_
_
_
_
La punta de la lengua
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fe de errores

Nadie se salva de cometer fallos. No nos diferenciamos por tenerlos o no, sino por cómo los gestionamos

La filóloga María Moliner.
La filóloga María Moliner.
Álex Grijelmo

Los seres humanos no nos diferenciamos por la infalibilidad de unos y las equivocaciones de otros: todos cometemos errores, nadie se salva. Lo que sí nos distingue es la forma de gestionarlos. Unos reconocen el fallo y le ponen remedio; y otros disimulan, lo ocultan o, todavía peor, se lo endilgan a los demás. Las personas de este segundo grupo suelen reunir una característica adicional: no reconocen sus errores, pero disfrutan con los ajenos.

El idioma español ha acuñado la frase proverbial “el mejor escribano echa un borrón”, que cuenta con variedades como “al mejor galgo se le escapa una liebre”, “el más diestro la yerra” o “no hay caballo que no tropiece”. Estas expresiones tan comprensivas se dan también en otros idiomas (véase el refranero multilingüe del Centro Virtual Cervantes). El francés y el inglés coinciden en la metáfora: “Il n’y a si bon charretier qui ne verse” (“no hay tan buen carretero que no vuelque”) y “the best cart may overthrow” (“el mejor carro puede volcar”). El euskera se fija también en los equinos: “Zaldi hoberena da noizpait lerratzen” (el mejor caballo resbala alguna vez); el catalán acude al sector textil, como era de esperar: “el millor sastre esguerra un vestit” (el mejor sastre estropea un vestido); y el gallego se apunta asimismo a la figura del tintero, pero con más gracia: “Ao mellor escribán cáelle un borrancho”.

Y como los buenos escribanos sufren borrones, María Moliner redactó en su diccionario esta definición de “día”: “Espacio de tiempo que tarda el Sol en dar una vuelta completa alrededor de la Tierra”. Sin embargo, el Sol no da vueltas a la Tierra, sino que ocurre al revés; y el día dura lo que tarda nuestro planeta en dar una vuelta sobre su eje.

Así que a una sensacional escribana se le cayó un borrón, le volcó el carro, le tropezó el caballo o se le estropeó el vestido.

Ideas que inspiran, desafían y cambian, no te pierdas nada
SIGUE LEYENDO

Gabriel García Márquez tachó aquella definición de la gran María Moliner como error “imperdonable” y “escandaloso”, en un artículo sobre diccionarios publicado en EL PAÍS el miércoles 19 de mayo de 1982. Tal vez por eso la definición se corregiría en una edición póstuma, en 1998.

Sin embargo, la crítica del añorado Gabo no quitó vigencia a lo que él mismo había publicado en este diario el 10 de febrero de 1981, cuando en un artículo dedicado a la lexicógrafa aragonesa la elogiaba como autora del diccionario “más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”.

A su vez, el propio Nobel colombiano fue reconvenido en alguna oportunidad por Roberto Cadavid, Argos, que publicaba columnas sobre lenguaje en El Espectador, de Bogotá. En una ocasión Argos reprochó a García Márquez haber escrito en un artículo “tocaban de oídas el acordeón” (publicado el 21 de junio de 1983 en EL PAÍS). Claro, los instrumentos no se tocan de oídas, sino de oído.

¿Son erratas o errores? El Diccionario acoge la locución “fe de erratas” (en la entrada “fe”). Pero no aparece “fe de errores”, que es la empleada en EL PAÍS para dar cuenta de los suyos. La errata nace de un simple descuido al teclear. El error implica una equivocación de concepto, a menudo cometida por despiste, falta de concentración, nervios o agobio. Todos incurrimos en ellos. Y en esto también los seres humanos se diferencian entre sí: hay quien aprecia la humildad del que reconoce un fallo; mientras que otros descalifican a su autor incluso cuando se enteran por él mismo de que existió tal error. Cada uno ha de elegir con cuál de los dos grupos se junta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_