Pasé dos meses invirtiendo en criptomonedas y esto es lo que me han enseñado los futuros millonarios
Nos adentramos en el indescifrable universo de las criptomonedas y perdemos dinero para que usted gane información
Decía el crítico Robert Hughes que, aparte del de las drogas, el del arte era el mercado más grande y menos regulado del mundo. Hughes no conoció el de las criptomonedas, que ha superado ya los 500.000 millones de dólares y, de ellos, cerca de 10.000 se van en estafas y otras actividades ilegales, según The 2020 Geography of Cryptocurrency Report. En este nuevo mundo del capital, en el que se vaticina ahora un nuevo bum, la única norma es comprar barato, vender caro y evitar que te roben.
Soy una de esas 7,5 millones de personas incautas que en España, de acuerdo con un estudio de IE University, se han adentrado en el criptoespacio. Una tierra sin ley que regala tantos sueños como roba. En los dos meses que me he convertido en trader de criptomonedas, las casas con vistas al mar que compraba por las noches se evaporaban cada mañana. Aventureros, visionarios, perdedores, estafadores, neoyupis... Miro a mi alrededor digital y pienso que parecemos un asentamiento de buscadores de oro en el lejano oeste, contagiados de la fiebre que acabó con la mayoría de ellos. Nos creemos los futuros millonarios y unos pocos lo serán.
Esta es mi experiencia, no es asesoramiento financiero. O como se dice en el criptoespacio, DYOR: do your own research, haga su propia investigación.
Entré por primera vez en criptolandia en el otoño de 2017, cuando todo lo que se podía comprar en una plataforma de intercambio como Coinbase era bitcoin, ethereum y litecoin. Los medios se llenaron de historias como la del chaval estadounidense que convirtió los 1.000 dólares que le había regalado su abuela por su duodécimo cumpleaños en 2011, cuando bitcoin valía menos de 12 dólares, en más de un millón en diciembre de 2017, momento en que superó los 19.000. Aunque llegué tarde, en cuestión de horas, mis 700 euros duplicaron su valor, y apenas si logré controlar la mano para darle al botón de “vender”.
Hubo quien se enriqueció, pero hubo quien aprendió por las malas las dos lecciones que todo trader debe conocer: hasta que no has vendido no has ganado nada, y este es un negocio de suma cero, es decir, todo lo que gana uno lo han perdido otros.
Hoy bitcoin es la abuela de todas las token, pero sigue generando historias de éxito. Este verano volví a entrar a Coinbase para ver los precios y descubrir –otra vez tarde– que, con la declaración de la pandemia mundial el 13 de marzo, bitcoin y un montón de monedas nuevas para mí habían sufrido un crack del que ya se habían recuperado con soltura.
Los ahorradores
“Bitcoin exploró en este batacazo mundial lo que posiblemente es su suelo [3.589 euros; al cierre de este artículo está por encima de los 15.900 euros]”, explica DaviX, fundador de la comunidad de inversión en español DaviX Signals. Y asegura que seguirá subiendo: “Superará los 25.000 euros a mediados de 2021, según los análisis técnicos”, pero también factores sociales. Las criptomonedas tienen cada vez más usos en el mundo real y no han agotado su margen de crecimiento, sin ir más lejos, entre quienes aún hoy las miran con recelo.
Por ejemplo, en Venezuela, donde el dinero que en 2009 llegaba para comprar un apartamento modesto hoy no alcanza para un kilo de carne, bitcoin es un valor refugio (el poder de compra se puede calcular teniendo en cuenta las diferentes devaluaciones del bolívar, a partir del estudio El intento de vivienda para todos del Estado venezolano y del precio de la ternera en esta carnicería de Caracas). Esto explica que sea el tercer país del mundo con mayor inversión en criptomonedas, por detrás de Ucrania y Rusia, según The 2020 Geography.
Basta una búsqueda en Google para ver la marea de noticias que genera a diario este mercado. La última: la integración de bitcoin, ethereum y litecoin en Paypal.
Para ChokeTheHippo, un emprendedor de la industria química y médica y uno de los influencers más destacados del criptoespacio, en el futuro no existirán las tarjetas bancarias: todo el mundo tendrá un billetero digital (donde se guardan las criptomonedas). Un mundo sin bancos, en el que las personas se ofrecen préstamos entre sí y controlan las tasas. Junto con el de hacerse millonario, este es el otro gran sueño de la comunidad cripto: una economía descentralizada. ¡Anarquía!
