“Hubo momentos en los que pensé que no podía más”: Cómo Rebecca Black ha sobrevivido al odio global de internet
Hace 10 años, una canción llamada ‘Friday’ triunfó pese a no ser demasiado buena. O gracias a eso. Su intérprete, que era solo una adolescente, fue sometida a un acoso inimaginable
Al comienzo de la década de 2010, el sueño adolescente de convertirse en la próxima gran estrella del pop encontró un nuevo escaparate: YouTube. Ahí, el productor Scooter Braun había descubierto no hacía tanto a un joven de 13 años de aspecto angelical llamado Justin Bieber. Cuando llegó el cambio de década, su primer álbum lo había convertido en el artista más joven en alcanzar el número uno de la lista Billboard en casi medio siglo. De repente, no hacían falta contactos o llamar a las puertas de ninguna discográfica si conseguías que tu canción se hiciera viral.
Una de las adolescentes que escuchó esa llamada fue Rebecca René Black, hija de dos veterinarios de Irvine, California, a poco más de una hora de trayecto de Los Ángeles. Al igual que Bieber cuando fue descubierto, tenía 13 años y emanaba candidez: aspecto de una chica normal de clase media estadounidense que crece en una zona residencial mientras sueña con ser una estrella del pop. A finales de 2010 convenció a su madre para ayudarla en su objetivo. El primer paso era crear una canción y su correspondiente vídeo musical, que encargaron a una productora angelina previo pago de 4.000 dólares. En febrero del año siguiente, Friday (”viernes”), una canción típicamente adolescente sobre la llegada del fin de semana, ya estaba disponible en YouTube.
“La canción es una mierda, pero tú vas a ser grande”
“Digamos que tuve que crecer mucho más rápido de lo que debería ser normal”, explica ahora Rebecca Black, al filo de los 25 y a través de una videollamada. Lo dice con un tono de aceptación que ha necesitado una década de terapia, tras la cual se ha reinventado como artista y planea su primera gira europea, con parada en Madrid el 20 de mayo incluida. “He tenido que hacer un largo camino. No ha sido nada fácil”, añade.
En su primera semana en la red, el vídeo de Friday recibió apenas mil visitas. Un mes más tarde, sin embargo, la chispa de la viralidad la alcanzó, y las reproducciones se empezaron a contar en cientos de miles, primero, y millones poco después. Pero los motivos del éxito no eran precisamente los deseados. “Estaba volviendo a mi casa del instituto un viernes cuando recibí un correo electrónico que me decía algo así como: ‘Ey, la canción es una mierda, pero tú vas a ser grande”, recordó Black en una entrevista a la web Vice en 2020. Cuando llegó a su habitación, se encontró de cara con el comienzo de uno de los primeros grandes casos de ciberacoso a gran escala. A su costa.
“Esta chica es probablemente la mayor mierda de cantante de todos los tiempos”. “Habéis tirado juntas unas pocas palabras a una bolsa de plástico y habéis puesto a un burro enfermo a cantarlas”. “¿Ha ganado el premio a la peor voz?”. Esos fueron algunos de los comentarios que hicieron que el vídeo de Friday alcanzara un adjetivo, viral, que entonces empezaba a tener un nuevo significado. El programa de la cadena Comedy Central Tosh.O, dedicado a comentar fenómenos de internet, había hablado de la canción, y el cómico Michael J. Nelson la había compartido en Twitter preguntándose si era “el peor video jamás hecho”.
Friday, en efecto, no era una canción que llamara la atención por su calidad. Por un lado, enmascaraba la voz adolescente de Black con autotune, un efecto que, pese a ser clave en el éxito de Cher Believe en 1998, todavía no se había vuelto tan omnipresente en el pop como hoy. El vídeo, repleto de cromas y tópicos de adolescente de instituto, tampoco ayudaba. La letra explicaba, básicamente, cómo funcionan las semanas: “Ayer fue jueves, jueves / Hoy es viernes, viernes / ¡Estamos tan contentos! / Vamos a pasarlo bomba / Mañana es sábado / Y el domingo viene después”.
Era un blanco fácil en una época en la que internet se estaba convirtiendo en un patio de colegio. Solo en YouTube, en pocos meses, alcanzó más de dos millones de dislikes, o sea, de “no me gusta”, popularizándose en las redes como “la peor canción de la historia”.
“No puedo ni empezar a imaginarme cómo debe ser tener 13 años hoy en día, con la manera en la que nos mostramos ahora en sitios como TikTok. Es un mundo nuevo incluso para mí”, reflexiona Black. “Ningún adolescente sabe quién es realmente a esa edad, y mucho menos lo que le va a parecer dentro de unos años lo que hizo en el pasado”. A ella le tocó lidiar con una época en la que todavía no se era consciente de todas las repercusiones de la exposición en internet. Twitter y Facebook tenían apenas cinco años, YouTube seis e Instagram solo uno. En términos de redes sociales, era todavía la edad de la inocencia.
