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La España ‘orwelliana’ de Aznar y Casado

La fundación ideológica del expresidente del Gobierno vinculó el estado de alarma al advenimiento de un Estado totalitario, escribe Ernesto Ekaizer. Y el líder del PP hizo de esa idea una línea estratégica

El expresidente del Gobierno español José María Aznar, en un acto del DigitalES Summit celebrado en Madrid en julio de 2019.
El expresidente del Gobierno español José María Aznar, en un acto del DigitalES Summit celebrado en Madrid en julio de 2019.Eduardo Parra (Getty Images) (Europa Press via Getty Images)

Confinado en su chalé de Guadalmina desde el jueves 12 de marzo, 48 horas antes de la declaración del estado de alarma el 14 de marzo, José María Aznar interviene desde Marbella en la política española a través de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), y mantiene contactos con las empresas en las que es consejero. Aznar sigue los editoriales y artículos de varios periódicos extranjeros. Está escandalizado. Acaba de leer en el Financial Times, la biblia de las grandes corporaciones y los mercados financieros, que es necesario cambiar radicalmente las prioridades de la política económica de las últimas cuatro décadas, considerar los servicios públicos como inversiones, dar seguridad a los mercados del trabajo y resucitar la redistribución de ingresos. Redistribuir. Estudiar una renta mínima y el impuesto a la riqueza. Si el FT y The Wall Street Journal, el otro periódico influyente, fuesen el equivalente del Barça y el Real Madrid en la política mundial, Aznar, ya se sabe, es del Real Madrid. Pero es que, además, el expresidente de Gobierno es consejero de News International, el grupo del magnate de la comunicación Rupert Murdoch, propietario del WSJ, un periódico que no se permitiría nunca los flirteos izquierdosos del FT.

Hay que salir al paso de la marea que sube. Desde Marbella, Aznar toma contacto con su equipo en Madrid. Realizan un brainstorming. FAES actúa como un periódico. Vincularán la amenaza del “marxismo” y el “estatismo” con el estado de alarma, bajo el cual se han suspendido hace una semana, el 29 de marzo, las actividades no esenciales. El Gobierno de Pedro Sánchez someterá al Congreso una nueva prórroga del estado de alarma el 9 de abril.

La fundación FAES alertó de corrientes políticas que planean el futuro poscoronavirus “desde una perspectiva marxista”

En una nota del 7 de abril, la fundación alerta. “Esta reflexión tiene la finalidad de advertir de la existencia de corrientes políticas que pretenden configurar esa sociedad futura desde una perspectiva marxista, como si el marxismo no hubiese sido derrotado con la caída del muro de Berlín y la Unión Soviética no se hubiera desintegrado”, reza un análisis que firma Fernando Díez Moreno, patrono de la fundación. Propugnarán un Estado benefactor, que todo lo puede, todo lo ordena y de todo dispone. El Estado sustituirá a la sociedad civil y acaparará no solo el poder político, sino los recursos económicos y los medios de comunicación, y, celoso de nuestra libertad, no nos dejará dar un paso sin que él lo permita, siempre para nuestra mejor protección.

Aznar, pues, resucita 1984, de George Orwell, sin decirlo. Recrea a un Big Brother bifronte representado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, reencarnación del Frente Popular de 1936. En opinión de Aznar, nos encontramos no en un “estado de alarma”, sino en un “estado de guerra”. Una guerra “biológica” (...) Aznar pasa de las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein de 2004, con las cuales pretendió justificar su entrada en la historia —”Estamos cambiando la política española de los últimos 200 años”, le dijo a George W. Bush el 22 de febrero de 2003, dos semanas antes de la invasión de Irak—, a la denuncia de que el Gobierno pretende controlar los medios de comunicación masiva. Este estado de alarma-guerra biológica no es una ocurrencia. Es la línea estratégica que el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, asume al denunciar que Sánchez e Iglesias pretenden construir un Estado totalitario con el pretexto del coronavirus.

Y ¿por qué razón han entrado en esta dinámica Aznar y Casado? Porque la reacción ante la pandemia, la destrucción masiva de vidas humanas, les ha dejado sin mantras. En otros términos, no se trata de cambiar las reglas del juego, sino de volver a la normalidad previa al coronavirus, esa a la que Aznar y Casado siguen aferrándose como a un clavo ardiendo, con fe religiosa.

