Días para apuntar
Un independentista catalán puede desayunar en un país civilizado, pero luego ya se mete en el personaje y dice: qué fuerte el 11 de septiembre de 1714, es que no hay derecho
Cada vez que anuncian en la tele que Aznar ha dicho algo, me digo: escuchemos la voz de los supertacañones. Además es que casi siempre lo dice donde los Legionarios de Cristo, pero es que le invitan. Esta vez me hizo pensar: “Estos son días para apuntar y no olvidar”. Qué razón tiene, ya estoy harto de que sean los días los que me apuntan a mí, te persiguen implacables y el tiempo pasa. Soy de esos a quienes les es imposible llevar un diario, te pones dos días y enseguida tu vida te parece un rollo. Pero la de Aznar debe de ser intensa. Quién pudiera ver sus cuadernitos, saber los días que ha ido apuntando y, sobre todo, ¿para qué? Más que referirse a un diario, creo que iba por otro lado. Como algunos amigos míos que son muy de listas negras. Bar donde un día le tratan mal, hala, a la lista negra. Fulanito una tarde le contesta raro, de cabeza a la lista también. Funcionan así. A mí eso me produce un cansancio sideral, recordar agravios lleva mucho trabajo. Lo más intrigante es ese desvelo en la predisposición para un cabreo futuro, porque el del momento te viene natural, es comprensible, pero es que te preocupa que luego se te olvide por qué estabas enfadado, y por eso lo tienes que apuntar. No vaya a ser que se te pase y ya no estés cabreado por eso dentro de diez años. Entonces consultas tus apuntes, refrescas la memoria y ya te vuelves a indignar como el primer día. El tiempo no existe. Solo tus apuntes.
Esto es básico en el nacionalismo, en todos. Un independentista catalán se puede levantar un día relajado, desayunar en la cama en un país civilizado, pero luego ya se mete en el personaje y dice: qué fuerte el 11 de septiembre de 1714, es que no hay derecho. Con eso ya te pones a tono. Un señor de Vox se cruza con un inmigrante al sacar el perro y rememora la gloriosa batalla de Calatañazor que derrotó a los moros, aunque fue en el año 1002, es una fantasía sin base histórica y ahora es un pueblo de Soria de 51 habitantes. Ser nacionalista es vivir en otra dimensión temporal, y por tanto anímica. El mismo día que Aznar estaba bien atento tomando notas, los presos independentistas decidían si salían de la cárcel contentos o enfadados. No valía lo que les pedía el cuerpo, tenían que buscar en los apuntes, para no equivocarse, y la consigna fue salir como de funeral.
Debe de proporcionar un placer extraño recordar que odias a algo o a alguien, no perdonar, no olvidar. En Donde habite el olvido Cernuda decía: “Esperé un dios en mis días/ para crear mi vida a su imagen”. En fin, soy muy influenciable y yo también me puse a apuntar los días, pero pasaban y no anotaba nada. Es que me he quedado solo y no hago más que trabajar. Hasta pongo el lavaplatos para que me haga compañía. Pero por fin el otro día leí una noticia impactante. Ocurrió hace 900 millones de años, pero nos enteramos ahora: el choque de dos agujeros negros con estrellas de neutrones. Decía cosas increíbles, como que “en el interior de una estrella de neutrones la materia está tan comprimida que una sola cucharilla de estrella de neutrones pesa igual que todas las personas del planeta Tierra”. Usted, yo, Aznar, los independentistas, todos juntos ahí con los neutrones. Lo otro interesante que pasó ese día fue el afilador, qué ilusión me hizo, oír desde la calle esa musiquita tan alegre. No sé si en estos apuntes de actualidad coincidiría con Aznar y los líderes independentistas. Pero yo con eso, la estrella de neutrones, un sonido de la infancia, ya relativicé todo mucho. Aunque seguro que luego se me olvida todo.
Suscríbete aquí a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.