Celtas Cortos: “La conciencia de clase trabajadora nos ayudó a no convertirnos en unos gilipollas”
Uno de los grupos más populares del pop español de los noventa celebra su 40 aniversario con un álbum y una gira que los llevará por todo el país en 2026

La senda del tiempo no parece haber hecho mella en Celtas Cortos. El grupo del que toda España se acuerda cada 20 de abril (la canción del mismo título ronda los 60 millones de reproducciones en Instagram) sigue vivo y coleando después de cuatro décadas y dos millones de discos vendidos. Lo van a celebrar ahora con un nuevo recopilatorio, 40 años contando cuentos, y una gira conmemorativa que, en 2026, pasará por grandes pabellones en diez ciudades. Hemos hablado con sus tres miembros más longevos: Jesús Cifuentes (voz y guitarra), Alberto García (violín y trombón) y Goyo Yeves (saxo y whistle).
¿Es más difícil vender música nueva a sus seguidores que volver a despacharle la que ya conocen?
Jesús: Totalmente, al menos en nuestro caso. Toda la explosión que vivimos en la década de los noventa, que fue el momento de más auge y popularidad que tuvimos, parece que marca a fuego la mochila que te va a acompañar el resto de tu vida. Hemos seguido trabajando hasta fecha de hoy y sacando nueva música, y es mucho más complicado darla a conocer con la intensidad que a nosotros nos gustaría.
Su primer álbum, Salida de emergencia (1989) era muy anómalo para la época. Era un disco instrumental de folk, un género que aún se asociaba a la Transición y a cierta caspa, pero vendió 60.000 copias. ¿A qué atribuyen aquel éxito?
Goyo: Es verdad que veníamos del folk, pero ya estábamos mezclándolo con guitarras eléctricas. Nos empezaron a etiquetar como folk-rock, y quizás eso es lo que llamó más la atención, porque, al menos en España, no se practicaba tanto esa fusión entonces. Otro factor es que tocábamos mucho, y en directo ya éramos muy explosivos. A la gente que nos veía no se le olvidaba.
Jesús: Nosotros somos hijos de Gwendal, Milladoiro, Oskorri, de la música tradicional castellana y del rock radical vasco. Entonces nos convertimos en un híbrido que fue mirado con cierto desdén desde las ortodoxias, tanto la del folk como la del rock. Pero, en positivo, podemos decir que hemos contribuido a poner en escena la música tradicional y a que el mestizaje hoy en día sea algo entendido, respetado y visto con naturalidad.

En aquella época les fichó Paco Martín, un rey midas de la industria que venía de descubrir a Hombres G. ¿Qué vio en ustedes?
Alberto: Esa respuesta la sé yo porque se la he oído contar a él mismo hace no mucho. Vio, sobre todo, que llenábamos un espacio, que era el de la juerga sobre el escenario, el despiporre, incluso a pesar de no tener letras. Él también fue el que sugirió a Jesús que escribiera y cantara.
Jesús: Yo eso no lo recuerdo así. Yo ya tenía esa querencia y esa necesidad de una manera muy clara.
Entre 1992 y 1996 hacían como 150 conciertos por año. ¿Llegaron a quemarse?
Alberto: Hombre, desde luego no pasaban en balde los kilómetros. Había momentos en que, literalmente, no sabíamos en dónde estábamos, incluso por la lejanía física, porque un día tocábamos en Badajoz, al día siguiente en Tarragona y al otro en Bilbao. Pero son cosas que han vivido todos los músicos de alguna manera, estás trabajando en la carretera y es así.
Jesús: Tenías también la tontería de los veintipocos, que no sabes para quién vendimias. Y el posconcierto, que era mucho más grave que el concierto. Este tipo de cosas que te hacen subirte en una nube que tiene forma de autobús, y que te lleva a que no sabes dónde vas a precipitarte. Entonces nos precipitábamos.
