” la reforma laboral que aprobó la mayoría parlamentaria del PP. (Yolanda Díaz: “Vamos a derogar la reforma laboral a pesar de todas las resistencias”. Pedro Sánchez: “La vamos a derogar y cambiar de arriba abajo”). En las últimas semanas, esas mismas personas han concluido que tal derogación no es posible “técnicamente”. Y ahora algunos de sus partidarios rebajan el problema arguyendo que se trata en realidad de “una cuestión semántica”.

Y aquí el Diccionario da poco lugar al debate. La entrada “derogar” incluye una sola acepción, muy breve: “Dejar sin efecto una norma vigente”. A ver qué parte de esa definición puede ofrecer dudas semánticas.

No obstante, sí cabría un debate etimológico, sobre el origen y la evolución del verbo. Porque “derogar” (del latín derogare) tuvo antiguamente el sentido de “anular en parte una ley” (Corominas y Pascual lo documentan en el siglo XV); y luego el de “reformar” o “quitar alguna cosa”. Estas referencias a modificaciones parciales figuran en los diccionarios académicos desde 1732 hasta 1984, edición en la que aún se lee el equivalente “reformar” en esa entrada. Pero se supone que en tales casos el contexto aclaraba el alcance de la expresión: es decir, si se derogaba algo al completo o solo en parte.

Sea como fuere, en la actualidad el significado de “derogar la reforma laboral” únicamente puede entenderse como anularla o abolirla… al completo.

El ministro Alberto Garzón intentó cerrar el debate sobre este conflicto manifestando que “no hay que preocuparse por la semántica sino por los contenidos”. A saber qué quiso expresar, porque la semántica es precisamente el contenido. ¿Y cómo no preocuparnos por la semántica, es decir, por el significado de lo que nos transmiten? Si en la política no importara el significado cabal de cada vocablo, si “hoy” no significara “hoy” y “mañana” no significase “mañana”, dejarían de tener sentido las palabras, las entrevistas, las declaraciones; y entonces el mejor discurso posible sería el silencio.

Suscríbete aquí al boletín semanal de Ideas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_