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John McTiernan, director de ‘La jungla de cristal’: “Mis películas eran bastante patrióticas, pero la cárcel cambió mi actitud”

El cineasta, director de clásicos como ‘Depredador’, ‘Jungla de cristal’ y ‘La caza del Octubre Rojo’ y premiado en España por el festival Sombra, trata de materializar su primera película en más de 20 años. También prepara un libro sobre su experiencia en prisión, donde pasó un año a raíz de un caso de espionaje 

John McTiernan durante el rodaje de 'Predator'.
Jaime Lorite Chinchón

Al hablar de la edad de oro del cine de acción de Hollywood, inadvertidamente uno podría citar la mitad o más de los títulos que componen la filmografía de John McTiernan (Albany, Nueva York, EE UU, 74 años). Solo en el último lustro de los ochenta, el director rodó seguidos tres clásicos: Depredador (1987), Jungla de cristal (1988) y La caza del Octubre Rojo (1990). Tras recibir un homenaje en París a cargo de la Cinemateca Francesa, McTiernan ha visitado España para recoger el premio honorífico con que le ha distinguido este año el festival de cine fantástico Sombra. El veterano cineasta agradece los sucesivos reconocimientos a su carrera, pero, precisa a ICON, no la da por terminada. Como reveló en los coloquios organizados por el festival, más de veinte años después de su última película, tiene encaminado su regreso, del que aún no quiere contar nada. “Soy un poco supersticioso para hablar de películas hasta que no las estoy rodando. Hubo un par de proyectos financiados independientemente que parecía que saldrían, y al final no. Así que voy a esperar”.

Es lunes por la mañana y McTiernan acusa el cansancio de las maratonianas 48 horas que le preceden. Durante el fin de semana ha participado en dos largos encuentros con el público en Murcia y Madrid, las ciudades donde se celebra Sombra, ambos con aforo completo y acompañados de una proyección de Jungla de cristal. El director fue generoso respondiendo las preguntas de sus seguidores, profundizó en el eterno debate sobre si la película protagonizada por Bruce Willis debe considerarse cine navideño (“Tenía que ser una noche de fiesta, al estilo de El sueño de una noche de verano de Shakespeare, donde las personas importantes se convierten en asnos y los asnos se convierten en héroes, por eso quise que transcurriese en Nochebuena”), firmó pósters y se hizo fotos con quien se lo pidió. En la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), el lugar elegido para su comparecencia ante medios, McTiernan resiste a base de sorbos de Coca-Cola, habla despacio y no da la impresión de que le apetezca departir sobre éxitos del pasado.

“Perdona, me has pillado muy serio”, se disculpa. Lo que podría considerarse el tema tabú de la entrevista es, no obstante, lo que le despierta: su encarcelamiento entre 2013 y 2014. “Cambió mi actitud hacia todo. Pero en realidad me lo pasé muy bien y me puse en buena forma. No era una prisión, era un [antiguo] campus universitario en Dakota del Sur. Entré en el grupo de techadores. Había trabajado de techador en mi época de estudiante, así que pasé el verano como cuando tenía 22 años”, asegura. John McTiernan fue condenado por mentir al FBI durante el proceso contra Anthony Pellicano, el conocido como detective de las estrellas. El director negó en un primer momento estar al tanto de las actividades de Pellicano, declaración de la que se desdijo cuando quedó probado que el detective pinchó el teléfono de un productor a raíz de que McTiernan contratase sus servicios en agosto del 2000. Todo, aparentemente, en medio de una pugna creativa por Rollerball (2002), el gran fracaso de su carrera.

Bruce Willis y John McTiernan en 'Jungla de cristal: la venganza' (1995).

Encontrar socios después de un escándalo así no es tarea fácil. El estado de las cosas en la industria, por otra parte, no le ilusiona. “La mayoría de superproducciones actuales son adaptaciones de cómics y no me interesan. Son un producto corporativo. No hay seres humanos en ellas, que es la razón por la que tampoco tenemos un ser humano en la Casa Blanca en este momento”, resuelve. “Los estudios son ahora propiedad de grandes corporaciones, hacen películas basadas en investigaciones de mercado y todos reciben la misma investigación. Las personas que solían llevar los estudios fingían que se preocupaban solo por el dinero, pero sabían que participaban de la cultura. Las ideas de la época estaban en las películas. A los supervisores que dirigen los estudios ahora solo les importa hacer llegar el dinero a sus propietarios. Estoy diciendo específicamente supervisores [en inglés, overseers], ¿entiendes esa palabra? Se usa para hablar de las plantaciones del sur [de EE UU durante la esclavitud], los propietarios ausentes mandaban supervisores a sus plantaciones para vigilarlas y asegurarse de que el algodón llegara a Londres”.

McTiernan, con voz emocionada, parece verdaderamente consternado al respecto. “Las películas son uno de los medios a través de los cuales educamos a nuestros hijos. Si para una generación entera solo haces películas de superhéroes, básicamente estás diciendo que no merece la pena contar historias de seres humanos. Es algo terrible que enseñarle a los niños”, reflexiona. El cine del director está poblado de héroes, pero él insiste en la fragilidad de todos ellos, empezando por John McClane, el gran mito de la carrera de Bruce Willis, que se pasa toda Jungla de cristal magullándose y arriesgando la vida. Esa condición vulnerable precisamente alcanzó al corazón de la película en 2022, cuando se anunció la retirada forzosa de Willis a causa de una demencia frontotemporal. “Vi a Bruce hará más o menos un año”. ¿Cómo está? “No está bien, está lidiando con algo muy difícil. Tiene una familia maravillosa alrededor que le está proporcionando muy buenos cuidados”.