Alberto: Sí que hubo sobrecarga. Yo recuerdo algún momento de asfixia absoluta llamando a casa y diciendo: “No puedo con esto”.
Goyo: En esa época llegábamos a un sitio, hacíamos una parada e íbamos todos al servicio y al teléfono verde del bar, y teníamos que esperar a que acabara uno para pasar el otro, llamar a casa y decir: “Estamos bien, ¿Cómo va todo por ahí?” En fin, vivencias que ahora nos parecen muy antiguas.
Jesús: A Goyo siempre le teníamos que decir: “¡Acaba ya!”, porque podía estar una hora y media hablando.
Fue un éxito muy súbito, ¿Cómo hicieron para mantener los pies en la tierra?
Goyo: A pesar de que a veces hemos juntado muchas noches con los días, algunos más que otros, lo bueno es que siempre hemos tenido muy buena comunicación entre nosotros. Y, sobre todo, creo que hemos sabido aceptar ciertas necesidades personales de los demás en algún momento por encima de esta vorágine. Lo hemos llevado bien porque somos amigos, siempre lo hemos sido desde el principio, y eso es algo que nos diferencia de otros muchos. No somos una banda que se haya construido de forma artificial, y todo eso ha hecho que sigamos aquí después de 40 años.
Jesús: Y también la conciencia de que esto es un trabajo afortunado, y lo hemos querido salvaguardar de nuestra propia tontería. Creo que la conciencia de clase trabajadora nos ha ayudado un poco a tener...
Goyo: ...a no convertirnos en unos gilipollas. A respetar el bien común que compartíamos, porque sabemos que ganarte la vida como músico en España realmente es una fortuna que disfrutamos muy pocos.

Su grito de guerra al despedir los conciertos era “Nos vemos en los bares”. ¿Cumplieron siempre su promesa?
Jesús: En la década de los noventa yo diría que un 90% de las noches. O sea, un disparate. Me asombro hoy en día de que hayamos sobrevivido con tal fortuna.
Goyo: Luego llegó otra década en la que surgió lo de “nos vemos en los parques”.
En 1996, Celtas Cortos fue el grupo que más conciertos dio en España. Fue el mismo año en que José María Aznar obtuvo la presidencia del Gobierno. Puede que él fuese el único pucelano de adopción que compitió en popularidad con ustedes.
Jesús: Bueno, a Aznar se lo dejamos mejor a los madrileños. A él se le asoció a Valladolid durante un tiempo porque alardeaba de estar cerca del pueblo, de ir a la milla dorada de la Ribera, y jugar al mus con los paisanos. En cualquier caso, en aquellos momentos, y dado nuestro color ideológico, que siempre ha sido progresista, se nos pasaron una serie de facturas que tenían que ver con quiénes han estado en los gobiernos y podían tomar la decisión de llevarte a tocar a su ciudad o no.
Y esa factura, ¿también la sufrieron a nivel personal? Jesús, por ejemplo, provenía de una familia de militares y cantaba en favor de la insumisión.
Jesús: Desde luego eso generó sus momentos de polémica, pero he de decir que mi padre aterrizó en el benemérito cuerpo porque, en su época generacional, fue una manera de prosperar para él. Yo lo identifico netamente como un obrero más, que se vio en la necesidad de salir de su pequeño pueblo castellano para buscarse las habichuelas y dio con sus huesos ahí. Luego, en mi familia, el elenco militar es amplio y poderoso, no voy a profundizar en esto, pero llega un momento en que ya sabes que tus conversaciones no tienen que pasar por ahí, porque tenemos posturas enfrentadas y no vamos a llegar a un acuerdo.
De todos modos, ustedes no han sufrido el nivel de veto de otros grupos como, pongamos, Soziedad Alkoholika. Quizá porque siempre fueron masivos, transversales y caían simpáticos. Incluso tendrán muchos seguidores de derechas.
Alberto: Es verdad eso que decíamos del grupo juerguista, una cosa que a todo el mundo le cala en la misma vena, el poder disfrutar de un momento distendido con la música, con el baile, con la desinhibición.