Cuando Aznar ve lo que pasa con Trump en Estados Unidos, que obliga a General Motors y a Ford a fabricar respiradores contra su voluntad —una medida de planificación central “socialista”—, advierte que el mundo seguro al que estaba acostumbrado comienza a resquebrajarse. Ahora, pues, se inventa que la democracia está en peligro. ¿A qué viene la referencia a la URSS y a la caída del muro de Berlín? Es un MacGuffin hitchcockiano para entretener a su parroquia. Vade retro, viene a decir Aznar.

La orientación contra el estado de alarma ya es oficial, pero el giro será gradual. El PP ha apoyado el decreto y su primera prórroga. Y, finalmente, el 9 de abril, ante la gravedad de la crisis sanitaria y lo incomprensible que sería votar en contra o abstenerse en el pico del coronavirus, Casado vuelve a respaldar la prórroga. El líder del PP se prepara para votar en contra cuando llegue la cuarta prórroga del estado de alarma que propondrá el Gobierno el 6 de mayo. Será un simulacro de moción de censura virtual. Pablo Casado ve sendas amenazas del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), otrora aliados de Pedro Sánchez, y saborea un primer ensayo de moción de censura en el tortuoso y largo camino que se ha trazado para llegar a La Moncloa a horcajadas del coronavirus.

El lehendakari Iñigo Urkullu quiere convocar elecciones autonómicas en el mes de julio. En su decreto de suspensión de los comicios autonómicos del 5 de abril, no menciona como obstáculo el estado de alarma. Todo el peso de la decisión está puesto, según el decreto de 17 de marzo de 2020, sobre el estado de emergencia sanitaria (...) No es esa la situación en Galicia. El decreto firmado por Alberto Núñez Feijóo el 17 de marzo gira esencialmente sobre el estado de alarma. Y es taxativo (...) Mientras Urkullu ha sido muy previsor y, por tanto, su resolución no es obstáculo para convocar elecciones, Feijóo está enfundado en la camisa de fuerza del estado de alarma. En la videoconferencia de presidentes autonómicos del domingo 3 de mayo, ambos plantearon al presidente del Gobierno que no era necesario prorrogar por cuarta vez el estado de alarma. Para nada se habló de elecciones. Ambos estimaron, en tono cordial, sin crispación, que se podía continuar la actividad contra la pandemia mediante la aplicación de la Ley Orgánica de Salud Pública del 29 de abril de 1986 (...)

Crispavirus, de Ernesto Ekaizer

Esta idea fue rebatida por Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura y secretario general del PSOE de esa región: “La Ley de Salud Pública permite confinar a la gente en casa por una epidemia de tuberculosis. Pero con esa ley no es posible meter a un país en casa” (...) También el president de Cataluña, Quim Torra, solicitó, sin aspavientos, con una intervención breve, la devolución de las competencias y advirtió de que había escrito a Sánchez una carta el 29 de abril, de la que no había obtenido respuesta, manifestándose contrario al estado de alarma. El estado de alarma, pues, es la diana. Y lo es porque plantea la posibilidad de desgastar al Gobierno a través de una moción de censura virtual, simbólica, contra Sánchez. Y en el tablero de ajedrez van alineándose las piezas de la Operación Coronavirus.

Casado pierde, finalmente, su órdago político contra la cuarta prórroga del estado de alarma durante la jornada del martes. Feijóo, Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, e Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, respectivamente, han cortocircuitado el alcance de la apuesta, al sugerir la “concesión” de 15 días más al Gobierno. Por su parte, Sánchez, tras mantener una conversación telefónica con Casado el lunes 4 de mayo, decidió dar a Inés Arrimadas, presidenta de Ciudadanos, el protagonismo, situándola bajo los focos con un pacto bilateral, al tiempo que negociaba el respaldo con el PNV, y dio por consumado el anunciado voto negativo de ERC.

Así, Casado entró al hemiciclo el 6 de mayo con la pólvora mojada. El PP compitió con Vox por la derecha y solo le quedaba la abstención, un desenlace incoherente con la agresividad de su discurso.

Ernesto Ekaizer es periodista y autor, entre otros, de ‘Cataluña, año cero’. Este extracto es un adelanto de su libro ‘El crispavirus’, de la editorial Espasa, que se publica el próximo 14 de julio.

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