Héroes de ayer, villanos de hoy

“La valentía en un superhéroe no tiene sentido. Pero la valentía y la perseverancia en una persona con posibilidades reales de perder… Eso es una historia”, contó a las más de 500 personas congregadas en el Palacio de la Prensa de Madrid el día anterior, donde repasó además su otra contribución a la saga, Jungla de cristal: La venganza (1995), la tercera. “Siempre rechazo las secuelas. Pero esta quise hacerla porque había muchos diciendo que una película de Jungla de cristal solo podía desarrollarse en un espacio limitado, como un autobús o un barco. Así que fui un poco travieso cuando decidí que la haría y transcurriría por toda Nueva York. Me estaba burlando de quienes creen que hay una fórmula”, declaró en un coloquio accidentado por el mal sonido y la barrera lingüística. En una película de McTiernan, con un simple fundido o un corte de plano súbito todos hablaríamos el mismo idioma. Como en La caza del Octubre Rojo, cuando, después de un paripé de un minuto en ruso, el capitán soviético interpretado por Sean Connery se pasa a un perfecto inglés escocés. O El guerrero nº 13 (1999), cuando un Antonio Banderas árabe entiende en inglés a los vikingos tras un poco de tiempo escuchándoles.

John McTiernan durante el rodaje de 'El último gran héroe' (1993).
John McTiernan con Arnold Schwarzenegger y Austin O'Brien durante el rodaje de 'El último gran héroe' (1993).

“Intenté hacer Rollerball en ruso, pero el estudio no me dejó”, responde cuando sacamos el tema. “Quería que un par de estadounidenses estuvieran en este loco lugar sin entender nada, un circo horrible donde la gente sale herida y muere, y ellos no tuviesen ni idea de qué dice nadie porque todo fuese en ruso”. Ambientada en una Kazajistán futurista, la película –remake del título homónimo de Norman Jewison de 1975– se centraba en un deporte sobre patines que encandila al público por su violencia extrema. Llegó a cines muy suavizada, con más de media hora recortada y escenas regrabadas a causa de la mala recepción en los pases de prueba. Ya venía de perder el control en posproducción de El guerrero nº 13, aunque de ella dice que reconoce el montaje final como “montaje del director” y descarta una versión alternativa. “Cuando dijeron que querían cambiar la película, simplemente me largué. Por eso, tuvieron mucho cuidado con qué cambiaban y al final no tocaron nada. Solo un par de planos y un corte musical tonto en la escena de los caballos”.

Pese a los problemas para encontrar financiación, McTiernan dice que en los últimos 15 años ha seguido vinculado a la industria como revisor de guiones, sin figurar en los créditos de los trabajos que corrige. “Pagan muy bien. Hubo un montón de revisores en mis películas, como Larry Ferguson o Will Goldman, y eso es lo que yo hago ahora. Un revisor de guiones no suele pedir crédito, lo que pide es muchísimo dinero”.

Tiene pendiente otro proyecto ajeno al cine, un libro de entrevistas que escribió a su paso por la cárcel, para el que habló con “un enorme montón de gente” y que, dice, está en manos de su abogado. “Me perturbó mucho el racismo. Había 150 críos afroamericanos allí. No eran criminales, eran chicos de barrio que hacían dinero de la única forma que podían. Era eso o trabajar en un McDonald’s. Los blancos consiguen las drogas a través de los médicos, pero la gente pobre las obtiene de quien sea. De lo que va todo esto es de quitar votos, porque esos chicos no pueden volver a votar nunca”, explica. “Todo eso lo ocultan. Pillan a un chaval con algo encima, no hay juicio porque no puede pagarlo, se hace lo que diga el fiscal y ese chico ya no puede votar más. Cuando Nixon empezó lo que llamaba guerra contra las drogas, en realidad era una guerra contra las personas negras. Trump no sería presidente si permitieran a la gente votar. Trump es realmente el presidente del sur. Es el presidente del Ku Klux Klan”.

John McTiernan durante un homenaje en 2014 en Festival de Deauville.

McTiernan, que dirigió películas consideradas un símbolo de la americanidad en los ochenta y noventa, no puede sentirse más repelido por el presente de EE UU. Desde hace varios años, su mujer y él residen fuera del país. “Tengo una foto de mi abuelo al frente de un buque en El Havre en 1918. Y hay otra foto de mi padre como joven teniente naval en Tokio en 1945. Contrajo una enfermedad en el Pacífico Sur que le dañó la vista. Mi hija indagó en la familia de mi madre y descubrió que eran granjeros de Inglaterra que emigraron a Massachusetts en 1620. Así que mi familia ha librado todas las guerras que ha habido por los Estados Unidos. ¡Y ahora nosotros vivimos en Canadá! Es inquietante”, lamenta. “¿Sabes? La creación y la unión de Europa es lo mejor que ha pasado en mil años. Hay paz, la gente tiene mucho mejor nivel de vida y hay una mayor distribución de la riqueza. Nuestra economía viene de la economía de la Confederación, donde todo era propiedad del 2% más rico y los demás no tenían nada. Eso es lo que están construyendo en Estados Unidos. Mis películas eran muy positivas, bastante patrióticas. Pero, como te decía, [la cárcel] cambió mi actitud sobre muchas cosas”.

–Si consigue volver a hacer una película, ¿eso significa que será menos positiva?

–Será positiva. Pero de otra manera.


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Sobre la firma

Jaime Lorite Chinchón
Colaborador de ICON desde 2019. Periodista cultural, también ha escrito para la sección de Cultura, El País Semanal, la revista Fotogramas o Ctxt. Graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, también cursó Crítica Cinematográfica en la Escuela de Escritores y el Máster de Periodismo UAM-El País.
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