Jesús: Nuestra bandera tiene un color más marcado que otro, pero va envuelta en un papel más o menos cariñoso y amable. Entonces es verdad que incluso la gente de derechas ha compartido con nosotros ese tiempo de la misma manera, pero no creo que seamos los únicos a los que les haya pasado eso.
Y siguen siendo muy mediáticos. Tienen el privilegio de poseer un altavoz para decir cosas que otros muchos no pueden.
Jesús: Sí, bueno, el ejercicio de la palabra siempre lo hemos hecho de una manera absolutamente libre. Para mí, ponerle palabras a una canción es un reto, es lo más jodidamente complicado y lo que me cuesta más. Lo hago con mucha conciencia de que lo que quiera expresar tenga un contenido, una dirección, y una emoción real, que sirva para algo en el sentido de que sea revulsivo o transformador y que sea también un abrazo, algo que invite. Entonces, esa carga de positividad, aunque estés hablando de situaciones duras o de realidades sociales jodidamente cabronas, quizá se lanza desde una ingenuidad o desde la humildad de un cronista. Ahí también está un poco la clave, porque es algo muy cercano, no estamos expresándonos desde ningún púlpito elevado, sino desde la acera por la que pasan a diario todos los ciudadanos.
Ustedes han estado muy concienciados con la situación de Palestina desde hace años. En ese sentido, ¿le cantarían “tranquilo, majete, en tu sillón” a muchos compañeros de gremio?
Jesús: Esta conversación ya tiene cierta recurrencia. Creo que falta mucha coherencia y que además se ha llegado tarde en el posicionamiento, y en otras muchas cosas. La corporación de músicos famosos está muy lejos ya. La música ha dejado de servir como elemento transformador de carácter social, y no sé en qué momento se rompió ese lazo, la verdad. Hay sectores que lo hacen con más intensidad, como puede ser el hip hop, pero el grueso no se posiciona, no se quiere mojar. No sé si es por un temor a lo que las redes sociales puedan decir, a las consecuencias que puedas sufrir de esto o sencillamente porque estas son unas generaciones más anodinas. Lo cierto es que el perfil de la juventud está oscilando hacia la extrema derecha de una manera peligrosa y eso, para mi gusto, es una carencia de criterio que no se ha gestionado bien.
Dentro de la industria de la música, ¿han tenido muchos conflictos ideológicos personales a la hora de enfrentarse a determinadas dinámicas? Por ejemplo, esta nueva gira la hacen con la multinacional Live Nation.
Alberto: A veces ha surgido la posibilidad de que un patrocinador estuviera detrás de nosotros con una pancarta, y siempre nos hemos planteado, de manera bastante asamblearia, este tipo de cosas. Lo que pasa es que, también, a veces, la vida te pone delante situaciones que tienen forma de tren que pasa y no sabes a qué destino vas a llegar realmente, pero tienes la sensación de que debes cogerlo.
Goyo: El hecho de estar ahora con Live Nation detrás, que representa la gran maquinaria del espectáculo a nivel internacional, a mí lo primero que me ha hecho sentir es que algún motivo les has dado tú para que se fijen en ti, ¿no? Entonces, eso quizás lo opaca todo. Y también estás poniéndote al servicio de gente que se dedica a algo a lo que tú te dedicas también, que es a la música, al espectáculo. Y está claro que, si quieres ser coherente con todas tus ideas, seguramente no te puedas comprar un coche, un teléfono, una determinada marca de ropa. Pero sí que nos planteamos esas dudas, por supuesto. Y también tenemos que decir que, en esta gira, el precio va a ser el mismo en todas las entradas: 38 euros, que se convierten en 42 con esto de los gastos de gestión, que es algo que nadie entiende. Aun así, puede que sean las más baratas que en Live Nation se hayan visto jamás.
40 años contando cuentos se publica el 21 de noviembre. Las fechas de la gira se pueden consultar en su web oficial.
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