Antiestrella viral
“He trabajado mucho en mí misma, en procesar mi experiencia para intentar recuperar el terreno perdido y comprender mejor quién soy y cómo cuidarme. Creo que eso es lo único que podemos hacer todos, especialmente ahora que internet es un lugar en el que nos estamos comparando constantemente unos a otros”, cuenta Black. Suena casi zen si se tiene en cuenta que, en los meses siguientes al lanzamiento de Friday, se vio envuelta en un cúmulo de situaciones casi imposibles de asimilar para una adolescente.
Por un lado, el éxito ―irónico, pero éxito al fin y al cabo― de Friday entró en las listas de ventas: llegó al número 58 en el top 100 de Billboard y acabó siendo disco de oro. Black apareció en el programa de Jay Leno, entonces uno de los principales late shows de Estados Unidos, y Katy Perry la invitó a participar en el vídeo de su canción Last Friday Night (T.G.I.F.). Por otro, la negatividad de la que era objeto saltó de las redes sociales al mundo offline. Amenazas telefónicas (“espero que te rajes” o “métete en un agujero y muérete” fueron algunas), acoso escolar que la llevó a optar por continuar su formación académica en casa y, para colmo, una disputa legal con la productora que compuso Friday y produjo su vídeo, que no solo incumplió su obligación contractual de entregar los originales de la grabación a la familia Black, sino que comercializó tonos de móvil (era otra época) con la canción a 2,99 dólares.
“Mis años de adolescente me han ayudado a desarrollar el sentido de la empatía”, explica Black. “En internet es muy fácil decir que alguien da risa o grima, por ejemplo. Todos pensamos esas cosas cuando estamos haciendo scroll en el móvil, pero el hecho de haber sido esa persona que estaba al otro lado me hace pensar mucho más en cómo se sentirán. Esas cosas me afectaron de manera profunda, influyeron en mi forma de ser y de verme a mí misma. Todo eso me hace ser más cuidadosa con lo que digo, porque sé que pueden tener un efecto, especialmente en gente muy joven. Constantemente veo a chicos y chicas que hacen algo que se vuelve viral, y sé que a esa edad no están listos para todo lo que conlleva. Necesitan adultos que les guíen, algo que afortunadamente yo tuve”.
El humor (y lo queer) os hará libres
En febrero del año pasado, Rebecca Black compartió una nueva versión de Friday en su canal de YouTube, coincidiendo con el décimo aniversario de su estreno. Una recreación del video original que, sin embargo, marcaba el comienzo de una nueva etapa. En lugar de una adolescente ingenua, Black aparece enfundada en traje de látex, medias de rejilla y collares de pinchos, y la producción la sitúa en el ámbito del hyperpop, el subgénero de pop electrónico maximalista popularizado por el colectivo PC Music o la productora SOPHIE. Era también la prueba de que si ha llegado hasta aquí ha sido, en buena parte, gracias al sentido del humor.
“Me encanta reírme de mí misma”, confirma Black. “Durante mucho tiempo fue algo que me hacía sufrir, porque todo lo que quería era que me tomaran en serio. Irónicamente, eso no pasó hasta que dejé de intentarlo, y esa forma de ser ha sido muy liberadora para mí”. También le ayudó sentirse acogida en la escena LGTBIQ+ tras declararse queer en el podcast Dating Straight. “No esperaba recibir tanto apoyo cuando salí del armario, pero siempre ha sido una comunidad muy importante para mí. Cuando empecé, de adolescente, esa fue la gente que estuvo ahí apoyándome antes que nadie. Es una conexión que me da mucha energía”.
El EP Rebecca Black Was Here, editado el pasado año, desplegaba esa nueva personalidad, potenciada por sus portadas y vídeos, como el ultraparódico Read My Mind. “Es un ejemplo perfecto de que no quiero tomarme súper en serio pero, a la vez, quiero crear algo que sea visualmente efectivo y sorprendente”, apunta. Esas seis canciones marcaron su segunda presentación al mundo. “Ha sido un proceso de crecimiento muy largo y, ahora que estoy a punto de cumplir los 25, tengo la sensación de que he llegado por fin a saber quién quería ser”.
Ahora, cuando acaba de terminar la grabación del que será su primer disco, hace balance de todo lo vivido. “Mis padres pensaban que estaba mal de la cabeza por querer seguir en la música, y con razón, aunque siempre me han apoyado”, cuenta. “Es un mundo muy volátil, especialmente para una adolescente. Ha habido momentos en los últimos 10 años en los que he pensado que no podía intentarlo más, que quizás no estaba hecha para esto. Pero al final me dije ‘que le den a todo’, escogí seguir. Y no me arrepiento. Suelo pensar en mí de joven, una chica que no había estado expuesta al mundo y con grandes sueños y aspiraciones, y me pregunto si esto que hago ahora es algo que le hubiese gustado. Y la respuesta es que sí, que se sentiría muy orgullosa”.
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