Los anarquistas
Como no hay mejor plan que una buena revolución para un viernes de pandemia por la noche, el 4 de septiembre me metí en el submundo de las DeFi (de decentralised finance, las criptos de esa economía descentralizada). Según explica Pedro Gómez, de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional, “existen tres tipos de criptomonedas: las centralizadas, como bitcoin; las descentralizadas y las shitcoins [las monedas de mierda]”.
Las shitcoins son el compañero de viaje inevitable en el universo DeFi. Aquí, aparte de la propia pericia para identificar las señales de alarma de posibles estafas –que incluye saber leer el código fuente de las monedas–, la única herramienta de control es el blockchain, que es como un gran libro de cuentas público. “Registra cada transacción, está diseñado para que no se pueda modificar y todo el mundo puede consultarlo”, define Andrew Fai, CEO de Blockchain Summit Asia, y gestor por afición de comunidades de proyectos DeFi en Telegram, donde se mueve toda la información relevante del criptoespacio.
Me hice una cuenta en Binance, allí compré 700 euros en ethereum y los traspasé al billetero digital que me había creado en Metamask (el más extendido). Ya estaba lista para adentrarme en el fango de Uniswap a buscar mi oro. Nacida en julio de este año, Uniswap se ha convertido en la plataforma de intercambio DeFi de referencia, en la que cada día aparecen unas 20 tokens, la mayoría sin otra utilidad que la pura especulación y con una vida que no supera la hora.
Si me creía una early adopter, ya estaba el criptouniverso para mostrarme que una vez más llegaba tarde. Mi segundo día en DeFi solo se hablaba de una cosa: Uniswap acababa de regalar a todo el que hubiera utilizado su plataforma antes del día 2 de septiembre el equivalente a unos 1.000 dólares en $UNI, su nueva moneda. Un total de 85 millones de dólares.
Los degenerados
“Bro, ¡y además aún tengo el estímulo de Trump!”, se leía en los chats. Aquel dinero llovido del cielo se sumaba a los 1.200 dólares que el ahora expresidente había dado a los ciudadanos estadounidenses durante la cuarentena. Los agraciados se dedicaron a invertir como “degenerados”, como se autoproclaman los que entran en proyectos de alto riesgo sin hacer DYOR. Durante este verano de despilfaro, los ethereum corrían como el whisky en las tabernas de la California de los buscadores de oro.
Un tal Nomi Chef creó $SUSHI y luego se fue con 18 millones de dólares arruinando a sus inversores. Una moneda llamada $HOTDOG pasó de valer 4.000 dólares a un dólar en cinco minutos, y una broma en las redes sociales dio lugar a $MEME, una de las criptos más exitosas del panorama. Su creador, Jordan Lyall, reconocido en el criptoespacio, lanzó en Twitter el Degenerator, una supuesta web donde crear shitcoins en pocos minutos. El post irónico se viralizó precisamente entre quienes se lo tomaron en serio y querían lanzar su propia token. Lyall y su equipo decidieron entonces crear una moneda no tan de mierda: $MEME. Los primeros en apoyarla recibieron gratis 250 memes, que al mes valían unos 600.000 dólares. ¿Y para qué sirve? Para conseguir NFT (non fungible tokens, monedas no intercambiables) o lo que es lo mismo, cromos coleccionables.
Los artistas
Los coleccionables habían sido todo un éxito en 2018 gracias a los cryptokitties, unos gatitos que, según su rareza, llegaron a costar 250.000 dólares. “Tengo tres y los tiraría a la basura”, confiesa Lyall. Pasada la novedad, los NFT pierden su valor, pero eso no sucederá con $MEME. ¿Por qué? Imagine que tiene un billete de diez euros pintado por Banksy. Puede valer miles de euros porque es único. Si un escándalo devaluara el trabajo del grafitero, el billete volvería a costar lo mismo que si lo hubiera pintado su hijo: diez euros.
Así funciona la nueva generación de NFT: cromos de los artistas más cotizados en el criptoespacio –RektmeRev, Jon Noorlander, Diego Rodríguez, Pak, Fewocious, Beeple o Sven Eberwein–, cuyo precio será, como mínimo, su valor en la moneda a la que van asociados; y, por encima de eso, lo que el mercado esté dispuesto a pagar por ellos en tiendas como Open Sea. “Siempre existirá el deseo de poseer arte”, señala Lyall. “Y los NFT tendrán una acogida entre el público general”.
