Kenny Scharf, la leyenda del grafiti neoyorquino: “Estoy orgulloso de mi pasado, pero no vivo en él”
El pionero del East Village, cuya obra entró en el museo Whitney en 1985, colabora con Pull&Bear, recuerda la explosión del arte urbano en los ochenta y comenta su colaboración con la firma de moda, cuyo logo ha reinterpretado
Cuando los gurús del arte urbano del siglo XXI todavía no habían nacido, Kenny Scharf (Los Ángeles, 1958) ya estaba agitando el bote de spray. En los años ochenta, este estadounidense formó parte del movimiento que, en la turbulenta escena alternativa neoyorquina, sacó el grafiti de la clandestinidad y lo convirtió en un movimiento artístico con entidad propia, presencia en galerías y salas de exposiciones y, sobre todo, un espacio propio en la historia del arte. Militó en la misma lucha que los archiconocidos Keith Haring y Jean-Michel Basquiat, emblemas de una época en que los muros del East Village empezaron a emplear colores llamativos y formas aparentemente anárquicas para hablar de desigualdad, género, drogas y VIH.
La obra de Scharf ha sido símbolo de rebeldía para varias generaciones. Por eso ahora su colaboración con Pull&Bear, a través de una colección de moda urbana cuyas prendas reproducen algunas de sus obras más emblemáticas, ofrece un momento adecuado para volver la vista atrás. “Fue uno de esos momentos históricos en que todos los ingredientes convergen y surge la magia”, explica Scharf a ICON por correo electrónico. “En los primeros tiempos tuvimos libertad para explorar y para colaborar entre nosotros, siendo al mismo tiempo competidores y público. Fuimos libres para explorar y cometer errores sin demasiada presión por parte del mundo exterior, y eso fue así hasta que fuimos ‘descubiertos”.
En el caso de Scharf, ese punto de inflexión tiene fecha, lugar y hasta nombre propio. “Cuando participé en la bienal de Whitney de 1985 y mi pintura gigante When the Worlds Collide (1984) fue adquirida por el Whitney para su colección permanente”, responde. En el debate entre autenticidad y mercantilización hay pocos sectores tan sensibles como el arte urbano estadounidense. En esta disyuntiva, Scharf toma la opción de permitir que su obra siga viva entre sus legítimos receptores, que son los jóvenes de todo el mundo que se han criado con su trabajo como referencia. Sus pinturas más conocidas son amalgamas de figuras con rostro humano y colores pop, algo así como globos distorsionados llenos de expresividad y euforia. En sus creaciones más ambiciosas, como la monumental pintura de más de cinco metros de largo que forma parte de la colección del Whitney, su lenguaje se vuelve también más complicado, y sus colores brillantes tiñen escenografías de ecos surrealistas y abstractos.
Su colaboración con Pull&Bear recupera su vertiente más colorida y comunicativa, se plasma en un conjunto de prendas de pulso urbano y se declina incluso en una reinterpretación del logotipo de la firma más joven de Inditex. “Ha sido un placer trabajar con ellos, y he disfrutado mucho diseñando esta tipografía”, explica. “Me ha divertido mucho el resultado final y creo que a los chavales va a encantarles”.
Por si quedaban dudas: Scharf no es un nostálgico, aunque eche de menos el vigor creativo del underground de los ochenta. “Entiendo que los jóvenes deseen explorar otras épocas y lugares, pero la verdad es que vivo en el presente y, aunque estoy orgulloso de mi pasado, no vivo en él. Si sintiera nostalgia, sería por una época que no he conocido nunca y que solo existe en mi mente y en mi imaginación”, apunta.
En una época en que el arte urbano ha conquistado centros de arte, firmas de lujo e instituciones culturales de todo tipo, resulta inevitable preguntarle por su opinión al respecto. ¿Sigue el arte urbano siendo relevante? “Siempre ha sido importante llegar a todo el mundo, y la calle es un buen lugar para lograrlo. En lugar de esperar autorización de los mayores, emplear el increíble espacio que proporcionan las calles. Creo que siempre habrá público para un arte que inspire más allá de los límites convencionales, que sorprenda e inspire”.
Desde su consagración en los ochenta, Scharf ha mantenido una intensa actividad artística, con numerosas exposiciones individuales en galerías de todo el mundo, retrospectivas y colaboraciones con otros ámbitos creativos. Hace tiempo que abandonó la clandestinidad, pero confía en el futuro. “Siempre me interesa ver lo que hacen los artistas más jóvenes en la calle y en otros lugares, y me encanta contemplar esta evolución. A menudo veo cosas en las que creo apreciar cierta inspiración o influencia de mi obra, ¡y casi siempre me alegra mucho!”.
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