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Ser amigo de personas con ideología opuesta a la tuya y otras formas de reducir la polarización política

Si eres conservador, deberías leer también a medios progresistas. Y viceversa. Arthur C. Brooks anima en su último libro, del que ‘Ideas’ adelanta este extracto, a que enterremos la división política

Seguidores del candidato demócrata Joe Biden pasan por delante de seguidores del presidente Donald Trump el pasado día 18 en Florida.
Seguidores del candidato demócrata Joe Biden pasan por delante de seguidores del presidente Donald Trump el pasado día 18 en Florida.Joe Raedle/Getty Images (Getty Images)

Así como el fuego necesita oxígeno, la cultura del desprecio se sustenta en la polarización y la división. Es fácil expresar desprecio por aquellos con los que no estamos de acuerdo cuando los vemos como “ellos” o nunca los vemos en absoluto. El desprecio es francamente mucho más difícil de expresar cuando nos vemos unos a otros como seres humanos, como “nosotros”. Una manera sencilla de empezar es ir a un territorio ideológico desconocido. Si eres conservador, escucha la National Public Radio por la mañana un par de días a la semana en lugar de ver Fox & Friends, o incluye algunos artículos de The Atlantic en tu lista de artículos pendientes de leer. Si eres progresista, deja de vez en cuando el Washington Post (a menos que estés leyendo mis columnas) y lee las páginas de opinión del Wall Street Journal, o agrega algunos podcasts conservadores a tu lista habitual de los más progresistas.

Si quieres emplearte más a fondo, tendrás que rehacer tu lista de contactos. Pregúntate: ¿voy a lugares donde mis ideas son minoritarias? ¿Escucho puntos de vista diversos? ¿Mantengo amistad con personas que no comparten mi ideario político? Responde con sinceridad y, para este año, proponte ampliar tu círculo social con mayor pluralismo ideológico.

Escuchar lo que tienen que decir los del otro bando te ayudará a entender mejor a los demás. Serás una persona más fuerte, y resultará más difícil que te sientas ofendido o inseguro cuando te hagan planteamientos alternativos. Además, tu capacidad de comprensión también mejorará tu capacidad para organizar y defender tus ideas de modo que a los demás les resulten convincentes o, por lo menos, defendibles. Puede que convenzas a alguien. Y si tus argumentos son flojos, serás el primero en enterarte.

Escapar de la burbuja también significa (por mezclar un poco las metáforas) romper con las cadenas de la identidad. En los Estados Unidos de hoy, las personas se suelen identificar en función de características demográficas, que incluyen categorías políticas. Desde luego, esta identificación permite a veces que nos sintamos como parte de un grupo y, por lo tanto, acompañados. Pero lo principal es que subraya lo que nos diferencia. En el fondo, resulta contraproducente si lo que deseamos es un país unido que pueda hacer frente a los retos que compartimos en los próximos años. Reducir a las personas a sus identidades demográficas nos distancia y nos impide identificarnos con los demás, que nos parecen extraños y despreciables. (…)

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Estamos llamados a encontrar espacios de consenso donde realmente los haya, a mejorar nuestros propios argumentos y a ganarnos a los estadounidenses indecisos respondiendo a la hostilidad con magnanimidad, comprensión, buen humor y afecto. No podemos hacerlo mientras nos escondemos en nuestras estrechas trincheras ideológicas, sobre todo los líderes.

El desprecio es el problema de nuestra cultura de hoy, y nunca es la solución. Estamos polarizados y no podemos progresar porque el desprecio ha creado un tribalismo acérrimo en los Estados Unidos. No seas parte del problema. Nada de insultos, nada de burlas. Y como nos enseñó el psicólogo John Gottman, ¡nada de poner los ojos en blanco!

