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Columna
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Convulsiones de España

No entender políticamente la crisis económica conduciría un fracaso estrepitoso

Joaquín Estefanía
Los "Pactos de la Moncloa" se firmaron el 25 de octubre de 1977, en Madrid.  De izquierda a derecha: el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez,  y también sentados, Fernando Abril Martorell, Francisco Fernández Ordóñez, Ramón Tamames y Santiago Carrillo.
Los "Pactos de la Moncloa" se firmaron el 25 de octubre de 1977, en Madrid. De izquierda a derecha: el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y también sentados, Fernando Abril Martorell, Francisco Fernández Ordóñez, Ramón Tamames y Santiago Carrillo.EFE

Las primeras declaraciones de la presidenta de Ciudadanos no han sido estimulantes para el pacto de reconstrucción; según Arrimadas, el presidente de Gobierno no le dio detalles sobre el contenido que tendría la mesa negociadora. Uno de los factores principales para obtener lo que se pretende lograr con esa mesa —que no se quede por el camino otra generación, como ya ocurrió con la Gran Recesión; que se mantenga el modelo social europeo, seña de identidad del mundo más avanzado— es el tiempo. El pacto no se puede eternizar. No hay condiciones para ello.

Las analogías con los Pactos de La Moncloa, ya se ha resaltado, se acaban con rapidez, pues la situación política y económica era muy diferente entonces (en los meses centrales del verano de 1977, año en los que se firmaron, la inflación llegó al 42%), pero no en los procedimientos que eran fundamentalmente dos: convencer a todos los partidos parlamentarios (desde los comunistas hasta la extrema derecha franquista) de que ninguna formación tenía la pócima ideológica para sacar al país de la espantosa crisis; y presentar un documento inicial alrededor del cual se pudiera aglutinar, discutir, modificar, ceder y conseguir, sin expulsar a nadie: ausencia de vacío.

Entre los más renuentes a pactar y más favorables a la política de decreto estaban algunos ministros de Unión de Centro Democrático, partido que había ganado holgadamente las elecciones del 15 de octubre de 1977 con 165 diputados y más de un 34% de los votantes. Ellos querían legítimamente aplicar su política económica, y no un mínimo común múltiplo de lo que pensaba el conjunto del arco político. Sin embargo, lo dramático de la situación económica lo mostraban las continuas medidas que se tomaban, sin acertar a corregir el rumbo: en octubre de 1976 (todavía el anterior Gobierno) aprobó un solemne decreto ley de medidas económicas; en febrero de 1977, otro decreto ley de medidas fiscales, financieras y de inversión; el 12 de julio, la flotación de la peseta como consecuencia del reducidísimo nivel de reservas disponibles, y el 23 de julio, un plan de choque, de extrema urgencia, cuyo objetivo principal era la lucha contra la inflación que se latinoamericanizaba. No atinaban con la política económica y su nerviosismo confluía con las palabras del líder socialista, Indalecio Prieto, tan vigentes hoy todavía: “No entender políticamente el mundo de la crisis económica y no presentar ante él una política coherente constituyó una de las causas del fracaso de la II República”.

Durante el mes de agosto de 1977 se sucedieron en el salón Carlos III del caserón del Ministerio de Economía y Hacienda, junto a la madrileña Puerta del Sol, largas reuniones con los agentes sociales. En septiembre, a la vuelta de las vacaciones, el vicepresidente económico Enrique Fuentes Quintana presentó el documento base, que discutió muchas horas con Adolfo Suárez. A partir de ese momento, en la redacción participaron personas de todos los partidos. El comunicado a la prensa se presentó bajo el modesto título de Resumen de trabajo, ya que los socialistas quisieron, al principio, darle un perfil bajo. José Luis Leal, director general de Política Económica, cree que el que hizo posibles políticamente los pactos fue Fernando Abril Martorell: “El documento técnico lo redactamos cuatro personas: Raimundo Poveda, Blas Calzada, Manuel Lagares y yo mismo, por encargo de Fuentes Quintana”.

Una vez concluido, Fernando Abril exploró con Santiago Carrillo la posibilidad de llegar a un acuerdo sobre su contenido, lo que forzó al PSOE a reconsiderar sus reparos, pues no quería quedarse aislado y temía una pinza entre su derecha y su izquierda. El 8 de octubre, primer día de la convocatoria para presentar a los representantes de los partidos los contenidos del acuerdo, los debates quedaron angustiosamente oscurecidos por el asesinato del presidente de la Diputación de Bizkaia, Augusto Unceta, cometido por ETA en un frontón de Gernika. Alguien se ha preguntado si aquel asesinato contribuyó a desatascar del todo aquel pacto al que ahora tanto se mira.

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