Cómo acabar con las bodas caras: canapés en un bar, celebración en una aldea y trajes prestados
Mientras los costes de un enlace no dejan de aumentar, muchas parejas han decidido recurrir a lugares más discretos, fiestas más especiales y la confianza de amigos y familia para que ese día sea inolvidable sin arruinarse


¿Hasta que la muerte nos separe? El clásico cierre a los votos matrimoniales de cualquier boda está en vía de extinción. Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2024 se registró un 8,2% más de divorcios que en el año anterior, después de dos años de descensos. Sin embargo, un casamiento encierra otro vínculo cada vez más estrecho –y casi indestructible– con el tercer protagonista en cuestión de este evento: el banco. Como recoge el Informe del Sector Nupcial 2025 de Bodas.net, las parejas españolas invierten de media 24.618 euros en celebrar este día, mientras un 11 % de la población tira la casa por la ventana y decide invertir más de 45.000 euros en esta celebración. Para sufragar los gastos, una de cada 10 parejas se ven abocadas a pedir un préstamo, a la espera de que los regalos sostengan un endeudamiento que termina siendo de por vida.

La exposición mediática de bodas obscenamente caras (como la celebrada por Jeff Bezos con Laura Sanchez el pasado junio en la isla de San Giorgio, que rondó los 30 millones de euros) incita a fantasear con un bodorrio en toda regla cuando llega el momento, aunque los quebraderos de cabeza pesen y –aún más– el desembolso. Alquilar una finca entera para cumplir la fantasía de casarse en la Provenza, contar con wedding content creators o una banda de jazz para entretener a los invitados, o bien un roaming bar de ostras son extravagancias que terminan pareciendo necesidades para que una boda sea una boda-boda.
Tampoco se estila limitar el número de invitados al convite para ahorrar gastos y hacer una fiesta más íntima y cercana. Según este mismo informe, la media de invitados a una boda en España se sitúa en 116, aunque la tendencia en alza ha sido reducirlo un 4% en el último año. “La mayoría de las parejas dejan de lado a los invitados por compromiso, reduciendo así la lista de invitados. ¿El objetivo? Celebrar un día tan importante solo con las personas que verdaderamente les importa”, explica Cristina González, responsable de prensa y comunicación de Bodas.net. La experta recalca que esto no quiere decir que el gasto se reduzca, sino que la tendencia palpable es que la cuantía por invitado aumente, situándose en los 212 euros (un 8% más que el año anterior).

La boda que celebró Saray Oñate no roza ni de lejos las estadísticas económicas o de asistentes que maneja la plataforma. Esta joven logroñesa, que confiesa ser poco amiga de las bodas convencionales, decidió ponerse de acuerdo el pasado verano con una veintena de amigos para festejar su enlace en una escapada a Asturias, antes de formalizar el expediente matrimonial en el juzgado. “Nos habían recomendado un palacete del siglo XVII que se podía alquilar por días y se encontraba escondido en una aldea de la sierra asturiana. Todos quedamos fascinados al ver las fotos del lugar; estaba rodeado de montañas verdes en un valle por el que pasaba un riachuelo cristalino”.


A tan solo un mes de la celebración, y viendo que no podrían asumir una boda en un sitio como ese, propusieron que la escapada se costeara entre todos. Cada persona pagaría el alojamiento y la pareja se encargaría de la comida, un picoteo de pie a base de gambas, percebes, empanada y quesos que no excedió de los 400 euros. Oñate y sus amigos decoraron las mesas con hortalizas, flores (unos 140 euros), algunos candelabros y piezas de cristalería del palacio. “Otra suerte es que varios de los amigos con los que alquilamos el palacete son DJs, así que sólo tuvimos que traer el equipo de música y organizar el line-up”.
Otra excepción a la regla fue el vestido. En España, el coste medio de un vestido de novia oscila entre los 800 y 3000 euros, según la firma o la confección a mano que elijamos. El atuendo de Oñate fue, sin embargo, un regalo de cumpleaños de su actual marido, que ella misma customizó con unas cintas de encaje y raso de la mercería de su barrio. “Los zapatos me costaron 50 euros en una tienda vintage y el traje de Jacobo [el novio] se lo prestó nuestro amigo Luisma”. Los invitados tenían un dresscode a seguir: fragmentos de películas fantásticas y convites medievales. “Fue divertido hacerles salir de la zona de confort y dejar que dieran rienda suelta a su creatividad. Todo un detalle y esfuerzo por el cual siempre estaremos agradecidos”. El resultado fue una boda de tintes neorrománticos que superó con creces las expectativas. “Todo quedó en una boda muy íntima y totalmente improvisada. Y si hubiera tenido un gran presupuesto, hubiera hecho lo mismo. Fue un cuento hecho realidad”.

