Elena Ferrante: un seudónimo con vida propia
La misteriosa autora de ‘La amiga estupenda' ha publicado nuevo libro este otoño. El misterio de la identidad que se esconde tras este sobrenombre desde hace más de 28 años no parece intrigar ya
De Elena Ferrante se dice siempre que es “misteriosa”, “enigmática”. Los adjetivos han vuelto a repetirse ahora con el lanzamiento de su nueva novela, La vida mentirosa de los adultos. Pero el misterio que esconde este seudónimo con más de 28 años de existencia no parece intrigar ya. En realidad, la escritora (o escritor) se ha dado a conocer bastante en cartas, escritos y entrevistas —siempre por correo electrónico—. Leyendo sus respuestas, muy pensadas, se observa su reserva en cuestiones de política (aunque ha deslizado alguna crítica a Silvio Berlusconi en la etapa en que gobernaba Italia), su poca simpatía hacia la sociedad del espectáculo en la que vivimos, y su feminismo nada panfletario. Una escritora de sólida formación —se licenció en Clásicas— que reconoce la deuda de sus obras con las fotonovelas que leía en su casa de pequeña. Y, sobre todo, una autora con la extraordinaria determinación de permanecer oculta al mundo, pese a haberse convertido en una celebridad literaria, con 30 millones de ejemplares vendidos de sus novelas —800.000 en español—, traducidas a 42 idiomas. Sin dejar de ser un enigma. O quizás no tanto.
De su vida sabemos lo que ella ha querido contar. Nació en Nápoles, en 1943. Su madre era modista. Y el barrio periférico y pobre de su infancia se parece sin duda al de Elena y Lila, las protagonistas de su tetralogía Dos amigas. Ferrante reconoce que la relación conflictiva con su madre está presente en la intensa y casi siempre complicada relación madre-hija que aparece una y otra vez en su obra. Y en la no menos compleja amistad, repleta de admiración y amor pero también de envidia y odio, que mantienen las dos amigas en esta saga napolitana que ha entusiasmado a los lectores del mundo entero, incluyendo a escritores famosos, como el desaparecido Juan Marsé, Jonathan Franzen o Roberto Saviano.
En cuanto a su decisión de no mostrarse, no responde a ninguna estrategia de mercadotecnia, subraya María Fasce, directora literaria de la editorial Lumen, que publica a Ferrante en español. Prueba de ello es que la tomó desde el principio. Sandra Ozzola, responsable junto a su marido, Sandro Ferri, de la editorial italiana e/o, que publica a Ferrante (que se sepa, los únicos aparte de su propia familia que la conocen), ha contado a Le Monde cómo se produjo el encuentro con la autora: “Una amiga me dio a leer el manuscrito de su primer libro a comienzos de los años noventa. Inmediatamente me di cuenta de que estaba ante una gran escritora, así que aceptamos sus condiciones. Su primera novela, El amor molesto, era muy personal. Muy cruda. Nos dimos cuenta de que quería protegerse”.
Las condiciones de Ferrante eran ya las de mantenerse al margen de su novela. “No creo que los libros tengan necesidad de sus autores, una vez escritos. Si tienen algo que contar, terminarán tarde o temprano por encontrar a los lectores. Hay infinidad de ejemplos”, escribía a Ozzola en una carta de 1991 que se incluye, junto a decenas de otras, en el libro La Frantumaglia (palabra intraducible tomada del léxico de su madre), publicado en español en 2017. Ferrante reconoce que al principio pretendía ocultarse. “Hoy valoro sobre todo conservar la libertad de hurgar a fondo en mis historias, sin autocensuras”. Y quizás haya que agradecerle ese ocultamiento por otros motivos. Conocer a un escritor puede traducirse en la pérdida total de interés por su obra.
Leyendo Frantumaglia se comprueba que es cierto lo que dice de ella María Fasce. “No da la cara físicamente, pero está muy comprometida con sus lectores”. En el manejo de los lanzamientos es una verdadera estratega. Con el último, aunque Lumen tenía previsto publicarlo en julio —apenas ocho meses después de su aparición en italiano—, pidió a los editores extranjeros que esperaran a septiembre. Concedió una larga entrevista a libreros y traductores de sus obras de medio mundo. Una prueba, quizás, del hartazgo que le producen los periodistas, siempre interesados por la cuestión del anonimato. La curiosidad sobre su identidad siempre estuvo ahí. Aunque la historia está llena de escritores que publicaron con seudónimo por los más variados motivos, los tiempos de Facebook, Instagram, Twitter, son mucho más apremiantes. En 2016, una prolija investigación del periodista Claudio Gatti concluyó, basándose en sus gastos e ingresos, que detrás de la autora estaba Anita Raja, traductora en la misma editorial que publica a Ferrante y esposa del escritor napolitano Domenico Starnone, ya sospechoso desde 2005 de ser la misteriosa creadora. En España no hubo especial interés por la polémica, recuerda María Fasce. “Si los lectores creyeran que Starnone [editado en español también por Lumen] es Ferrante, vendería más”.
Fasce, gran admiradora de la escritora napolitana, cree que el secreto de su éxito está en la “magia” que introduce en sus novelas. “Sus libros funcionan como un thriller”, dice, “una palabra muy gastada, pero responde a lo que ya decía Borges, toda buena historia funciona como un relato policial. Lees porque quieres saber qué va a pasar”. Ahora que la intriga parece circunscribirse ya al ámbito literario, podría decirse que la escritora ha ganado la batalla. Aunque su victoria es transitoria. Atada al fin y al cabo a una vida real, Ferrante también es mortal, y es improbable que su secreto le sobreviva.
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