Los estafadores
$MEME acaba de cerrar un acuerdo con Token Fighter, otro proyecto de NFT que tiene la particularidad de que los personajes de sus cromos pueden pelear en un Street Fighter online. Este es uno de los escasos proyectos que nacen casi en silencio y no piden dinero antes de empezar. En el extremo opuesto estaría Mortal Kombat Token Revived ($MKTR). Los responsables se inventaron un acuerdo de copyright con Warner Bros que iba a hacerlos a todos ricos. Decenas de personas enviaron dinero a una cartera privada para conseguir la moneda a un precio de preventa muy ventajoso. Al día siguiente, el chat de $MKTR en Telegram había desaparecido y los que habían invertido contemplaban cómo sus ethereum se movían por el blockchain, de transacción en transacción, hasta desvanecerse a través de una plataforma de intercambio, no se sabe rumbo a qué país.
La policía
La comunidad DeFi prefiere no meter a las autoridades. En su lugar, han nacido perfiles como DeFi Police, que rastrean a los estafadores hasta el mundo real y los presionan para que devuelvan el dinero. No se sabe si fue exactamente así cómo, después de 20 días en paradero desconocido, Nomi Chef reapareció pidiendo perdón en Twitter y devolvió los 18 millones de dólares. ¿Y si se denuncia? “La persecución de estos delitos se complica por su carácter internacional”, explica Pedro Gómez. Aunque es pequeño y autodidacta, el equipo de la Policía Nacional especializado en criptomonedas tiene cada vez más recursos. “Somos capaces de rastrear el dinero, incluso cuando se ponen medidas para ocultarlo. Ayudaría en la captura de estos delincuentes que las plataformas de intercambio fueran sujetos obligados, como los bancos, y reportaran movimientos extraños”.
Los hay que, como Jodan Lyall, creen que el espacio DeFi será capaz de autorregularse. Otros, como ChokeTheHippo, consideran que no será posible si no se ataca la raíz del problema: “Hacen falta medidas más claras en entornos como Uniswap que controlen de forma eficaz la salida al mercado de las nuevas monedas”. Para él, esta situación no durará mucho más: “Un año o así. El nuevo gobierno de Estados Unidos tiene en su equipo a algunas personas cercanas al mundo cripto e impulsarán su incorporación en el sistema bancario tradicional y, con esto, impondrán medidas de regulación”.
Entretanto, todos en el espacio DeFi son sospechosos de estafa. Los influencers, por cobrar para promocionar tokens que acaban siendo una estafa. Las auditoras que evalúan los proyectos, por no señalar las brechas que encuentran y aprovecharlas después para lucrarse. “Y hasta las casas de intercambio”, añade Gómez, “por comprar monedas muy baratas antes de anunciar que las incorporan a sus plataformas, y beneficiarse cuando la noticia dispara su precio”.
Los vendedores de palas
Yo he caído en todas las trampas: mis 700 euros pasaron a ser 3.000 y luego 500, para acabar siendo 50. Entre los buscadores de oro se acuñó un dicho que hoy se usa en el emprendimiento: “Para qué cavar una mina si puedes vender palas”. Javier Palomino, Frederic Fernández, Pablo Ojanguren y Nacho García son los vendedores de palas.
Los cuatro socios, de Oviedo y A Coruña, lanzaron este verano Dextools (y su moneda $DEXT). Es una de las tres herramientas de medición más utilizadas en todo el criptoespacio, desde Singapur hasta Los Ángeles. En junio tenían 400 usuarios al día, hoy superan los 100.000. “En un mundo lleno de timos intentamos que el usuario pueda invertir de la manera más segura”, afirma Palomino, su consejero delegado. Entre otras utilidades, ofrecen una puntuación de los proyectos basada en criterios de calidad, como que la liquidez esté asegurada por un sistema DeFi de verificación.
Dextools acaba de lanzar su versión premium. Se prepara así para el inminente bum de las criptomonedas, que se espera que supere al de 2017. El objetivo, antes de que todo explote: dar con la nueva bitcoin. Y aunque no hay un consenso sobre cuál será la ganadora, los inversores más audaces con los que me he topado en estos dos meses aconsejan: “Compra $LINK”. Aunque, ahora que lo pienso, quizá lo que buscan es inflar el precio para vender su parte. DYOR.
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