La periodista Selene Moral tenía claro que tampoco quería una gran boda. “Solo de pensarlo nos daba una pereza inmensa”, confiesa. “Todo fue bastante exprés, en ese momento tenía un bebé de 11 meses y prioricé que fuera cómoda, cerca de donde vivíamos y que pudiera organizarse en poco tiempo”. Mientras portales como Weddings With Love recomiendan planificar el evento con al menos un año y medio de antelación, Moral resolvió todos los detalles en cuatro meses. La idea inicial de firmar y tomarse unas cañas en la Plaza Mayor se transformó en un banquete para 50 invitados en un restaurante cercano a la Casa de Panadería, donde se casaron. Moral eligió un vestido de Mango y sus amigos se encargaron del maquillaje y el peinado. “A pesar de los 40 grados de agosto fue un día chulísimo. Invitamos a la familia y amigos más cercanos a un menú rico y después unos cócteles en el Marrufo”.
La comunicadora y directora creativa Natalia Ferviú tuvo un dilema inicial sobre cómo afrontar su boda con el músico Carlos Pereiro. Con una concurrida agenda de contactos, los fundadores del sello Caries Records se plantearon varios escenarios posibles en relación al número de invitados; de una boda íntima a un bodorrio clásico o un macrofestival. “Curiosamente la boda estándar es la que más se nos hacía bola, porque entre que mi familia es enorme, ambos conocemos a mucha gente y tenemos ciertos compromisos, nos costaba muchísimo acotar, y solo de pensarlo nos daba pena y fatiga”, confiesa Ferviú.

Al final se decantaron por la primera opción y lo celebraron en Galicia durante tres días junto a 11 familiares, haciéndolo coincidir con el cumpleaños de su hijo, Marcelo, el de Pereiro y la Noche de San Juan, un día muy especial para la pareja. “El primer día, 23 de junio, lo pasamos en Monterroso [Lugo] y el menú lo eligió mi hijo: huevos fritos con patatas. Un manjar”. Esa noche, su cuñado, también gallego y chef, preparó una sardiñada, y el banquete tras la firma del acta matrimonial lo celebraron (por razones obvias) en los jardines de Casa Marcelo, en Santiago, un restaurante con estrella Michelín ubicado a pocos metros de la catedral. “Fueron tres días repletos de anécdotas familiares que aún hoy nos dan risa al recordar”. Como cierre, pasaron la luna de miel con su hijo en un camping de Soria. Una propuesta muy alejada de los destinos aspiracionales que encabezan la lista Maldivas, Seychelles, Nueva Zelanda o el clásico safari por Kenia.
Sin sentirse muy identificada con las bodas a todo trapo –”si hubiéramos tenido un gran presupuesto nuestro sueño sería contratar a Kiko Veneno y a Jeanette”, confiesa entre risas– su única concesión fueron los vestidos de novia diseñados por Madrid Manso. Tras numerosas conversaciones y un extenso panel de referencias a la estética victoriana y las décadas de los años sesenta y setenta, un tocado que Ferviú encontró en un mercadillo hace 15 años fue el punto de partida a dos exclusivas creaciones de mikado y organza de seda. “Soy estilista y este tipo de prendas para mí tienen un valor especial, más aún cuando te las confecciona tu mejor amigo, como fue mi caso”.
González apunta, sin embargo, que el alquiler del espacio suele llevarse la gran partida de una boda. “La inversión media se sitúa entre los 13.000 y 14.000 euros. Si se tienen en cuenta estas cifras y sabiendo que de media asisten 116 invitados, el cubierto se sitúa entre los 112 y 120 euros, pero solo lo que es el cubierto”, concreta. El sueño de la mayoría (un 32%) es celebrar un banquete por todo lo alto en una finca a las afueras de la ciudad, recurrir a un hotel de gran lujo, un casino o una galería de arte (opción que gana cada vez más adeptos) con un desembolso astronómico detrás. Pero la cantante Charli XCX protagonizó la gran extravaganza de este verano organizando una auténtica rave para su segunda boda en Tonnara di Scopello, una villa privada frente al mar Tirreno. El alquiler de este antiguo atunero del siglo XIII de Sicilia suele rondar los 20.000 euros por día.
Prescindir de esta partida debería ser el sueño de cualquier pareja, algo que la periodista Paula Movil hizo realidad en octubre de 2012. Experta en gastronomía, decidió organizarlo en LeCafé, el desaparecido restaurante de la calle Recoletos, donde trabajaba por aquel entonces como camarera. Por experiencia, sabía que en ocasiones cerraban el espacio los sábados a mediodía para eventos, y a ella y a su pareja Roberto Castán, fundador de la agencia Amarguería, les pareció una idea estupenda celebrarlo ahí. “Me fascinaba la comida que servían, el cariño que le ponían los propietarios y el esfuerzo que hacían por encontrar siempre el mejor producto, antes de que se banalizara esta frase en gastronomía”. En apenas seis meses dieron forma a un cóctel de pie para 50 personas, a la que fueron solo amigos y familiares cercanos. El cubierto no superó los 40 euros pero la comida y la bebida circuló a raudales. “Fue mucho más divertido que un banquete sentados”, apunta.
Conscientes de su limitado presupuesto, decidieron prescindir de arreglos florales, pidieron a un familiar que ejerciera de fotógrafo y el diseño de la invitación fue un regalo de Adrián LeFreak, amigo de la pareja. “Pusimos que se trataba de una fiesta divertida (como cuando salíamos en Madrid), y la adornamos con elementos bastante surrealistas que encajaban con nuestro sentido del humor del momento, como caretas de animales o los muñecos de la tarta: una Hello Kitty y un soldado imperial”. Para acabar, la postfiesta tuvo lugar en un bar de la calle Barquillo y se hospedaron para la noche de bodas en el AC Hotel Recoletos. “Intentamos siempre apoyarnos en amigos y familiares para todo. Al final, no sólo nos ayudó a recortar gastos, sino a que todos se sintieran parte de nuestra boda”. Quizás sea ese, en realidad, el gran lujo de un día tan señalado.
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