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Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Justin Kan, el creador de Twitch empezó retransmitiendo su vida en directo

El fundador de la plataforma de vídeo la vendió en 2014 a Amazon por 970 millones de dólares

Jordi Pérez Colomé
Justin Kan Twitch

Justin Kan estaba reunido con un inversor y tenía que dar una idea para su segundo emprendimiento: “Voy a emitir mi vida por internet y a ver qué pasa”. Era 2006 y tenía 23 años. No existía el iPhone. Kan planeaba ponerse una cámara en la frente y emitir en tiempo real cada minuto de su existencia. Un amigo le ofreció 50.000 dólares para, en sus palabras, “ver cómo hacía el ridículo”.

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Ocho años después, en un castillo en la Toscana, durante la boda de un colega, Kan actualizaba sin parar la aplicación del banco. De repente, el saldo cambió: “Nunca había pensado que pudiera caber tanto dinero”, dijo. Amazon acababa de comprar Twitch, la empresa que surgió de aquel “ridículo” experimento, por 970 millones de dólares. Al día siguiente, Kan fue a la tienda de saldos de Prada en Montevarchi (Italia): “Era mi primer gran gasto. Compré mucho, pero había gente allí que compraba más que yo”, cuenta en un vídeo en su canal de YouTube.

Los ocho años que pasaron entre la fundación de Justin.tv y la venta de la plataforma de contenido en directo Twitch a Amazon, gigante del comercio electrónico, han marcado la vida de Kan. Pero tiene muchas más cosas que contar a sus 37 años. Kan nació en Seattle de una madre inmigrante china de Malasia y un padre estadounidense. Estudió Física y Filosofía en la Universidad de Yale. Le aconsejaron que después se convirtiese en abogado, pero los exámenes para entrar en la carrera le salieron regular. Así que con un compañero de universidad que sabía algo de programación decidió montar una empresa. ¿Pero de qué? Gmail acababa de salir y se les ocurrió crear un calendario para el correo. Enseguida Google sacó su propio calendario y se quedaron sin proyecto. Pero subastaron el código en eBay. Increíblemente, les dieron 258.000 dólares.

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Llegó entonces Justin.tv. Kan llevaba una cámara atada a una gorra y, en una mochila, un ordenador y una batería que pesaba 10 kilos. La idea podía ser más o menos brillante, pero lo que realmente la convirtió en genialidad fue la capacidad técnica de hacerlo. El coste de directos en vídeo por internet era en aquella época de 36 centavos, según un artículo de The New York Times de 2007: el programa de Justin.tv logró rebajarlo a solo 1. Ahí podía haber un modelo de negocio. El problema era que no sabían cuál.

Uno de los insistentes consejos que dan los fundadores de empresas emergentes es “lánzalo y mira qué hace la gente con ello”. Con el prototipo inicial de cámara y equipo, una noche Kan fue con Steve Huffman, cofundador de Reddit, una página de cientos de miles de comunidades, a un bar en San Francisco. En unos años iban a ser multimillonarios, pero aquel día eran veinteañeros que habían bebido y uno llevaba una cámara atada a la gorra. El camarero les prohibió grabar (allí había jugadores célebres de fútbol americano, dijo, y era delicado). Acabaron detenidos. Esa noche un amigo llamó a otro fundador de la empresa: “Oye, ¿han detenido a Justin?”.

Resulta que, al fin y al cabo, alguien había estado mirando el directo. La idea podía fructificar. Así que siguieron adelante. Aunque un puñado de personas solía conectarse, la retransmisión resultaba bastante aburrida. Para divertirse, un día un seguidor mandó a la policía a casa de Kan con la falsa alerta de un apuñalamiento.

El siguiente paso fue abrir las emisiones a otros invitados. Probablemente ayudó que la primera compañera de Justin en la plataforma fuera Justine Ezarik, una guapa actriz que atraía a muchos más espectadores que él. Pero el modelo de negocio seguía sin estar claro hasta que Kan dio con los videojuegos en directo. Hoy Twitch trata de competir con el gigante YouTube en popularidad.

Tras la venta de Twitch, Kan fundó Atrium, una empresa de servicios legales para empresas emergentes. Esta vez consiguió 75 millones de dólares. Pero fue un desastre. “Yo no sirvo de jefe”, dijo. “Soy un catalizador, un contador de historias, ni siquiera sé programar bien”. Ahora es inversor y desde hace dos meses se ha abierto un canal en YouTube que cuenta con 75.000 suscriptores. Se le da bien: Kan es vivaz y da consejos que no solo se ciñen a lo empresarial. En un ambiente competitivo como Silicon Valley, él difunde ahora el mensaje de que la felicidad está en el interior: “Logré vender mi empresa por 970 millones, pero aún puedo envidiar que los de Dropbox o Airbnb hayan tenido más éxito”, dice. Ya sabe que todo tiene algo de aleatorio. Los fundadores de la exitosa compañía de alquiler turístico Airbnb estaban a punto de abandonar cuando en 2006 él mismo los animó a presentarse a una plataforma para obtener financiación, mientras cenaban juntos en Nueva York. Aquello cambió la historia de la empresa.

Ahora Justin Kan trata de reinventarse de nuevo y sabe bien que nada vende tanto como una buena historia: “Una vez que tus necesidades están cubiertas, tener más no añade nada a tu felicidad. Yo ya tenía dinero antes de la venta. Y tuve más. Pero mi día a día era igual”, cuenta en YouTube. “El deseo de lograr más es una trampa. No confíes en el mundo exterior para lograr motivación: ser famoso, ser rico, ganar más dinero. Ningún objetivo lejano me ha dado más felicidad. Eso solo ha pasado cuando he tenido motivaciones interiores”.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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