Debo retomar una cuestión que he planteado repetidamente: no trates nunca a los demás con desprecio, aunque creas que se lo merecen. En primer lugar, tu desprecio hace que sea imposible convencer a terceros, porque jamás conseguirás convencer a nadie con insultos. Segundo, puede que te equivoques al creer que ciertas personas no atienden a razones. Hay numerosos ejemplos de individuos que han forjado relaciones a primera vista inverosímiles precisamente porque no se trataron con desprecio. Finalmente, el desprecio perjudica siempre a quien desprecia. Aunque te sientas bien al principio, es el camino más rápido a la desdicha e incluso a la enfermedad.

“¿Cómo puedo evitar el desprecio por alguien que es inmoral?”. Me hacen esta pregunta cada día. En casi todos los casos, las personas que consideras inmorales no lo son en cuestiones que te resultan importantes, como la compasión y la justicia. Tienen un sentido de la moral distinto en temas como la lealtad, la pureza y la autoridad, pero eso es bueno. Céntrate en las cuestiones que son más importantes para ambos.

¿Qué pasa cuando es a ti a quien tratan con desprecio? No tardarán en hacerlo, si estás en las redes sociales o en un campus universitario o vives en nuestra sociedad. ¿Cuál debería ser tu reacción? La respuesta es que debes verlo no como una amenaza, sino como una oportunidad. ¿Por qué? Porque la expresión de desprecio del otro hacia ti te brinda la oportunidad de conquistar por lo menos un corazón: el tuyo. Responde con cordialidad y buen humor. Tu vida cambiará un poco. Te aseguro que serás más feliz. Puede que otros lo noten, y si eso les afecta, será en positivo.

Parece que te esté diciendo que seas buena persona. Es cierto. Despreciar y ser buena persona son cosas totalmente incompatibles. Para disipar tu temor a que ser buena persona –y que parezcas un pringado– sea negativo para tu éxito en el trabajo y en la vida, hay numerosas pruebas empíricas de lo contrario. A los bordes les puede ir bien durante un tiempo, pero al final, los chicos (y las chicas) buenos suelen terminar en primera posición.

Para los líderes que realmente desean el bien común –en contraposición a manipular al público en beneficio propio–, repudiar el desprecio y abrazar el amor por los demás significa adoptar un modelo de liderazgo orientador. La coerción, la división y la polarización son, en última instancia, contraproducentes y no deben utilizarse nunca. En su lugar, la meta debe ser esforzarse por infundir a la gente una visión de esperanza y un modelo inclusivo respecto a las ideas de los demás.

Una última palabra sobre este tema. Puede que ahora mismo te sientas un poco culpable. Si has estado enganchado al debate político de los últimos años, es posible que hayas participado en alguna cruzada ideológica y hayas hecho comentarios despectivos acerca de, o para, otras personas. Yo también. ¿Qué hacemos al respecto?

¿Recuerdas cuando comparé nuestra adicción al desprecio con el alcoholismo? Los adictos al desprecio que nos comprometemos a cambiar podemos aprender de Alcohólicos Anónimos, que hace que sus miembros sigan un itinerario de doce pasos hacia la recuperación; el paso número nueve es: “Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros”.

¿Has herido a alguien con palabras duras, burlas o desdén? ¿Eres uno de los millones de estadounidenses que han roto una relación con alguien cercano por culpa de la política? Es hora de pedir perdón. Puedes decir: “Sé que no estamos de acuerdo, pero tú eres más importante para mí que nuestras discrepancias. Siento haber dejado que esas discrepancias destruyesen nuestra relación”. Si la otra persona no acepta tu disculpa, lo siento, pero aun así ayudará a tu corazón.

¿Te pones nervioso sólo con pensarlo? Tómate un par de copas primero. (Lo digo en broma).

Arthur C. Brooks es economista y profesor en la Harvard Business School. Este extracto es un adelanto de su último libro, ‘Amad a vuestros enemigos’, de la editorial Elba, que se publica en versión digital este jueves 5 de noviembre.

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